Cuando la corporación municipal presidida por Emilio Martín decidió organizar en 1994 el primer Festival Medieval, no podía imaginar que había ideado el evento sociocultural más importante que haya existido jamás en Alburquerque. Y ni siquiera hoy muchos vecinos son conscientes de que unos jóvenes, Juan Ángel Santos, Eduardo Maya y Juan Luis González, y aquellos gobernantes estaban sentando las bases de este gran espectáculo.
Teníamos el castillo, la Villa Adentro, y los escenarios naturales, además de la buena relación con los experimentados portugueses en la recreación de fiestas medievales, algo que sería decisivo para dar los primeros pasos. No fueron menos importantes los conocimientos de historia de Juan Ángel Santos y la idea de sacar rendimiento económico al rico patrimonio de Alburquerque y, de esta forma, sobre los tres hombres citados recayó la organización de aquel primer festival.
En aquel lejano 1994, el torneo se celebró en los baluartes y la boda en la iglesia del castillo. Todo se concentró en la parte alta del casco histórico. Y fue un rotundo éxito, a pesar de que la Junta de Extremadura no colaboró económicamente en esa primera edición.
Al año siguiente hubo elecciones y se produjo un cambio de gobierno. Vadillo llegó al poder de la mano de ORPO y, a pesar de que en el pleno municipal no votó a favor de la creación del Festival Medieval y de que no veía con buenos ojos este acontecimiento, afortunadamente fue consciente de que estábamos ante algo crucial para atraer a visitantes y generar ingresos en el pueblo.
En agosto de 1995, animados por el éxito del año anterior y en unos tiempos en que Alburquerque rebosaba de ilusiones y esperanzas, mucha gente optó por colaborar y hubo que desplazarse a Évora, donde su cámara municipal prestó cientos de trajes medievales.
En 1996, se produjo un cambio trascendente en los escenarios y los actos nocturnos se trasladaron a las Laderas, con el fin de albergar a más espectadores.
La cuarta edición, la de 1997, fue la primera en que contó con dos días de actos y se introdujo algo que daría prestigio al festival, la obra de teatro “El águila blanca”, dentro del castillo. Aquel fascinante espectáculo dirigido por Diego Valle, en el que la acción dramática se acompañaba por bellas danzas y canciones medievales, fue el revulsivo que consolidó la fiesta entre las más atractivas de Extremadura.
En los festivales del 98 y el 99, El águila blanca se llegó a representar cuatro noches con las entradas agotadas y en ese último año se instaló un altísimo graderío en el Patio de Armas que se elevaba por encima de los torreones.
Las ediciones de los últimos años del siglo XX y las primeras del XXI fueron las más exitosas y las que aparecieron más destacadas en los medios de comunicación. Sin embargo, ya sobraban entradas de El águila blanca y se pensaba en crear otra obra.
En 2001, un fallo eléctrico deslució la noche del sábado medieval. Un incalculable número de personas esperaba el torneo cuando toda la zona del palenque quedó a oscuras por el fallo de un generador. Aquello dio al traste con la edición de ese año.
El 2002 fue especial porque el pueblo consiguió el premio Mundo Teatro, otorgado por la Generalitat de Cataluña a los acontecimientos de teatro amateur de Europa.
Al año siguiente, el espíritu de Don Álvaro de Luna, en forma de águila imperial de cresta blanca, voló por última vez en el interior del castillo. Y, cosas del destino, en la última representación prevista para el 10 de agosto de 2003, un fuerte aguacero provocó la suspensión de una obra que no hemos visto jamás.
El Medieval había alcanzado la décima edición, en la que se dio entrada al controvertido maravedí, la primera con la nueva iluminación del castillo y la más numerosa de estos 25 años.
En 2004 se estrenó Cuello de Garza, que no logró enganchar al público como la anterior, pero que tenía una gran fuerza dramática, aunque era más oscura. Esa solo duró cuatro años, porque nuestro ayuntamiento y la Junta decidieron cerrar el castillo para construir una horrible hospedería que podría haberse llevado por delante tanto este festival como el turismo en Alburquerque. Afortunadamente, Adepa consiguió parar aquel brutal atentado contra el emblema de nuestra villa.
Así, entre los años 2007 y 2014 no volvió a utilizarse la fortaleza para los actos del festival. A partir de ahí, con algunas novedades menores, la fiesta se ha mantenido con gran nivel de asistencia y la organización, con buen criterio, ha llegado a aumentar a tres los días de actos. Sin embargo, dada la situación económica del ayuntamiento y lo costoso de los montajes teatrales dentro del castillo, no han vuelto a representarse aquellas dos grandes obras.
Es evidente que, sin la colaboración entusiasta de los vecinos, el Festival no habría salido adelante, y es que se trata de una fiesta popular en la que los alburquerqueños muestran que el camino de la unidad es fundamental para hacer grandes cosas.
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FOTO 1: Boda medieval en el interior de la iglesia del castillo, en la primera edición del Festival. Año 1994. JUAN LUIS GONZÁLEZ TARDÍO.
FOTO 2: Imagen de la obra El águila blanca. ARCHIVO AZAGALA.
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