miércoles, noviembre 12, 2025
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La feria de Mayo, años 50/60

José Manuel Leal

En estos días de celebración de la feria de mayo, vienen a mis recuerdos, las que viví en el pueblo en los años 50 y mitad de los 60.

Recuerdo ir con mi padre a la dehesa, donde se celebraba el Rodeo, que visto por los ojos de un niño, todo era grandioso, los marchantes de ganado haciendo sus transacciones y sellándolas con un apretón de manos, la banda de música saliendo de la ‘Casumba’ para amenizar todo el ferial, las casetas sirviendo vino del pueblo y aperitivos, la gente del campo que venía al pueblo, con sus ropas humildes y sus zapatos limpios y relucientes.

Leal con 5 años en El Rodeo

Para continuar en la plaza: Un gentío llenando los puestos de turrón, las casetas de tiro, la tómbola de La Bola de Oro abarrotá a última hora del día, con la gente esperando el sorteo del premio especial de la Bola, (Ollas, cacerolas, platos, vasos, etc,) todo un menaje de cocina de porcelana San Ignacio, además de juguetes y un sinfín de cacharros. Cómo la que le tocó en una ocasión a mi padre, que la tubo que llevar Luis a mi casa en una carrucha, dando voses por todo el pueblo diciendo ‘’¡Le ha tocado a Leal, la bola le ha tocado a Leal!’’

Las ollas San Ignacio

Y la música inundándolo todo, música de la banda, empezando con un pasacalle de Diana matutina, para continuar después, a mediodía, con el concierto en el kiosco, dirigido por el maestro Pola, con una partitura de lo más variada: música clásica, opera, zarzuela y sin faltar los populares pasodobles, tangos y boleros, donde un solo de saxo alto tocado por Celedonio o Bote, nos sonaba a violines, como bien dijo más de una vez Don Jacinto.

Una parte de la fabulosa Banda de Música de Alburquerque

 Sin olvidar los salones de baile, como el Socokin, el Chaleco, o el Casino de la Mestura, con sus tres sesiones, matiné, tarde y noche, todo a pulmón, sin ningún medio técnico,  los músicos aguantando gracias a un elixir especial para tirar p’lante ‘unos buenos virolos de morapio del pueblo’

Son muchas más anécdotas que recuerdo y que han quedado en la memoria colectiva, como la que protagonizó el segundo día de feria, el entonces novillero Diego Puerta, que cuando se asomó al corral a ver los novillos, se negó a torear, porque aquellos cuernos no eran de novillos, eran de toros, así que, acabo el resto del día en la cárcel.

 De otra de esas anécdotas, fui protagonista yo mismo; era el último día de feria, ya anocheciendo, yo estaba con mi padre en la puerta del ayuntamiento, que por entonces se entraba por la plazuela, resulta que, ese año, mi padre, era el encargado de los fuegos artificiales y estaba controlando el traslado de los cohetes hacia el sitio donde se iban a lanzar, había un municipal con un fajo de cohetes debajo del brazo y un poco más adelante, no sé a quien se le ocurrió tirar un cohete, las chispas prendieron en los que llevaba el municipal, yo me asusté y salí corriendo por la calle Zapateros abajo y los cohetes detrás mío, no paré hasta cruzar la Callejina y llegar a la calle San Pedro, cagao y sin zapatos.

Estoy seguro de que me vendrán a la memoria muchos más recuerdos, de esos que quedan grabados para siempre en mi ROM, donde van a parar las cosas importantes de la vida.

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