sábado, abril 19, 2025
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TRADICIONES Y COSTUMBRES POPULARES: Embarazo y nacimiento en Alburquerque

EUGENIO LÓPEZ CANO

Varios son los hitos que vienen a marcar el ciclo vital de una persona: el nacimiento, el bautismo, la confirmación, la primera comunión, la profesión, el noviazgo, el matrimonio, la viudez y la muerte, a los que hay que añadir, en el caso de las mujeres, la primera menstruación y el embarazo, y en el de los hombres, la entrada en quinta y el servicio militar cuando ocurría.

  En este caso, como resumen, nos vamos a centrar en tres tránsitos cruciales de la vida: el nacimiento-bautizo, el noviazgo-matrimonio y la muerte.

  Como ya hemos dicho en otras ocasiones, los ritos y costumbres que se plasman en este capítulo, perdidos por razones sociales y económicas, abarcan desde bien entrada la segunda mitad del siglo XIX hasta la década de los sesenta de la centuria siguiente. Hay que pensar que dichos comportamientos que forman parte de la memoria colectiva, quizá con siglos de existencia, vienen recogidos por quien suscribe de algunos informantes que nacieron a principios de la pasada centuria, entre el aprendizaje de sus antepasados y el mío propio, nacido a las puertas de la mitad del siglo XX, testigo a la vez de unos hábitos que en cuestión de pocos años han ido desapareciendo prácticamente de la sociedad alburquerqueña.

EMBARAZO Y NACIMIENTO

Desconozco si en Alburquerque ha existido algún tipo de rito, o de infusiones, a los que hayan recurrido las mujeres para ser fecundadas. Algunos informantes sospechan que lo más seguro es que hubiera algo; en cambio sí se conocen ciertas supersticiones o creencias alrededor del embarazo, para bien o para mal, tales como promesas a santos y vírgenes -las del Carmen o de Carrión-, o las de beber ciertas aguas, en el primer caso, y el mal de ojo, o la ausencia de placer, sobre todo en la esposa, en el segundo, así como consejos para quedar embarazada recomendando en este caso como  mejor posición la de tendida de espaldas con elevación de caderas, y a cuatro patas, también conocido por estilo perrete.

  A la mujer que no tenía o no podía tener hijos se le solía llamar despectivamente jorra (1) o machúa (2), puesto que siempre se pensaba que era la mujer, y no el hombre, la que no servía, o lo que es lo mismo, la que tenía culpa de no quedar embarazada.

  Durante el periodo de gestación, las mujeres de casas más o menos acomodadas solían gozar de un cuido especial tanto en la comida como en la higiene, y lo mismo en la vestimenta como en los paseos; en cambio nada de esto ocurría entre las clases más necesitadas, ya que en estas circunstancias las mujeres ayudaban no sólo a sus maridos, sino que también atendían a las tareas del hogar, algunas hasta el mismo día del parto. Sin embargo, en los antojos y otras supersticiones eran muy similares. En el primer caso, los deseos tenían que ser hechos realidad porque de lo contrario al niño le podría salir manchas o antojos en la piel con la figura de lo deseado y no cumplido. En lo que respecta a las supersticiones, algunas madres solían llevar reliquias y amuletos para que les ayudaran en el embarazo y en el parto. Los amuletos eran muy variados, abundando las medias lunas cogidas con imperdible, o colgadas al cuello, o en pulsera, o como pendientes.

  Si el niño fallecía la familia no solía ponerse luto ya que se decía que se le quitaba la Gloria. El luto empezaba a llevarse a partir de los seis o siete años del difunto.

  Cuando la embarazada estaba a tiempo de dar a luz se decía que estaba en días contados. Las visitas entonces se despedían de la futura madre con la siguiente frase: Bueno, hija, que tengas suerte, y que sea una horita corta.

  Cuando no existían las condiciones sanitarias de hoy, el médico o la comadrona, a veces los dos, según la importancia o la amistad que les unía con los dueños de la casa, asistían al alumbramiento en la misma vivienda de la parturienta.

  Una vez dado a luz, la madre se recluía en la casa hasta pasado los ocho días después del parto, el mismo tiempo que se tenía como máximo para bautizar al infante. Por supuesto tampoco asistía a dicha ceremonia en señal de vergüenza y de pecado. Una vez transcurridos los días señalados, la madre iba inmediatamente a escuchar misa, a ser posible en la iglesia de Santa María del Mercado para darle las gracias a la Virgen del Carmen, costumbre ésta que tarde o temprano acabaría por hacer. Pasado el tiempo, sin fecha determinada, se tenía por costumbre encaminar sus pasos hacia la ermita de Carrión (3) para presentarlo ante la Patrona, levantándolo en alto, a fin de que le protegiese bajo su manto de toda enfermedad y pecado.

