EUGENIO LÓPEZ CANO
Antes de celebrarse el acto nupcial existían en la época que cito, es decir desde finales del siglo XIX hasta mediado el siguiente, una serie de ritos y costumbres, referidos en este caso al noviazgo y a los preparativos de la boda, ya perdidos prácticamente en su totalidad, que bien vale la pena conservarlos más allá del recuerdo. Por tanto intentaremos describir en primer lugar lo que significaba el noviazgo en aquel tiempo, muchos de cuyos rituales llegué a conocer, e incluso a vivir en primera persona hacia finales de la década de los sesenta.
El noviazgo solía surgir entre amigos y vecinos, y en algunos casos entre primos hermanos y de acuerdo con compromisos adquiridos por los padres respectivos, lo que en el argot popular se conoce por casamiento de conveniencia. Es corriente en las mujeres, y menos en los hombres, casarse con forasteros, en otros tiempos mal visto por los mozos del pueblo. En este caso se dice del novio “que ha meao debajo del reló”, ya que, según la tradición, el forastero que orine en la base de la Torre del Reloj acabará por casarse con una alburquerqueña, y si por el contrario es vecino de esta localidad, jamás tendrá problemas económicos en un futuro.

Los días más señalados para enamorarse y comprometerse eran las ferias y fiestas, en especial durante la romería de Carrión, la Velada de San Antonio y el Día del Bollo -en este caso ella pone la comida y él la bebida, como muestra de entendimiento entre ambos-, las matanzas, los bautizos y comuniones y en los carnavales, sobre todo El Día del Compadre, en cuya fecha el mozo, con el consentimiento de los padres, se comprometía a acompañar a su hija durante los días que durasen los carnavales, motivo por el que muchas parejas acababan enamorándose (eran, lo que se decía, novios de carnaval).
Los lugares preferidos eran, como se puede adivinar, los paseos y bailes públicos. Las mujeres que carecían de amistades, o eran poco amigas de la calle, los puntos de encuentro eran muy variados: los recados, las fuentes públicas, la entrada y salida de la iglesia en misas, novenas, rosarios, etc.

La mujer, como siempre, soportaba el peso más ingrato frente a la sociedad. Una mujer, por ejemplo, que había sido abandonada por su novio, difícilmente encontraba otro a lo largo de la vida, a no ser que fuera forastero. Claro que peor parada quedaba la mujer soltera, embarazada y sin novio, que debía soportar el desprecio de una sociedad cruel, demasiadas veces «preocupada» por los problemas ajenos.
En un mundo tremendamente machista como el que intento describir, la virginidad en la mujer era muy estimada por la sociedad, en especial por los hombres. Tal era la vergüenza pública a la que se exponía quien perdía su pureza que terminaba por recluirse en casa durante una temporada larga, llegándose incluso a no admitirla en los bailes públicos, ni tampoco en los casinos sino era acompañada por alguna persona mayor. Dicha culpa constituía un gran obstáculo para contraer matrimonio, motivo por el que a menudo se veía abocada a amancebarse con el mismo seductor, o con otro que quisiera ampararla. Cuando la mujer quedaba embarazada del dueño de la casa donde servía, en lugar de proteger en este caso a la madre y al hijo, reconociendo su paternidad, le buscaba marido entre sus empleados a cambio de ciertas ventajas laborales y económicas. En otros casos -normal entre criada y amo- el dueño, sin que por ello reconociera al hijo, aun cuando la verdad fuera de dominio público, su conciencia le obligaba a que no le faltara nada a la madre y al hijo. A veces, al final de su vida, quizá arrepentido, los citaba en su testamento como forma de declararlo públicamente.

El paseo para las mujeres, como punto de encuentro, era el lugar conocido por La Carretera, hoy avda Aurelio Cabrera: en invierno, a partir de las siete de la tarde aproximadamente hasta las nueve de la noche, y en verano desde la caída de la tarde hasta las diez de la noche como máximo (Se decía: A las diez en la cama esté, si no en la cabecera, en los pies, señalando de esta forma la hora máxima que se establecía para acostarse).
FOTOGRAFÍAS: Imágenes antiguas de alburquerqueños paseando, en una romería y en un baile. CEDIDAS A AZAGALA.
Visitas: 311