domingo, mayo 18, 2025
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El castillo de Cuéllar y el Ducado de Alburquerque

Aureliano Sáinz

Quien se haya detenido un instante a pensar en el título de este artículo se preguntará qué relación tiene Alburquerque con el pueblo segoviano de Cuéllar, lugar que está a medio camino entre Segovia y Valladolid.

Pues bien, quisiera indicar que el castillo-palacio de Cuéllar pertenece a la Casa Ducal de Alburquerque, que, tiempo atrás, se lo cedió al Ministerio de Educación para que en él pudiera crearse el actual Instituto de Enseñanza Secundaria, de modo que allí puedan estudiar los alumnos de la localidad, que, por cierto, cuenta con 9.530 habitantes, casi el doble que nuestro pueblo. Además, otra cuestión de gran interés para nosotros es que en su interior se encuentra la biblioteca que contiene los archivos de esta casa ducal.

Por otro lado, puesto que estamos en prensa digital, intentaré ser lo más breve posible, explicando cómo ha llegado hasta este lugar toda la documentación de un ducado que nace en Alburquerque en el siglo XV. Para documentarme, acudo al segundo volumen de Castillos de España, extensa obra que coordinó el historiador británico Edward Cooper.

Es habitual que haya autores que sugieran que antes del castillo existiera alguna fortaleza previa. No es este el caso, dado que el señorío de Cuéllar fue entregado, en 1439, por el rey Juan II a su condestable don Álvaro de Luna, tras algunas vicisitudes en los cambios de propiedad de la villa. De este modo, en 1444, por segunda vez, el señorío de Cuéllar vuelve a manos del condestable de Castilla, quien inicia la construcción del castillo en ese año. Serían, pues, nueve años los invertidos en su edificación, ya que, en 1453, muere por decapitación pública en Valladolid.

La muerte del condestable da paso como protagonista en el reino de Castilla a don Beltrán de la Cueva, favorito del entonces rey Enrique IV, hijo de Juan II. Las ambiciones de Beltrán de la Cueva no eran menores que las de Álvaro de Luna, ya que fue nombrado maestre de la poderosa Orden de Santiago, al tiempo que se le entregó el señorío de Mombeltrán y el condado de Lerma.

Los cargos y bienes que acumuló suscitaron los recelos de la nobleza, especialmente del marqués de Villena que aspiraba al maestrazgo de Santiago. Para evitar más tensiones en su reino, Enrique IV acuerda con Beltrán de la Cueva la renuncia al maestrazgo; a cambio, percibirá una importante renta y el título de Duque de Alburquerque, con lo que inicia un ducado que llega hasta nuestros días.

Como nuevo señor de Cuéllar, amplió el recinto amurallado en 1464, con el fin de reforzar la seguridad de la villa. De este modo, mandó construir un muro artillero, a modo de barbacana, alrededor del castillo que había sido promovido por don Álvaro de Luna. Estas nuevas murallas contienen  seis torreones y abundantes troneras.

A la muerte de don Beltrán, en 1492, le sucede su hijo Francisco de la Cueva, II duque de Alburquerque, quien fortaleció también la villa y sus puertas, de modo que en una de ellas, la de San Basilio, podemos ver su monumental escudo de armas.

Fallecido don Francisco, en 1526, le sucede su hijo Beltrán de la Cueva y Toledo, III duque de Alburquerque. Con él se inician las obras para convertir una fortaleza con estilo gótico en un palacio renacentista, en el que se combinan los elementos de defensa militares con los palaciegos, como son balcones con ménsulas abiertos hacia el exterior. De este modo, una vez que penetramos en el interior del recinto, contemplamos un magnífico patio renacentista de doble altura y con unas cuidadas arquerías.

El IV duque de Alburquerque, Francisco Fernández de la Cueva y Girón (1510-1563) y su hermano Gabriel, V duque de Alburquerque, amplían las obras que comenzaron don Beltrán y su esposa Isabel Téllez de Girón, incorporando al palacio los blasones del ducado. Se puede decir que con estas obras se acaban los aspectos esenciales de este castillo-palacio.

Como no puede ser de otro modo, el castillo-palacio de Cuéllar sufre los avatares de la historia, desde entonces hasta nuestros días. Pero lo más relevante con lo que deseo cerrar este artículo es lo que indiqué al comienzo: que allí se encuentran todos los archivos relativos al Ducado de Alburquerque, por lo que, a fin de cuentas, una parte significativa de nuestra historia se relaciona con este lugar segoviano que bien merece la pena visitarse.

Finalmente, quisiera cerrar este artículo con un par de preguntas abiertas: “¿Por qué hay castillos que están tan bien cuidados y otros se encuentran en claro deterioro, como le acontece al Castillo de Luna?” y “¿Por qué hay Comunidades como es la de Castilla y León que protege al máximo su Patrimonio Medieval y la de Extremadura, tal como comprobamos, muestra tan escaso interés?”

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