EUGENIO LÓPEZ CANO
El hombre, desde el principio de los tiempos, ha rendido un especial culto a lo desconocido, sobre todo a los fenómenos naturales, creyendo ver en ellos influencias sobre el destino y la suerte de las personas.
Aunque el sol ha sido el astro por excelencia, dios benefactor de la luz y la vida («el sol noh trae, la luna noh lleva«), es ésta, sin embargo, por el poder oculto que se le confiere debido quizás a las diversas transformaciones que experimenta en las distintas épocas del año, la que ha tenido en realidad una mayor y singular atracción entre los pueblos más recónditos y apartados de nuestra geografía.
El culto pues a la luna se encuentra en todas partes, mezcla de religión y paganismo, de temor y respeto. De ella, se cuenta, provienen todos los males que afligen al ser humano, y en especial a los faltos de juicio y otros enfermos, creando en torno suyo sin embargo una serie de ritos y magias por las cuales los malos designios se transforman en buenos («Tres somos de la raya, / dos de Alburquerque / y la capitanita / de Valdefuentes«).
Así, el hecho de dormir con la cara descubierta a su luz es presagio de enfermedades como la locura, el reumatismo o la jaqueca, entre otras * Cortarse el cabello en cuarto creciente, crece enseguida, y al revés si es en cuarto menguante * Es creencia muy antigua de que la luna en la noche de San Juan mataba a un moro o a una mora, y que posteriormente durante las fiestas de este santo, habría de morir un mozo o una moza, o ambos a la vez * Su obscuridad es señal de lluvia, y, por el contrario cuando la misma lleva cerco, escampa; se dice: «El serco del sol le moja’l culo al pahtó, y el de la luna se lo’njuga«), a la vez que «luna nueva y con troná, trenta díah d’inverná«.
* Las embarazadas, a partir del séptimo mes, en luna llena, son propensas a que se les adelante el parto * La carne expuesta a su luz termina pudriéndose y llenándose de gusanos * El carácter de las personas está íntimamente ligado a la misma, llegándose a decir de alguien «qu’ehtá de buena o mala luna» cuando goza de buen o mal humor * Absternerse de mirar fijamente a la luna, sobre todo en plenilunio, en especial los niños, so pena de enfermar de fiebres «incurables y malignas«; se dice a propósito: «La que te coge vasía te revienta, con que si te coge llena…» * Las madres solían colgarse del cuello una media luna para que el pecho no se alunara (cortarse la leche, o perder sus propiedades) y el niño siguiese mamando; colocarse en la frente una rodaja de pepino, impide que seas cogío de la luna.
Para saber si una persona estaba o no cogida de la luna se derramaba agua en un plato, haciendo por tres veces la señal de la cruz sobre el mismo, al tiempo que se vertían tres gotas de aceite, y se decía: «Luna, por aquí pasahte y la salú de (se dice el nombre de la persona) te llevahte. Luna, por aquí volvihteh’j’a pasá y la salú de (vuelve a decirse su nombre) dejahte«. Al finalizar se rezaba un Padrenuestro. Si el aceite se esparcía en el agua, el enfermo estaba cogido de la luna, y si por el contrario las gotas quedaban tal y como fueron vertidas, la persona indicada estaba libre de haber contraído dicha enfermedad.
Con posterioridad he conocido que tal poder sólo se transmite de mujer a mujer, y de mayor a menor edad, así como la siguiente forma curativa. Excepto el agua que se derrama en un plato y las tres gotas de aceite en el mismo, así como su significado según se esparcían o no, el resto del ritual es distinto. En este caso antes de comenzar, y también al final, se hace la señal de la Santa Cruz sobre el agua y el aceite, y mejor todavía sobre la persona que ha sido cogida de la luna puesto que «hase mayor efehto«, al tiempo que se rezan tres Avemaría y un Gloria. La oración es como sigue: «Por aquí pasó la luna de Dióh, y el coló de (se dice su nombre y dos apellidos) se llevó, y el suyo dejó. En el nombre de Dióh y de la Virgen María, por aquí volverá pasá, y el coló de (se repite el nombre y apellidos) dejará, y el suyo cogerá«.
Esta ceremonia, para mejor efecto y ejecución, debe realizarse a ser posible en presencia del enfermo, aunque también puede hacerse, quien «tenga ese poder«, estando ausente (incluso por teléfono), siendo no obstante requisito imprescindible, como dijimos, haber recibido y aprendido la práctica y enseñanza de este tipo de sortilegio de otra persona de más edad que ella.
Para librarse de su malignidad se utilizaba un amuleto de oro o plata, en forma de media luna, conocido por el nombre de luneta, o también una mano con el puño cerrado y el dedo pulgar hacia arriba, que se hacían prender al cuello de las personas, al igual que a los recién nacidos, llegando incluso a conservarlos a lo largo de su vida. Al mismo tiempo, y si la familia poseía medios económicos suficientes, se reforzaba, por creer que el efecto era mucho más eficiente, con una pulsera de coral.
Así pues, como digo, la luna está presente en todas y cada una de las distintas manifestaciones de la vida del individuo. A título de ejemplo, y para finalizar, tan sólo haré alusión a dos de las bombas que se recitaban en el antiguo Fandango de Alburquerque: «La luna me trajo, / otra me llevará, / niña d’Alburquerque, / sé tú’l’lusero / con quien m’he de casá«; y aquella otra: «En Alburquerque me cogió la luna; / me dieron fiebreh y ehcalofrioh, / pero son tus ojoh loh que m’han prendío«.
PORTADA: Victoria Castro, rezando la luna.
FOTO 2: Los pozos, como éste de Alcántara, en la Villa Adentro, han sido en todas las épocas fuentes de leyendas y supersticiones. El silencio del eco y la negrura del agua nos traen a la memoria voces antiguas que nos hablan de espíritus, conjuros, hechizos y demás hechos extraordinarios (Don Aurelio Cabrera Gallardo. Año: alrededor de 1925. Cedida por doña Rosario Cortés Huertas)
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