EUGENIO LÓPEZ CANO
Antes de la boda tenía lugar la despedida de soltero, organizada por los amigos del novio. La fiesta, regada abundantemente con bebida alcohólica, giraba en torno a conversaciones, chistes, canciones y bromas relacionados con el sexo. Muchas de ellas acababan en el prostíbulo, entonces sito en las traseras de la calle Piedra del Berrocal.
La novia no participaba de la despedida de soltero, ni organizaba algo por el estilo. En ese día se juntaba con las amigas y familiares en casa y se entretenía en enseñarles el ajuar, previamente expuesto en una habitación.

Las invitaciones se hacían de palabra, generalmente por parte de los padres de los novios, y éstos a su vez a algún amigo íntimo. En la actualidad se ha generalizado el uso de la tarjeta donde se hace constar el nombre de los contrayentes, a veces el de sus padres, el lugar y fecha de la boda, así como el restaurante donde tendrá lugar el banquete. A diferencia de otros tiempos, ahora el número de invitaciones a amigos de los novios suelen superar fácilmente al de los familiares.
Los padrinos tenían por costumbre regalarles a los novios algo en común, ya fuese dinero, la matanza para el año, o algún objeto para la casa, llámense muebles o utensilios. Los invitados también les hacían regalos consistentes en detalles para el nuevo hogar, dinero o vianda con objeto de servir de ayuda y sufragar en algo los gastos del banquete.
Mientras tanto, y hasta la boda, se entregaban al blanqueo y aseo de las respectivas casas, invitando de nuevo a familiares y amigos para que les ayudaran en la confección de los distintos platos de comida y repostería.

Este banquete, que en épocas anteriores venía haciéndose en perfecta armonía, con posterioridad se vieron obligados a celebrarlo cada uno en su casa en evitación de diferencias que terminaban por surgir entre una familia y otra, excepto en el caso de que el novio fuera forastero, ya que el banquete se celebraba siempre en casa de la novia. Actualmente las familias respectivas se ponen de acuerdo para decidir el restaurante y el menú, y cada parte corre con los gastos de sus invitados.
Era costumbre regalar a los vecinos y amistades una bandeja de dulces, semejando un canastillo de flores, adornada de la forma siguiente: en el centro, tres buñuelos a modo de bonete, llamados de pandereta, y dos dulces más a cada lado conocidos con el nombre de nuégados. A su vez, en correspondencia, la persona receptora la llenaba de chorizo, azúcar y otras especies, las cuales por, regla general, iban a engrosar la despensa de los futuros esposos, y en otros casos, según las necesidades, acababan por consumirse en los días inmediatos a la boda. Durante este tiempo la novia permanecía en su casa sin salir.
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PORTADA: Contraer matrimonio significaba entonces no sólo el día más feliz de sus vidas sino también, siguiendo la tradición de sus ancestros, una forma de asegurarse el futuro para la mujer, y por otro lado el cuido personal y de la casa para el marido (Autor: desconocido. Año: 1947. Boda de mis tíos Angelita e Ignacio. Junto a ellos, y en brazos, el autor de estas líneas, con dos años)
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