lunes, febrero 10, 2025
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EL PATRIMONIO DE ALBURQUERQUE. TRADICIONES Y COSTUMBRES POPULARES: Rasgos característicos de los alburquerqueños (II)

EUGENIO LÓPEZ CANO

Para conocer los rasgos característicos del alburquerqueño recogí en 1980 unos datos de donantes de sangre de nuestra villa con el fin de conocer los tantos por ciento de los grupos sanguíneos en el sistema ABO en general, así como en la Caja de Reclutas de esta Capital, en base a la filiación básica de alistamientos de mozos durante los años 1970, 1976 y 1980, sobre un promedio de 70 personas.

  De los diversos grupos sanguíneos practicados se recogen los siguientes tantos por ciento: del grupo A, 48-49; del B, 6-10; del O, 44 y del AB, 3-4, siendo iguales los tantos por ciento de positivos y negativos, al contrario que en el sistema ABO en general que el porcentaje de negativos era sólo del 15%.

  Como resumen diremos que los porcentajes son muy similares a los grupos sanguíneos en el sistema ABO en general, variando solamente el tipo A que abundan más y disminuyendo por el contrario el O. La abundancia del A viene dada por la costumbre, digamos, de hace siglos, de contraer matrimonios consanguíneos, en especial entre primos hermanos, tanto en la clase alta como en la baja, casi siempre por razones sociales o económicas (1).

  Llegado a este punto, Fernando de Torres se opone en este sentido, y con razón, a la observancia de «El Fuero del Baylio«, porque «despierta la codicia y la ambición de los que bastardean los fines del matrimonio; estimula la unión entre próximos parientes consanguíneos, de tan funestos resultados para los descendientes, y es causa, en fin, de otros muchos perjuicios morales y materiales que experimentan las familias a raíz de la defunción de uno de los suyos, casado al Fuero del Baylio«, razón por la que, se quiera o no, ha debido de influir en nuestro modo de ser, al menos en ciertas capas sociales. En este sentido, al variar el sistema económico, lejos de intereses familiares, hemos de reconocer que al día de hoy se conocen muy pocos matrimonios entre familiares próximos.

  Respecto a la constitución física, tomando, como digo, los informes recogidos en la Caja de Reclutas de Badajoz durante la década de 1970, lo resumiremos aportando sólo los datos medios para evitar la pesadez de su lectura:

-Año 1970: Talla, entre 1,65 y 1,70 cm. (predomina la talla por encima de 1,67);

-Año 1976: Talla, entre 1,65 y 1,75 cm. (predomina la talla por encima del 1,68).

-Año 1980: Talla, entre 1,65 y 1,76 cm. (predomina la talla por encima del 1,70).

  La estatura de los hombres supera la media de la provincia de Badajoz, ajustándose a lo que expone Luis de Hoyos, quien sostiene que las tallas de los pueblos limítrofes con Portugal son más altas. En este sentido destaco dos puntos respecto a nuestro pueblo: uno, la mejoría en la talla, sobre todo ahora como base de una buena alimentación, y dos, el número considerable de hombres y mujeres que desde hace mucho tiempo hemos conocido con estaturas bastantes respetables.

  En lo que se refiere a la sanidad, como escaparate de nuestra condición física, a finales del siglo XIX, Miguel Gutierrez nos pone en conocimiento que «la mortalidad alcanza en esta villa una cifra verdaderamente alarmante, por corresponder las defunciones en más de un treinta y ocho por ciento á las enfermedades infecciosas é infecto-contagiosas (…) con un total de «505 casos de muerte» y «802 las comunes y siete el homicidio ú otros accidentes (…) Las enfermedades que más se ceban en los vecinos de Alburquerque corresponden al grupo en que los gérmenes patógenos que las originan se producen, viven y desarrollan en los lugares infectados de materias en estado de putrefacción  (…) A dicho grupo corresponden el paludismo, la coqueluche, el sarampión, la escarlatina, la viruela y otras«. Una incidencia más de las muchas que debieron de influir en la personalidad de nuestros antepasados.

  Mariano Alcantú, en su artículo «Enfermedades más comunes de observar en Alburquerque«, abunda en ello refiriéndose al paludismo en sus diferentes formas y variedades, como la pústula maligna, el carbunclo…, las enfermedades propias del alcoholismo, entonces muy extendido, en riñones, corazón e hígado, y aquellas otras del aparato circulatorio, ya sean la bronquitis, el asma, el reuma…, debido a la humedad, el desnivel y suciedad de las calles, las malas condiciones higiénica de las casas, etc. Si a ello le añadimos los prematuros fallecimientos de niños y la poca longevidad de las personas, el panorama que se presentaba debió de influir necesariamente, como digo, en la personalidad de nuestros antepasados.

  Hoy, una grandísima parte de estas enfermedades están erradicadas, la sanidad es universal y más competente, las personas fallecen mucho más tarde y la calidad de vida es en general inmejorable, sobre todo si la comparamos con la de entonces.

NOTA

1- Entre 1896 y 1900 hubo «un total de 343 matrimonios, de los cuales se han celebrado 314 entre extraños y 29 entre parientes, hallándose dentro del cuarto grado civil nueve de estos últimos» (GUTIERREZ, Miguel: «Estadística del último quinquenio«. La vida en Alburquerque, 1901).

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