Aureliano Sáinz
Actualmente me encuentro asesorando una tesis doctoral en la que aparecen las mujeres que han destacado a lo largo del tiempo en el campo de la pintura, por lo que me ha parecido interesante que conociéramos algunos de sus nombres más relevantes, ya que siempre son pintores los que aparecen en los libros de historia.
Quisiera comenzar, intentando ser lo más breve posible, por la suiza Angelica Kauffmann (1741-1807), con el fin de que apreciemos sus valores pictóricos, que, a pesar de su enorme talento, estaban sujetos a los marcados por la sociedad que su época consideraba que eran adecuados al género femenino.
Para este artículo he consultado especialmente Seeing Ourselves. Women´s Self-Portraits (Mirándose a sí mismas. Autorretratos de mujeres)de Frances Borzello y Ellas mismas. Autorretratos de pintoras, de la escritora Ángeles Caso. De la propia Ángeles Caso, extraigo este comentario:
“Kauffmann fue una de aquellas niñas prodigio que tanto gustaban en el siglo XVIII, conocida desde muy joven por su talento para las artes plásticas y por su bellísima voz. Su educación había sido extraordinaria: su padre, Joseph Kauffmann, era un buen retratista austríaco, que la enseñó a pintar desde pequeña. Su madre, Cleophea Lutz, se ocupó además de su formación intelectual y del aprendizaje de idiomas”.
Curiosamente, un hecho que se repite en las pintoras pioneras es el respaldo familiar que reciben cuando sus progenitores comprueban el talento de sus hijas. Tengo que resaltar esto dado que, si no se cuenta con ese apoyo, difícilmente una chica podría entrar en un campo que se consideraba esencialmente masculino.
Una de sus temáticas preferidas era el retrato femenino, como podemos comprobar en el que Angelica Kauffmann se hizo a sí misma en el año 1784, es decir, cuando contaba cuarenta y tres años, y que he utilizado como portada del artículo.
Remitiéndonos a sus orígenes, tendría que apuntar que Angelica Kauffmann nació en Coire, capital del cantón suizo de Los Grisones, colindante con Austria. Tal como he indicado, la profesión de su padre fue crucial para su desarrollo artístico, puesto que comenzó a pintar desde muy joven. Con quince años ya realizaba excelentes retratos, y, aunque ella no se consideraba únicamente como retratista, lo cierto es que el dominio que llegó a adquirir es innegable, tal como podemos comprobar en el cuadro que lleva por título Retrato de una dama, realizado en 1780.
Las escenas de una artista del siglo XVIII estaban centradas en las que predominaba el mundo femenino, pues a pesar del prestigio que había alcanzado, dado que fue una de las fundadoras de la Royal Academy of Art de Londres, lo cierto es que contar con modelos masculinos en su taller de pintura resultaba bastante cuestionable socialmente para la moral imperante de entonces. Un ejemplo de este mundo de la intimidad femenina lo manifiesta el lienzo Tres hermanas, de 1795, cuando la autora contaba con cincuenta y un años. En el cuadro aparecen tres mujeres jóvenes que, muy cercanas entre sí, miran hacia un libro como si lo estuvieran leyendo.
Uno de los hechos más singulares de su biografía fue su primer matrimonio. Así, en 1757, contando con solo dieciséis años, se casa con un supuesto noble sueco, el conde de Horn, quien finalmente resultó ser un impostor, aparte de bígamo. Cabe entender el sufrimiento de Angelica al conocer que había sido engañada impunemente, ya que tuvo que esperar a la muerte de este personaje, en 1780, para anular a posteriori ese matrimonio.
Por entonces, las temáticas históricas o mitológicas obligaban a los pintores a tener sólidos conocimientos intelectuales, al tiempo que una gran competencia en el dibujo y la composición. Esto lo apreciamos en el cuadro Ariadna abandonada por Teseo, de 1774, en el que se aprecia un dominio de la figura femenina, plasmada con cierto lirismo y lejos del dramatismo que podía esperarse en la figura mitológica de Ariadna.
Quizás, el lienzo más exitoso de la artista suiza haya sido el que llevaba por título La artista dudando entre la Música y la Pintura, realizado en 1791 o en 1794, en el que vemos a la propia autora en el centro de la escena, rodeada por la musa de la Música y la de la Pintura, ya que estas dos manifestaciones artísticas fueron sus pasiones a lo largo de su vida.
Angelica Kauffmann mantuvo su fama y su prestigio a lo largo de su vida. Así, cuando falleció el 5 de noviembre de 1807 a los sesenta y seis años en Roma, donde se había instalado tras haber contraído un nuevo matrimonio con el pintor italiano Antonio Zucchi, tuvo un claro reconocimiento social, ya que su funeral fue organizado por el escultor neoclásico Antonio Canova, de modo que dos obras suyas fueron llevadas en procesión hasta la iglesia de Sant’Andrea delle Frate donde finalmente fue enterrada.
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Un artículo muy interesante ,está claro que el arte no tiene género, Es arte .