Aureliano Sáinz
Es posible que nunca te hayas preguntado de dónde proceden los productos que compras en el supermercado o que pides cuando te juntas con los amigos a charlar en algún bar. En cierta medida es lógico, puesto que con esto de la globalización nos llegan de cualquier parte del mundo.
Pero quizás va siendo hora de que tengamos alguna información básica, pues muchos de ellos proceden de Estados Unidos, es decir, de ese enorme país que ahora tiene un presidente que lo podemos calificar de muchos modos, pero seguro que todos estamos de acuerdo de que tiene una egolatría que no le cabe en ese cuerpo que bien parece un enorme armario habitualmente vestido con un abrigo que casi le llega al suelo.
También es posible que sepas que su comida favorita son las hamburguesas de las marcas McDonald’s o de Burger King, es decir, la típica comida industrial que proviene del país que cuenta con el mayor número de obesos del mundo, como resultado de unos productos semipreparados con una enorme carga de aditivos y saborizantes que no te voy a describir porque la cifra es mareante.
Nada que ver con una buena hamburguesa hecha con carne de vacuno de la propia tierra acompañada con complementos de proximidad y de la que puedes fiar porque no contiene todos esos aditivos que, además, provocan adicción.
Son esas marcas que las podemos encontrar en cualquier país del mundo, ya que pertenecen a multinacionales que se han extendido propagando los gustos culinarios de su país de origen, en el que están poco preocupados por la salud de la población. Para ellos no existe la comida mediterránea y, menos aún, la comida con cuchara; ellos comen a dos manos, engullendo lo que sea.

Y si no estás muy convencido de lo que te indico, puedes mirar las fotografías de los carteles que he tomado en paradas de autobuses de Córdoba y Barcelona en los que aparece el rostro de un joven (no se sabe bien si chico o chica) con los ojos abiertos como platos a punto de devorar una hamburguesa de tres pisos.
¿Te puede imaginar que un joven se alimentara un par de semanas de esa ‘torre’ de carne cómo estaría de peso y la cantidad de calorías que habría entrado en su cuerpo?
Quizás el sueño americano, que tanto tiempo ha estado presente en nuestras mentes como bienestar, desarrollo económico, abundancia de bienes y defensa de todas las libertades, se haya derrumbado de manera acelerada con la segunda entrada en la presidencia por Donald Trump, personaje increíble e inclasificable, porque no habíamos visto antes nada igual.
De todos modos, quienes éramos niños en los años cincuenta y tuvimos la suerte de ver la genial película Bienvenido, Mister Marshall, a pesar de nuestra inocencia, se nos quedó la idea de que detrás de sus regalos para las escuelas (queso, mantequilla, leche en polvo) a cambio de la instalación de las bases militares en Rota y Morón, había algo más, que no era todo tan maravilloso como nos lo pintaban.
Pero lo más curioso es que en la inolvidable canción “Americanos”, de Lolita Sevilla, ya los nombraba como “gordos y sanos”. Canción en la que, por cierto, iba cogida de los brazos de los geniales Pepe Isbert, el alcalde, y Manolo Morán, el promotor de las nuevas maravillas, con todo el pueblo detrás de ellos. Veamos, pues, este fragmento de la película.
No me resisto a incluir la letra de la canción para que veamos todas las maravillas que tenían previstas traer a los vecinos de Villar del Río, y, en consecuencia, a todos los que poblábamos la piel de toro.
Los yankis han venido olé salero con mil regalos
Y a las niñas bonitas van a obsequiarlas con aeroplanos
Con aeroplanos de chorro libre que corta el aire
y también rascacielos bien coservaos en frigidaire.
Americanos, vienen a España gordos y sanos
Viva el tronío de ese gran pueblo con poderío
Olé Virginia y Michigan
Y viva Texas que no está mal, […] no está mal.
Os recibimos americanos con alegría
Olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía.
El plan Marshall nos llega del extranjero pa nuestro avío
Y con tantos parneses va a echar buen pelo Villar del Río.
Traerán divisas pa quien toree mejor corría.
Y medias y camisas pa las mocitas más presumías.
Americanos, vienen a España gordos y sanos
Viva el tronío de ese gran pueblo con poderío
Olé Virginia y Michigan
Y viva Texas que no está mal, […] no está mal.
Os recibimos americanos con alegría
Olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía.
Cierro, indicando que quienes no conocieron esta película pueden hacerse una falsa idea a partir de las imágenes de la canción, puesto que Luis García Berlanga trataba con todo el cariño y ternura la ingenuidad de un pequeño pueblo que, por entonces, creía que ese país tan poderoso les iba a resolver las penurias con las que tenían que lidiar… hasta que la comitiva de los yankis atravesó el pueblo sin pararse un solo segundo para escucharlos.
Visitas: 59