  Durante la cuarentena, en las casas pudientes, o más o menos acomodadas, la parturienta se ponía a dieta (se decía que estaba de dieta) consistente en caldos de gallina vieja (4) y batidos de huevo. Durante este tiempo se le prestaba un cuidado especial, hasta el punto de prohibirle en ocasiones salir de la habitación e incluso lavarse y peinarse. En el primer caso por temor a que cogiera frío y se constipase, y en el segundo, por creer que las púas del peine le podrían hacer daño en la cabeza. Por el contrario, en las clases más necesitadas, las mujeres se incorporaban enseguida, o lo más pronto posible, a la vida rutinaria.

  Un prototipo de dieta en casas acomodadas lo tenemos en el siguiente menú: para desayunar, chocolate con dulces, preferentemente bizcocho; a media mañana, un caldo de gallina vieja; para merendar, sopa y media gallina (en las familias con menos poder adquisitivo, un cuarto de ave); por la tarde, de merendisca, un vaso de leche con dulces, y de cena, sopa, tortilla rellena y fruta del tiempo o flan de huevo.

  Los niños eran amamantados por sus madres. Cualquier lugar era idóneo para tal oficio, lo mismo en privado que en público; en este caso la madre tenía la precaución de llevar consigo un pañolito para taparse el pecho; en las clases más bajas las madres por lo común adolecían de tal discreción y ofrecían sin pudor el pecho a su hijo, sin que nadie se escandalizara, a pesar de convivir en una sociedad tan pudibunda.

  Si la madre tenía poca leche, o no era de buena calidad, se complementaba con leche de cabra o de vaca, y también con la de otra madre que estuviera criando, la cual al ordeñarse en el recipiente que traían, le servía al mismo tiempo de alivio al descargar el peso de los pechos, gesto por el que nunca se cobraba remuneración ni aceptación de regalo alguno. Aun así, la persona receptora solía agradecérselo de alguna forma, normalmente con algún detalle sin importancia o con algo que reparara sus necesidades.

  Cuando no podía darle de mamar, se tendía a buscar a alguna mujer de confianza que estuviera criando en esa fecha para suplir a la madre en tales menesteres. A esta mujer se le conoce como ama de cría, y tenía de por vida un trato de favor en la casa, al igual que al niño con el que compartía la leche materna, al que se le conoce por el nombre de hermano de leche.

  Los niños solían destetarse muy tarde, algunos hasta bien mayores, teniéndose noticias de niños con tres y hasta con siete u ocho años que esporádicamente estuvieron mamando hasta edad tan tardía. Para consolarlos se les daba un chupete llamado muñeca de paciencia, consistente en un trapo en cuyo interior se envolvían paciencias o peos de monjas, también llamados, por aquello de aliviar el nombre, besitos de monjas.

  Cuando se les daba la papa, las madres, lejos de cualquier norma de higiene, tenían por costumbre meterse la cuchara en la boca para comprobar su temperatura.

  Los niños aprendían a andar a gatas, en andaderas de mimbre, o simplemente arrastrando una silla de enea, tumbada, agarrándola por las patas.

  Como los libros de bautismo no indicaban exactamente la edad de la persona, para evitar este vacío legal se creó en 1870 el Registro Civil. La primera inscripción en dicho libro se realizó «a las ocho de la noche del día veinticinco de febrero de mil ochocientos setenta y uno«, siendo Juez Municipal don Román Duarte y Secretario don Miguel del Pozo.

  A los tres días del nacimiento, el padre debía inscribirlo en dicho Registro. El nombre del primer niño le correspondía a la madrina. El siguiente, de llevar varios nombres, el primero se le reservaba al abuelo, el segundo correspondía al del santoral de dicho día y el último, al padrino. Había niños que adoptaban el nombre de la Patrona, llamándose Carrión, Carriona o María de Carrión, y otros tomaban, sin más, el nombre del santo del día. A veces ocurría que el padrino, a quien le correspondía inscribirlo en la Iglesia, por capricho o pequeñas venganzas familiares, le daba otro u otros nombres que nada tenían que ver con los del Registro Civil, lo que daba lugar a conflictos entre familiares y amigos, así como inconveniencias en el futuro cuando se necesitaba sacar ambos certificados, y ninguno coincidía.

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NOTAS

1-Horro-rra: Según la Real Academia, hembra de ganado que no queda preñada.

2-Machorra: Hembra estéril / Fam. Marimacho.

3- Si era por promesa, solía hacerlo andando o descalza a partir de un lugar determinado.

4- Se dice que «la gallina vieja es la que hace el caldo«.

5- Dulce en forma de botón mediano, hecho con pasta de galleta y grano de anís.

PORTADA: Imagen de Alburquerque/ Foto EDWARD COOPER

FOTOGRAFÍA 2. Cuatro generaciones nos contemplan; o lo que es lo mismo, cuatro jirones más de sabiduría que se nos quedaron enganchados en la desidia; un despilfarro histórico al que nadie, por desgracia, le pone remedio (Autor: desconocido. Año: a finales del siglo XIX o principios del XX. Cedida por Julián Cano Izquierdo)

RESTO DE FOTOS: Embarazos en casas privadas con médicos o comadronas, supersticiones acerca de embarazos y amas de cría.

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