Aureliano Sáinz
En la memoria de los buenos aficionados al cine quedan aquellos carteles pintados que se mostraban a la entrada de las salas en las que se proyectaban las películas y que hacían las delicias de quienes acudían a verlas. Incluso, algunos tuvieron la curiosidad de aprenderse el nombre de los que los firmaban, más allá de atender a quienes las dirigían o las protagonizaban. Y si hay un nombre como verdadera referencia de los carteles de cine de la segunda mitad del siglo pasado ese es Francisco Fernández-Zarza (1922-1992), quien firmaba sus trabajos como JANO.
Pienso que, aunque algunos no sepan nada de este autor, dada su relevancia como dibujante y diseñador de nuestro país, conviene dar una cierta información de la exposición antológica llevada a cabo en la Biblioteca Regional de Madrid, ubicada en la antigua fábrica de cervezas El Águila. Hemos de tener en cuenta que, a partir de 1947, fue el creador de más de tres mil carteles cinematográficos que realizó en su estudio de Madrid, su ciudad natal, labor que nunca dejó hasta el año previo a su fallecimiento acontecido en 1992.
Pero su trabajo no solamente fue el realizado con los carteles de cine, sino también los publicados en cómics, portadas de libros, caricaturas para la prensa y, de modo muy especial, sus ilustraciones o viñetas de personajes del Madrid de su infancia, dado que JANO fue un polifacético pintor y dibujante autodidacta, afición que se manifestó desde muy pequeño, cuando a los cinco años envió un dibujo a una revista y que vio publicado.
Tal como he indicado, su primer trabajo que diseña como cartelista fue, contando 25 años, para la película ¡Ay, Jalisco no te rajes!, protagonizada por el cantante mexicano Jorge Negrete. En este cartel ya manifestaba sus grandes dotes de retratista de los personajes que protagonizaban las películas a partir de las fotografías en blanco y negro que recibía y que él las reinterpretaba a color, al tiempo que mostraba sus aptitudes para la caricatura.
Fueron numerosos los carteles originales los que se exponían en esta selección de su obra. Me llamó especialmente la atención el que su primer trabajo para el cine estuviera al lado del que posteriormente realizara para ¡Bienvenido, Míster Marshall!, la inolvidable y magistral película de Luis García Berlanga, que los niños y mayores de aquel entonces pudimos ver en la década de los cincuenta.
Los esquemas temático y compositivo de los carteles de JANO, muy condicionados por los intereses de los estudios fílmicos, eran bastantes sencillos, dado que en ellos se veía a los protagonistas, sea en figura completa (Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí) o de plano medio y de rostro (Fernando Fernán Gómez y Conchita Montes en El último caballo), acompañados de escenas de fondo. Todo ello se completaba con la tipografía del título de la película a gran tamaño.
Un caso excepcional, dentro del esquema compositivo, corresponde al cartel de la película Surcos, del director José Antonio Nieves Conde, ya que se muestra una imagen conceptual del contenido narrativo del filme. Así, tras el perfil de una gran ciudad al fondo, se muestra saliendo un personaje fantasmagórico que amenaza a unos campesinos que tienen que abandonar sus raíces rurales para emigrar a esos espacios tan desconocidos para ellos como son las grandes urbes. Pero, en este caso especial, esta imagen fue creada para su distribución de la película en el extranjero, por lo que no tenía sentido destacar a unos actores que fuera de nuestras fronteras no eran conocidos.
La evolución gráfica y estética de JANO que se produce con el paso del tiempo se aprecia en estos los carteles protagonizados por dos artistas de gran fama por aquella época: Lola Flores y Sara Montiel. El primero corresponde a la película Lola Torbellino, del año 1956; el segundo, Tuset Street, de 1968, sigue los patrones estéticos de la psicodelia, muy en boga en los ambientes musicales y juveniles de esa década.
No quisiera cerrar este breve recorrido por la obra de Fernández-Zarza sin hacer mención a sus dotes como retratista de personajes célebres de aquellos años, dado que una parte de la exposición estaba dedicada a esta faceta, especialmente la relacionada con los actores y actrices que por entonces eran admirados por los amantes del denominado séptimo arte.
También cabe recordarle en su faceta de ilustrador de personajes de los ambientes populares del Madrid de su infancia, puesto que su pasión por el dibujo y la ilustración, tal como he apuntado, nacieron de los que ahora denominamos cómics, pero que por entonces tenían el nombre genérico de tebeos, término derivado del inolvidable TBO que marcó los inicios de las revistas de historietas de humor que hacían las delicias de los niños, y no tan niños, de décadas pretéritas.
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