Charo Ceballos

La curva de la demanda tiene una pendiente negativa porque existe una relación inversa entre el precio de un bien y la cantidad demandada de dicho bien. Esto se debe a la ley de la demanda, que establece que cuando el precio de un bien aumenta, la cantidad demandada disminuye, y cuando el precio baja, la cantidad demandada aumenta.
Existen otros factores que también influyen en la variación de la cantidad demandada, incluso cuando el precio se mantiene constante, como los bienes relacionados o los cambios en la renta de los consumidores.
Si centramos el análisis en el precio del producto, una subida de impuestos al consumo encarece los bienes, trasladando ese aumento de precios a los consumidores finales. Los aranceles son una forma de impuesto y, por lo tanto, cuando un país eleva los aranceles sobre las importaciones, los precios de los productos importados también aumentan para los ciudadanos de ese país.

En principio, los aranceles tienen como objetivo regular el comercio internacional, proteger la industria nacional y, en algunos casos, generar ingresos para el gobierno. Sin embargo, aunque esto pueda parecer ventajoso, también puede generar efectos negativos. La primera consecuencia es una importante subida de precios, pero no es la única. Al reducir la competencia extranjera, las empresas locales pueden perder incentivos para mejorar su calidad e innovar. Otra consecuencia significativa es la posibilidad de una guerra comercial entre países, donde las economías entran en una espiral de aumentos arancelarios que afectan el comercio internacional, reducen el crecimiento económico y generan impactos negativos en las economías interconectadas, es decir, en la economía global.

El presidente Donald Trump ha establecido una política de aranceles con el lema de hacer a Estados Unidos grande de nuevo, pero quizás no ha considerado que establecer aranceles excesivos podría no ser la mejor estrategia. Sus medidas incluyen un impuesto mínimo del 10 % sobre todos los productos importados en EE. UU., con tarifas aún más elevadas para las principales economías del mundo y varias emergentes. En Europa, ese porcentaje es del 20 %. Aunque las bolsas de todo el mundo han empezado a notar el impacto negativo de estas políticas arancelarias estadounidenses, Wall Street ha sido el mercado más afectado.
Cuando en 1951 se firmó el Tratado de París, que dio origen a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), se basó en lo que Robert Schuman había declarado un año antes:
«Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto. Se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho».
Los fundadores de la actual Unión Europea eran conscientes de la importancia del carbón y la siderurgia como industrias fundamentales y de que la libre circulación de productos y el acceso a las fuentes de producción eran esenciales para el progreso europeo.

Desde mi punto de vista, las políticas arancelarias no devolverán la grandeza económica a Estados Unidos, como pretende Trump. Es posible que, en un primer momento, tengan un impacto positivo en la balanza comercial del país, pero en una guerra comercial, como en cualquier guerra, los ciudadanos serán quienes sufran las consecuencias. En última instancia, serán ellos quienes puedan castigar a Trump en las urnas. Aunque, tal vez, eso sí sea el verdadero «sueño americano».
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