sábado, diciembre 14, 2024
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REFLEXIÓN DOMINICAL: Lo que pudo haber sido

A Raúl Molano, alburquerqueño valiente, quien, gracias a su convocatoria sindical, logró llevar a sus paisanos al “Cerco del Regaño” para, sin miedo, exigir al cabildo aquello que no es limosna sino derecho, el salario. Apúntate la primera de las muchas batallas que vendrán.

Toda mi deferencia.

ANTONIO L. RUBIO BERNAL

Hoy, domingo 2 de agosto, la Iglesia Católica celebra la festividad de Nuestra Señora de los Ángeles. Alguno de los nuestros “vitorea” lo que aquí se llama “cumplir lo prometido” con sólo haber pagado el mes de abril a “las contratadas de los servicios sociales”; que a resultas no fue a todas, sino sólo a algunas, las de la Ley de la Dependencia. Pobres hasta para pedir. Y aún más pobres para exigir. Entre la tramoya, el incógnito invitado, el puro devenir… el hazmerreír de la zona. Fiel a la palabra dada vía telefónica, querida amiga, reflejo en mi reflexión lo amenamente conversado en la tarde de ayer.

Señora alcaldesa, me llegan sentires de que tiene todo manga por hombro; es decir, que en su feudo reina el desbarajuste y la incuria. Confieso que por razones varias llevo más tiempo de la cuenta sin visitarlo –no imagina cuánto lo queremos los nacidos en su seno que residimos fuera-, pero por lo que me relatan hay calles en auténtico estado de desidia; y del rico patrimonio, mejor ni hablar, totalmente menospreciado. Perdone mi ligereza, pero ¿en su parcela de la Diputación se muestra igual de dejada? Quiero pensar que no, luego por qué aquí no pone más interés en lo que son sus obligaciones (Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local). ¿Acaso se encuentra cómoda con esta cantidad de excrecencias? Consentir que de limpio pase a indecente sin dejar de ser punto, no resulta fácil. Pero cualquier ocasión es buena para poner en valor su habilidad de arrojar balones fuera. Le tocó a Promedio; y tan pancha. Lo suyo es bastar con excusas; todo, menos asumir responsabilidades. Fiel reflejo de esa clase política tan en boga a la que nada se le debe o puede imputar. Las cosas surgen porque sí. ¡Yo no he sido!, suficiente.

Mi amiga, que sabe mucho de números, por algo fue de las de antes, de las que se sacó su carrera con codos, me apunta: y de los dineros mejor ni hablar. Aquí la recesión no es que sea técnica, es permanente. Yo deseoso por saber le insisto. Son capítulo aparte. Debiera contratar una de esas compañías que montan cámaras y ver qué ocurre en el interior del Ayuntamiento cuando ella no está. Pareciese no tener ni idea en qué se gastan o por dónde se esfuman. Y alega: carezco de datos o de tiempo para recabarlos. Y me veo obligado a creerla –a mi amiga, claro-, pues justo es lo que usted espeta a esta oposición deseosa de informarnos cada vez que oportunidad tiene. Sólo una preguntita: ¿a quién pretende engañar? Mi madre me enseñó que “mejor desmerecer por decir verdad que perder confianza por mantener mentira”. La historia de este infortunio tiene nombres y apellidos. No vale traer a colación la abundancia de lluvias. Destrozar, sin venir a cuento, todo aquello que de bonito tuvo la vida en boca de Pablo Guerrero: “que es tiempo de vivir y de soñar y de creer”. Con usted, vivir aquí se ha puesto cuesta arriba; soñar, con qué, ¿con las trampas?; y creer, aún resulta más difícil: en quién, ¿en usted?

Le confieso –a mi amiga de nuevo-, que no resulta fácil ser cronista semanal de su desgobierno, pues nunca fue atrayente relatar desdichas. Día a día, semana a semana, mes a mes, implorando que no llegue a ser año tras año. Estaría un golpe; menos mal que ya todo cuesta mantenerlo en pie. Bien lo sabe. Subvenciones –sin rastro o perdidas en parte por el camino-, obra del albergue –entre otras, sin finalizar y paralizada-, CPOP –herida de muerte-, Seguridad Social –a la que se le debe bastante-, Hacienda –ídem, eadem, ídem-, IPAL por aquí, PP por allá –cuesta creerlo, once millones-, todo fruto de “su” –o si prefiere “vuestra”- singular gestión de la hacienda pública local, carente de pies y cabeza, que lentamente pregona su final sin que a los suyos les haga rechistar. Y nos preguntamos: ¿nadie para gritar ¡Basta!?

Y no hablamos más, por ayer. Le agradezco –a mi amiga, una vez más- no haberme hecho pensar, porque me cabreo mucho viendo a mi pueblo en manos de tal desinterés, incluso disgustándome sólo con pensar que su máxima mandamás desfilará por los juzgados para atender las demandas entabladas por lo que o no sabe o ella no ha sido. Confío en que algún día no vean mis ojos una placa con su nombre escrito recordando su época al frente.

Rebrotes, asintomáticos, despendoles, de todo un poco. De momento, en espera de la ansiada vacuna – por qué no formaremos parte del consorcio europeo-, toca armarse de responsabilidad y solidaridad. Confío en tu sentido común. No hay mal que cien años dure; pero, por favor, tonterías las precisas.

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