EUGENIO LÓPEZ CANO
Habría que trabajar mucho para concienciar a los vecinos de Alburquerque de que todo el conjunto histórico-artístico, al igual que el entorno que nos rodea tiene que ser protegido, puesto que en realidad sólo somos meros depositarios y por tanto es nuestro deber ineludible salvaguardarlo por el hecho de ser responsables ante la Historia y las futuras generaciones.
Como primer paso sería conveniente crear una Comisión Local de Patrimonio Artístico y Monumental, desde la cual se desarrollara una labor de defensa y salvaguarda de nuestro patrimonio cultural, elaborando una normativa municipal que determine los elementos constructivos que caractericen nuestros valores arquitectónicos populares, así como la creación de los mecanismos legales para su cumplimiento, evitando el deterioro de nuestra arquitectura popular observada tanto en las construcciones como en el entorno que las rodea, tales como zócalos de baldosines o mosaicos de vivos colores; tejados de uralita vista; puertas y ventanas de aluminio; herrajes exentos de pintura negra; desaparición del encalado en las fachadas; utilización del recinto amurallado para los más diversos usos; casas adosadas a la muralla; pavimentación de calles que recubre el empedrado tradicional; desaparición de veletas, portales y escudos heráldicos; fachadas de piedra blanqueadas; persianas de plástico de los más inimaginables colores; cornisas y molduras por azulejos de cocina y aseo, etc.

Si se llega a crear de dicha Comisión Local de Defensa del Patrimonio, me permitiría señalar algunos puntos.
a) Evitar las construcciones de zócalos, o en su caso que el enlucido o encalado de los mismos sea en blanco mate, o piedras naturales sin labrar (caliza clara o granito claro).
b) Enlucidos: Blancos (de cal o pintura mate blanca), lisos o picados. Los remarques de puertas y ventanas de igual material que los zócalos.
c) Porterías y ventanas: Serán de madera u otro material que den aspecto de madera y estarán en consonancia con las demás de la calle.
d) Herrajes: Serán de hierro, pintado en negro.
e) Cubiertas: Teja roja árabe u otros materiales, siempre que estos no se vean desde la calle; de ser así llevará un antepecho que los tape.
f) Fachadas: No revestidas de azulejos.
g) Persianas: Serán de madera y pintadas de verde.

Y ya en otro campo, cabría tener especial cuidado con nuestro entorno paisajístico y urbano, del que podríamos señalar que son pocos los pueblos de Extremadura que pueden enorgullecerse de poseer el formidable paisaje que Alburquerque ofrece a todo aquel que se acerque por estas tierras. En defensa del mismo, podríamos anotar ciertas apreciaciones:
1º. Desterrar del magnífico paseo Las Laderas ese bosque extraño de eucaliptus que esquilma el terreno, ahuyenta a las aves, evita el paisaje y hace insufribles las horas de calor, aprovechando en este caso la madera para hacer bancos y contrafuertes que sirvan para ensanchar el paseo y evitar con ello el empobrecimiento del terreno como se viene observando en ciertos sectores del mismo, iniciando una repoblación forestal con árboles que eviten dicha erosión y aumente con ello el valor paisajístico.
2º. Potenciar ciertos lugares de esparcimiento, colocando mesas y bancos de troncos de deshechos a modo de merenderos, en sitios tan cercanos como la Cruz de San Blas.

3º. Reformar el paseo La Alameda, recuperando a ser posible los bancos que se hayan deteriorados o sustituyéndolos por otros de piedra, farolas que no rompan el entorno, macetas, una fuente a cada lado del paseo para así determinar quizá la idea que se tenía para estos tipos de paseo, llamados precisamente alamedas, etc.
4º. Convertir la Plaza España en un jardín para niños, con fuentes de agua potable, bancos, naranjos, juegos, etc.
Por tanto, y en evitación de que desaparezcan nuestros valores estéticos, sólo me queda aconsejar que todo aquello que sea digno de conservar nunca se altere bajo ningún concepto, y en el caso de que hayan de realizarse nuevas construcciones, que se realicen de forma que jamás rompan el entorno, puesto que de ocurrir así pondríamos en peligro de hacer desaparecer para siempre nuestra propia identidad al perder con ello nuestras formas constructivas tradicionales.
Y como punto final, y para evitar la desaparición de nuestros valores culturales más significativos, me atrevería a aconsejar la protección inmediata de las pinturas rupestres de los riscos de La Caraca y de San Blas, así como la Piedra de las Herraduras y tantos otros restos de nuestros antepasados más primitivos, por hallarse en el más absoluto de los abandonos, propios para el hurto y destrucción a manos de irresponsables, solicitando desde estas páginas la creación urgente de un museo local en el que tenga cabida nuestro patrimonio cultural, en toda su extensión, como protección del mismo y para contemplación y observación de los estudiosos.
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