sábado, diciembre 14, 2024
InicioColaboracionesSentimientos, emociones y violencia vicaria

Sentimientos, emociones y violencia vicaria

Aureliano Sáinz

Todos los seres humanos portamos un enorme repertorio de sentimientos, positivos y negativos, que nacen, aumentan y se desarrollan con nosotros. Todos, sin excepción: desde Taylor Swift a cualquier trabajadora de Mercadona; desde el estudiante que mira al futuro con incertidumbre al supermillonario jubilado que se broncea en las playas del Caribe; desde la concejala de un pequeño pueblo extremeño al presidente del Gobierno de la nación… Nadie está exento de llevar dentro de su cuerpo todo ese Universo de emociones del que nos hablan Rafael Bisquerra y Eduard Punset en el libro que lleva precisamente ese título.

Pero hay tres cuestiones previas a considerar. La primera es que las emociones (o sentimientos de los que hablaría Castilla del Pino) forman parte de nuestra intimidad: las sentimos cada uno dentro de nosotros y solamente nosotros las conocemos. En caso de querer comunicarlas, nos servimos de las palabras. De todos modos, con las palabras las podemos matizar, disminuir, disimular, engañar, tergiversar… porque, las emociones, insisto, no son transferibles, ya que siempre quedan en nuestro interior.

También, conviene apuntar que no todos tenemos los mismos sentimientos ante los hechos externos que pueden provocarlas. Así, mientras a algunos de nosotros nos horroriza y angustia ver cómo el ejército israelí masacra a niños en Gaza; otros, caso del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, seguramente sienten un placer morboso ver cómo se aniquila a los habitantes de Gaza, a los que ese ministro calificó de “animales humanos”.

La tercera cuestión habría que situarla en la exteriorización de las emociones, cómo se expresan ante los demás, porque hay algunos que ejercen un alto control de ellas, de manera que resulta difícil saber qué sienten, lo que nos lleva a imaginar que ciertas situaciones no les afectan. Podría poner el caso del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dado que su imagen y su talante comedidos nos hace pensar que ha construido una coraza que le protege de las invectivas externas, o que sabe disimularlas muy bien.

Y es que de los otros lo que podemos conocer son las manifestaciones externas; pero nunca sus verdaderos sentimientos, ya que solo ellos los saben de verdad, por lo que podemos deducirlos de lo que dicen con sus palabras, por los gestos corporales (especialmente los del rostro) o por sus acciones. Así, si tomamos, por ejemplo, la ira (que he destacado de ese universo de emociones) sabemos que puede pasar a la agresividad y que, en algunos casos, acaba transformándose en violencia, en cualquiera de sus formas: física, psicológico o simbólica.

Pues bien, toda esta introducción que he realizado se debe a que deseo hablar, brevemente, de la denominada violencia vicaria, ya que, peligrosamente, se está extendiendo en la sociedad del nuevo milenio en el que nos encontramos.

En el campo de la enseñanza, ha sido frecuente hablar de aprendizaje vicario, expresión creada por el pedagogo estadounidense Albert Bandura para referirse a aquellos comportamientos que se aprenden, no de manera directa, sino por la observación de otras conductas. Por ejemplo, es aprendizaje vicario lo que los niños ven realizar a sus padres, a los profesores o en otros mayores, por lo que se pueden convertir en formas a imitar, aunque no se les haya dicho nada sobre ellas.

Saltando al campo del Derecho, recientemente, se está empleando la expresión violencia vicaria para referirse a los casos en los que se hace daño a una persona con la intención de provocar un profundo dolor en otra con la que la primera está vinculada emocionalmente. Son, por ejemplo, esos casos terribles de padres que matan a alguno de sus hijos con tal de hacer daño a la madre por haber tomado alguna decisión, como sucede en casos de separaciones.

Pero la expresión de violencia vicaria no la debemos aplicar solamente en casos de violencia física extrema; también hay que entender que existe la violencia psicológica que en ocasiones puede alcanzar altos niveles de sufrimiento en quienes la padecen. Por ejemplo, cuando los padres reciben en su móvil una imagen de su hijo en la que se les dice que saben dónde estudia o trabaja y que se atengan a las consecuencias, les provoca una terrible angustia, pues no saben cómo actuar y atajar esta amenaza que les ha llegado.

Pues bien, he esperado a que finalizaran esos cinco días que se daba Pedro Sánchez de aislamiento para reflexionar sobre su futuro político. Por mi parte, quería saber qué comentarios se hacían en los medios de comunicación. Y he comprobado que según las orientaciones ideológicas se daban distintas interpretaciones; pero no he escuchado nada que estuviera relacionado con los sentimientos y menos aún con la violencia vicaria que podría estar sufriendo, tras la denuncia presentada por Manos Limpias, ese extraño seudosindicato cuya trayectoria es bastante oscura, y que fue aceptada por un juez, incluso sabiéndose que eran titulares de prensa, alguno abiertamente falso.

Ha habido, como he indicado, de todo tipo de interpretaciones y de descalificaciones. Es más, se le ha ridiculizado cuando manifestó que “estaba profundamente enamorado de su esposa”, como si un político tuviera que marcar una línea entre su vida pública y privada, de modo que dejara bien claro que en las actuaciones políticas no caben los sentimientos.

Voy finalizando. Como dije al comienzo, no nos es posible entrar en la intimidad de los sentimientos de cada cual, por lo que yo también puedo equivocarme; pero, tras conocer casos de violencia vicaria en los que ha visto derrumbarse a individuos a los que consideraba que tenían una fuerte personalidad, me hace pensar que también en el presidente del Gobierno pudo hacer mella una forma de violencia psicológica que algunos todavía no conocen, o que no quieren conocer ni saber hasta dónde llegan sus graves consecuencias.

Visitas: 1461

RELATED ARTICLES

1 COMENTARIO

  1. Muy intetesante reflexión, certera y magnífica alejada del runrún que muchos, muchos, muchos repiten como loros opiniones ajenas, sin el mínimo análisis propio, sin la mínima expresión propia, con menos neuronas que un loro.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Most Popular

Recent Comments

Marcelo Poyato en ¿Dónde está Alburquerque?
Marcelo Poyato Garcia en Alburquerque se suicida