Antonio Maqueda
Ningún patrón dejaría caer su más preciado tesoro, su propio barco. Pero si se descuidara, ahí habría un capitán, un maestre, un contramaestre, un timonel…, junto a unos marineros, toda una tripulación que debería hacerse cargo de denunciar el problema, de reclamar una solución, de poner el barco en buen rumbo otra vez. Dejar que el barco se vaya a la deriva sería de una irresponsabilidad inimaginable cuando el barco es, además, de todos, pues en eso se resume el concepto de patrimonio público. Algo de todos. Nunca, algo de nadie.
Ni más sin menos que eso es lo que ocurre en no pocas ocasiones con la gestión del patrimonio arquitectónico público, de nuestros mejores tesoros, de esos símbolos que nos identifican -como es el caso del Castillo de Luna en Alburquerque- que parecieran no ser nadie, cuando son algo ¡de todos! Quizá los encargados del buen rumbo de este buque insignia de Alburquerque necesiten un toque de atención, incluso un empujón para tomar las decisiones adecuadas. Ahí seguro que sabrán estar todas las instituciones, asociaciones, colectivos, vecinos, simpatizantes de la causa, arrimando el hombro y el alma para que una torre tan alta nunca pueda caer, sino que luzca fuerte, para que siempre pueda ser un punto en lo alto al que mirar y pensar: “¡Mereció la pena!”.
Nos están llamando, como marineros que somos todos de ese barco, de este barco que desde las alturas pasa por momentos de desorientación, cúspide como sigue siendo de todo el entorno, un Castillo de Luna desde el que se otea la geografía, pero también el futuro. ¡En este barco vamos todos! Toda la tripulación ha de salvar, en lo alto de ese mar, las nieblas que se presenten, las ventiscas que azoten sus muros, los elementos que lo puedan acabar deteriorando, esperemos que nunca derrumbando.
Nos están llamando a su defensa, la del Castillo de Alburquerque, símbolo, pero también realidad del bienestar de una sociedad, de una comunidad local, comarcal, regional y estatal que ha de preocuparse, e implicarse, por su propio patrimonio, reclamando que quienes pueden y deben hagan lo que pueden y deben. Cuestión de prioridades, sí, pero si salvar identidades, aunar fuerzas en torno a lo que nos une no es una prioridad, entonces, ¡apaga y vámonos! Y eso nunca…, hay que encender todas las luces que hagan falta y quedarse… Y luchar por el Castillo.
La preservación del Castillo de Luna lo merece y lo vale. Por ello es necesario acudir a la manifestación del viernes 18 de octubre, a las 8 de la tarde, en defensa de este magnífico patrimonio alburquerqueño, comarcal, extremeño, nacional y de la humanidad. Porque, como dice el cantor, “la vida no vale nada si yo me quedo sentando después que he visto y soñado que en todas partes me llaman…”.
En este caso, en la fecha y hora marcadas, nos llaman al Paseo de la Alameda, a defender nuestro Castillo, de todos, pero, sobre todo, de los alburquerqueños. ¡Allí nos vemos!
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