ELÍSABETH GARCÍA ROMÁN
Manuel Gutiérrez Regalado es funcionario de la Diputación Provincial de Badajoz y actual alcalde de Alburquerque. Estudió en el convento y formó parte de la última promoción del antiguo Bachillerato, que data de 1953, cuando éste constaba de seis cursos con dos reválidas.
Contacté con él para hacer una entrevista, pero prefirió escribir para este trabajo su experiencia educativa en el Colegio de Segunda Enseñanza. Su escrito, muy ameno e interesante, lo dividiré en dos partes dada su extensión. Aquí dejo la primera:
“En Alburquerque, a partir de los años 60 y durante varias generaciones, muchos de los chicos y chicas que continuaban su formación, una vez superados los estudios primarios obligatorios, lo hacían en el “Colegio de Segunda Enseñanza”. Se le llamaba de esa manera porque en sus comienzos tendría tal denominación, ya que en mi época su auténtico nombre era Colegio Libre Adoptado “Nuestra Señora de Carrión” y, posteriormente, pasó a llamarse Centro Habilitado de Bachillerato.

Los distintos cambios obedecían a la legalidad establecida en cada momento porque, en realidad, era una institución patrocinada por el Ayuntamiento para atender las necesidades educativas de aquella época, en la que cada año asistían, aproximadamente unos 100 alumnos, quienes podían llegar hasta 4º y Reválida (Bachiller Elemental) y posteriormente hasta 6º y Reválida (Bachiller Superior).
Los exámenes de Reválida se hacían en Badajoz y la mía fue la última promoción del Plan Antiguo, puesto que a continuación se instauró el Bachillerato Unificado Polivalente (BUP).
El centro no tuvo en ningún momento carácter oficial ya que legalmente era una especie de sucursal dependiente del Instituto Zurbarán de Badajoz. La enseñanza que se impartía y las matriculaciones del alumnado tenían carácter libre, dependiendo del instituto citado. Por lo que el municipio lo que hacía era aportar una infraestructura oficiosa para que los usuarios, a lo largo del año, preparasen las distintas materias y, en el mes de junio, eran los profesores de Badajoz quienes venían para efectuar los exámenes finales. De esta manera, aunque ahora nos pueda parecer mentira, hacíamos los exámenes de todas y cada una de las asignaturas con el temario al completo en un solo día.

La “Cariñosa”
A la edad de 10 años, una vez terminado el cuarto curso de Primaria, llegábamos al Colegio y para cualquiera el primer contacto era un choque emocional difícil de asimilar. El edificio y el barrio, San Francisco o San Andrés, según se mire, eran para la mayoría de los noveles unos auténticos y perfectos desconocidos. Era difícil de entender que aquellos muchachos de los últimos cursos, hombres hechos y derechos, algunos con barba y bigote y cigarrillos de la marca “Celtas Cortos” en los labios, pudieran ser nuestros nuevos compañeros. Era también incomprensible, en aquellos tiempos en que todavía no se había asentado la coeducación de una manera generalizada, que tuviésemos que afrontar la nueva situación, por necesidades estrictamente logísticas, compartiendo clase y pupitres nada menos que con las “niñas”, cosa que hasta entonces nunca había ocurrido y que, por otro lado, nos llenaba de grandes dudas, interrogantes e incluso desazón e incertidumbre.
Era una auténtica e inexplicable novedad el hecho de pasar de un solo maestro en la escuela a tener aquí un montón de profesores distintos, uno para cada una de las materias. Pero era, sobre todo, imposible de aceptar que aquellos “manteos” que los más veteranos nos daban a modo de salutación, o los “culeos” que recibíamos en la esquina situada junto al portal de acceso denominada “La Cariñosa”, pudieran ser bárbaras costumbres que se repitieran en el tiempo.
El plantel de profesores estaba compuesto por dos licenciados que aportaba el Ministerio de Educación, uno de ciencias y otro de letras, y el resto, sostenido por el ayuntamiento, solían ser personas de la localidad con titulación académica suficiente para impartir las distintas materias. En este caso generalmente se trataba de maestros jóvenes y otros de escuelas nacionales que compaginaban su trabajo habitual con unas horas de clase en este centro, y también sacerdotes, una monja y algunos licenciados locales en paro.
FOTOGRAFÍAS: Las antiguas, tomadas en el claustro del antiguo convento, en las que aparecen alumnos y algún profesor, fueron realizadas por Manuel Negrete Millón (Manolete). Prohibida su reproducción al tener AZAGALA los derechos reservados.
Visitas: 353