sábado, diciembre 14, 2024
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EL PATRIMONIO DE ALBURQUERQUE. Pozos, fuentes y pilares (II)

EUGENIO LÓPEZ CANO

Las mujeres solían acarrear el agua en botijas (cántaros pequeños, con una sola asa), asaos (vasija de barro, alta y con dos asas) y cántaros de barro, de latón o de cinc, sobre todo estos últimos, con un peso de dos arrobas, efectuándose el transporte de la siguiente forma: al cuadrí(l), o cadera, sobre la cabeza, ayudándose de una rodilla (almohadilla forrada con tiras de paño), o de ambas formas a la vez, las menos, según las necesidades familiares y siempre de acuerdo con la fuerza o capacidad de sufrimiento de la persona, en especial para quienes se veían obligadas a volver repetidas veces a la fuente para ayudarse con la venta del acarreo, previamente contratado.

  Para hacer más liviano el viaje solían existir, mediada la cuesta, y en las cercanías de las primeras casas, unos descargaderos, a modo de bancada, mandados a construir por el propio Ayuntamiento, quien además se encargaba de su conservación. La obra consistía en un tosco muro fabricado con mortero de piedra y cal, de aproximadamente 3 metros de largo por 1,5 de alto y 0,5 de ancho.

  Tres eran los lugares destinados a tal fin a ambos lados del Puerto de Albacar, en cuya ladera septentrional se asienta el caserío: uno, en la parte de la Zafra, al Norte, y dos en el Barrio, al Sur, coincidiendo al respecto con las cuestas más pronunciadas de las fuentes La Dehesa y El Caño. El primero de ellos se hallaba en la calle Arrabal Chico, frente a la Puerta de Valencia, y los siguientes, uno al final de la calle Duque, iniciando la subida al Cerro del Mesón, y otro, conocido por Los Descargaderos, al inicio de la calleja Pozo del Concejo, en la confluencia del Camino Real de Badajoz y la calleja Santa Lucía.

  En el resto de los hogares el abastecimiento de agua potable se efectuaba a través de los aguadores que realizaban la venta ambulante con uno o varios borriquillos provistos de aguaderas de cuatro cántaros, a cuyo guía solían acomodarle una campanilla para anunciarse al compás de los cascos sobre la calzada. De su importancia deriva el que muchas calles y lugares hayan adoptado el nombre de alguno de estos elementos: las calles Pozo de las Pilas, Pozo del Concejo…, las callejas El Pilar, Fuente Santa, Fuente del Corcho

  Cuando en otros pueblos se preocupan de conservar con verdadero orgullo su historia y costumbres, en esta Villa nos hemos ido convirtiendo poco a poco en testigos mudos de la desaparición o mutilación total o parcial de nuestro cada vez más escaso patrimonio cultural. Así, por ejemplo, y limitándonos tan sólo a los elementos públicos que nos ocupan, recordar muy someramente aquellos que, en un afán absurdo de destrucción, han sido alterados o borrados sin más de la faz urbana en aras, dicen, del «progreso», o por mor del capricho personal del político de turno.

  Comenzando por los más antiguos, destacar, entre otros, la desaparición de la fuente o pozo y pilares de la Puerta Nueva, El Concejo y Los Camineros, así como los pozos de la plaza Ntra Sra de la Soledad y los de las calles La Alameda y Moreno Nieto. Más recientemente, entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta, se aterraron los pozos del antiguo cementerio de San Albín y El Pilar, privando de sus pilas a los de El Matadero y Las Pilas, al tiempo que se derribaron algunos brocales, sustituyéndolos por ridículas tapas de cemento a ras del suelo, como los pozos El Concejo y El Pocino o pozo La Callejina, o en el «mejor» de los casos cubriéndolos con vigas y cemento como los pozos Blanco y La Higuera. En otros, sin embargo, se han respetado con buen criterio sus estructuras originales dejándolos al aire como la fuente Nueva y los pozos El Conejo y San Blas, o cubriéndolos con reja de forja con puertecilla para el caldero, como los de Alcántara, Panda, Matadero y Las Pilas.

  Por último, y como digno de ser recordado, apuntar ciertos detalles de la vida de Juan Ruíz de Arce (1507-1570) a su regreso de la conquista del Perú, narrado por testigos que frecuentaban su casa de Alburquerque: «…tenia doce escuderos que le servian a la mesa y ademas muchos criados, pajes, lacayos, escuderos, negros y esclavos; armeria y gran vajilla de plata y oro, muchas mulas a su servicio y los cantaros que enviaban a la fuente todos eran de plata de mucho valor…».

Refranero:

– Febrero mató a su madre en el lavadero y a su padre en el leñaral (hielos y tormentas).

– Las tardes de agosto, ni a por agua al pozo

– Septiembre, o se lleva los puentes o seca las fuentes.

– Por buena que sea la lavandera siempre se moja la delantera.

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