lunes, febrero 10, 2025
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Las mejores portadas de Azagala (2)

Aureliano Sáinz

Finaliza el primer año de la salida de Azagala con la promesa cumplida ante los numerosos suscriptores -dentro de Alburquerque y fuera de él- de no fallar a los pocos números y sin que no hubiéramos sido capaces de alcanzar el año completo. Se consolidaba, pues, el alto número de alburquerqueños que quería recibir la revista. Pero no solo era el necesario apoyo económico, sino que también había que considerar la magnífica respuesta de los colaboradores que nos enviaban sus escritos. Nada menos que 33 firmas aparecen ya en este número de diciembre de 2008. Todo un verdadero éxito. Y todo ello a pesar de que la revista era considerada “enemiga” por parte de quien detentaba el poder municipal de entonces.

Entre otros, ahí estaban Eugenio López con su sección “Tradición y costumbres populares”; el infatigable Elías Cortés con “Ecografías al minuto”; Juan Calderón con su artículo “Cuento navideño”; mi hermano Benigno con sus investigaciones sobre las historias de personajes relacionados con Alburquerque; Lázaro Rubiales con sus entrevistas a alburquerqueños residentes fuera del pueblo…

Fueron muchos los que respondieron generosamente al proyecto. Dado el amplio número, los iré citando a lo largo de los artículos que publicaré en la edición digital, pues hay que reconocer que sus colaboraciones conforman uno de los pilares de la revista.

Así pues, cerramos el 2008 con una bella fotografía de portada, en la que aparece una parte del Andén envuelto en una difusa tonalidad verde nocturna que nos insinúa el limpio frío invernal de diciembre, el mismo que anima a la gente a quedarse en los hogares al calor de la lumbre. Por encima y contrastando, la majestuosa estampa del castillo, en tonos anaranjados, que parece recortarse sobre un oscuro y negrísimo cielo nocturno.

El número siguiente, que corresponde a enero de 2009, arranca con la imagen de tres niños, como símbolos y protagonistas de la Navidad. La instantánea nos muestra la inocencia y el asombro en sus rostros ante algo que contemplan, y que no sabemos qué es, aunque, imaginamos, debe tener relación con la cabalgata de los Reyes Magos.

Una vez que traspasamos la página de la portada, nos encontramos con la habitual “Carta a los lectores”, de la que quisiera destacar un párrafo por el significado que tiene:

De entrada, es un motivo de alegría y satisfacción ver que este incipiente proyecto de revista informativa y cultural, con los principios de defensa de la libertad de opinión, la pluralidad y la solidaridad, se ha afianzado en nuestro pueblo. Ya no nos encontramos con incertidumbres, dado que, en la actualidad, Azagala es un punto de referencia de todos los alburquerqueños que, residiendo dentro o fuera, quieren tener una revista que les informe verazmente, con independencia y sin estar sometida a directrices externas…

Pues bien, esos valores de los que se habla en la carta han sido santo y seña de la revista impresa, y que continúa con la digital, pues de no ser así no hubiera sobrevivido.

A lo largo de esta breve historia de Azagala, iremos viendo cómo hay eventos que se convierten en motivos para que aparezcan alburquerqueños protagonizando las portadas. Es lo que sucede con el Carnaval. Así, en la magnífica fotografía de Francis (la mayoría son suyas) aparecen dos chicas jóvenes, en plano medio, que, sosteniendo sus vasos y charlando entre sí, concentran su mirada hacia algo que están observando. Por otro lado, no quiero dejar de anotar el hecho de que una viste con el color rojo y la otra con el verde, tonalidades complementarias que se destacan mucho cuando están próximas.

También, cómo no, el patrimonio arquitectónico de Alburquerque ha sido un tema habitual en las portadas. Y si a ello se le suma la presencia de las cigüeñas, el ave que mejor representa nuestra tierra extremeña, la imagen adquiere nuevos significados. Es lo que ocurre con una de las torres de la antigua muralla que permanece en el centro del pueblo, y que todos los que residimos fuera la albergamos dentro de nuestros recuerdos.

La Semana Santa es otro de los eventos que ofrecen múltiples escenas para que puedan ser registradas y acogidas para las portadas. Más aún, cuando se enmarcan en la Pasión Viviente que ha arraigado dentro de las tradiciones populares de nuestro pueblo. Sobre esta magnífica fotografía nos podemos preguntar: “¿Qué es lo que está gritando el chico que porta una túnica morada y cruzada por un largo pañuelo amarillo?” Esto nunca lo podremos saber; aunque sí entendemos que potencia el valor expresivo del grupo en el que se encuentra.

Los tres grandes espacios del centro de Alburquerque: la Plaza de España, la Alameda y el Andén, aunque conectados, cada uno tiene su propia identidad. Son los lugares de mayor vitalidad del pueblo. Allí solemos citarnos y encontrarnos con los amigos. Los dos primeros son los más versátiles, por lo que no es de extrañar que en la Plaza de España, en alguna ocasión, también se hayan representado obras de teatro al aire libre, tal como nos muestra la portada del mes de mayo.

Cuando iniciamos Azagala, considerábamos que no iba a ser exclusivamente una revista, sino también un punto de unión en el que la amistad, el compañerismo y la cordialidad deberían estar presentes. De ahí que, ya en el verano del primer año, convocásemos el primer encuentro de suscriptores y lectores de la revista. Y en el segundo año, planteamos conceder el Premio Lino Duarte Insúa a quienes habían trabajado para conocer la historia y las tradiciones de Alburquerque. Como no podía ser de otro modo, de manera unánime recayó en Eugenio López Cano, quien aparece en la fotografía mostrando la placa de este reconocimiento.

¿Cuántas buenas imágenes se pueden extraer del Festival Medieval que se celebra a mediados de agosto en nuestro pueblo? Imaginamos que cientos y cientos, teniendo en cuenta todos los actos que se desarrollan en este evento que ya es una seña de identidad de Alburquerque. En este caso, se muestra una imagen estática, presidida por un monarca sentado, con dos escuderos de pie a ambos lados, al tiempo que dos niñas aparecen también sentadas a sus pies. El cromatismo de tonos cálidos le confiere un aire de escena nocturna, al ser producto de una iluminación semejante a la del Medievo, que se llevaba a cabo con velas y antorchas.

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