REDACCIÓN AZAGALA
De la mano de Moisés Cayetano, el Colectivo Cultural Tres Castillos organizó, sin fondos pero con ganas y mucha ilusión, una jornada memorable en Alburquerque, un acontecimiento que, en el fondo, fue un canto a la libertad y a la democracia, al compromiso y también a la amistad. Todo eso se palpó en uno de los salones de Machaco y todo brotó de la charla de Moisés sobre la hermosa Revolución de los claveles, hoy tristemente irrepetible, aunque en realidad tampoco fue posible antes de aquel 25 de Abril de 1974 que asombró al mundo e hizo temblar a las dictaduras, entre ellas la española.
Francis Negrete tomó la palabra ante medio centenar de personas que se dieron cita, muchas de las cuales recogieron los claveles que la organización había dejado en cada asiento, como símbolo de aquella jornada que cambió la vida de Portugal. El director de AZAGALA insistió en pedir la medalla de Extremadura para Moisés Cayetano, porque nadie la merece más que un hombre que ha escrito tanto y tanto sobre la región: la emigración que la diezmó, las relaciones con Portugal, la historia de nuestra tierra, sus poetas, sus luces y sombras, y ahora el “hambre de tierras” de muchos de sus hombres, tarea en la que está ahora inmerso.
Francis recordó el compromiso de Moisés y de Gabriel Montesinos, allí presente, el último alcalde socialista de Badajoz, y la solidaridad de ambos con los trabajadores municipales de Alburquerque, porque ambos vinieron semana tras semana un año entero a dar la cara por la noble y justa causa de unos hombres y mujeres que padecieron en sus carnes las consecuencias de la política populista y ruinosa del vadillismo.
Luego habló José Manuel Leal, presidente de Tres Castillos, quien una vez más se desplazó desde Barcelona a Alburquerque demostrando la fortaleza del vínculo que le une con el pueblo que le vio nacer, pero también con la cultura, la libertad y el progreso de una localidad a la que han dejado hundida, pero que quiere resucitar de sus cenizas. Y el hecho de que allí estuvieran el alcalde Manuel Gutiérrez, el concejal de Cultura, Jesús Martín, y el portavoz y presidente popular, Luis Paniagua, fue una muestra de que las cosas están cambiando en Alburquerque y de que la unidad y la buena voluntad no son suficientes, pero sí necesarias para sacar al pueblo adelante. También estaba allí uno de los hombres que más ha trabajado y lo sigue haciendo por el porvenir de La Roca de la Sierra, Alfonso González, y otros miembros de los Combatientes, como Pablo Bozas, que bordó su desprendida colaboración en el sonido y los montajes del acto, Javi Carvajal, Emilio Martín, Esteban Santos, o el último fichaje, Antonio Maqueda, grande y comprometido, sensible y cercano.
Luego llegó Moisés y se centró no ya en los pormenores de aquel día histórico, el 25 de abril de 1974, sino también en el motivo que llevó a unos capitanes y militares jóvenes que tenían la vida resuelta a complicarse su estatus y su propia supervivencia para derrocar una dictadura, la más longeva de Europa, y para terminar con las guerras coloniales, con el maldito imperialismo, con el abuso sobre los débiles indígenas y para llevar la esperanza a Portugal.
Y remató esta jornada memorable un fadista de primera, Antonio Gonçalves, quien, acompañado por dos buenos guitarristas lusos, entonaron varios fados y el Grandola Vila Morena, que puso la guinda emotiva y nostálgica a una noche mágica.
FOTOGRAFÍAS: Mari Carmen Martín Serrano, miembro del Consejo de Redacción de AZAGALA.
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Me hubiera gustado haber estado para recordar la gesta de esos jóvenes militares, que tanto hicieron, en tan poco tiempo. Y, que toda Europa les está agradecida por hacer posible que la esperanza y la libertad fuese posible en ese pequeño pueblo llamado Portugal la tierra de mis padres. Que aprendan otro militares cercanos, que nada hicieron por la libertad durante la tremenda tempestad que asoló este país durante 40 años. Y siguen recordando al sanguinario sátrapa…