sábado, diciembre 14, 2024
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Construir la igualdad

AURELIANO SÁINZ

Recientemente se ha producido una gran conmoción política y social en nuestro país a partir del “caso Íñigo Errejón” que ya todos conocemos. No voy a entrar a debatir ni a expresar mi opinión sobre este tema concreto que tantos ríos de tinta (expresión un tanto manida) se han derramado en todos los espacios comunicativos.

Cuando hago referencia a esta cuestión, como punto de partida para hablar sobre la construcción de la igualdad, no es que quiera eludir la gravedad del caso sino para expresar que, más allá de los derechos fundamentales de las mujeres que todos deberíamos defender claramente, también hay que abordar el horizonte de igualdad entre hombres y mujeres, puesto que, lamentablemente, por los hechos deleznables protagonizados por un político de izquierda, comprobamos que el camino a recorrer es mucho más largo del que podríamos imaginar.

Y es que tras posicionarnos sobre las denuncias y sanciones que deben aplicarse a quienes agreden a las mujeres, también hay que mirar hacia un horizonte igualitario, es decir, hacia una sociedad en la que los deberes y obligaciones para ambos sexos se asuman con naturalidad, sin que uno tenga más derechos (o privilegios) que el otro.

Pero esta no es una tarea fácil, dado que vivimos en sociedades en las que el machismo, como forma de pensamiento y modos de conducta en los que se privilegia al hombre sobre la mujer, al considerársele superior en casi todos los órdenes, está tan profundamente arraigado que costará muchos siglos para que pueda erradicarse (caso de que algún día sea posible llegar a una cultura de la igualdad).

Hablo de machismo porque la expresión de violencia de género, difundida habitualmente en los medios de comunicación y nacida dentro del Derecho, alude a aquellas conductas vejatorias que se producen en el seno de las relaciones de pareja o con ciertos vínculos familiares. Pero entonces cabe preguntarse: ¿Qué sucede cuando la agresión, física o psicológica, hacia una mujer se da sin que existan esos vínculos? ¿Es que tiene menos relevancia cuando, por ejemplo, se produce en el ámbito laboral o social?

Son interrogantes abiertos que cuestionan los límites de las leyes que ahora tenemos; pero, como indico, creo que es bueno ir formando a las nuevas generaciones en los valores de igualdad de derechos que, con dificultades, se va abriendo paso entre los jóvenes, a pesar de que ciertos medios de comunicación y algunas redes sociales parecen ser verdaderas barreras a flanquear, dada la repercusión que tienen entre los más jóvenes (y no tan jóvenes).

En mi caso, y puesto que me muevo en el campo de la enseñanza universitaria, siempre me ha parecido que en cualquiera de las materias que se imparten es posible abordar reflexiones acerca de la igualdad entre ambos géneros, de modo que alumnos y alumnas puedan debatir o realizar actividades que supongan un cuestionamiento de los valores imperantes que, de manera explícita o implícita, son manifestaciones de esa idea de la superioridad masculina que tanto está extendida.

Ha sido, fundamentalmente, a través del estudio que he llevado acerca de la familia donde hemos podido abordar esta temática. Hemos de tener en cuenta que es en el núcleo familiar en el que inicialmente se transmiten los valores que niños y niñas interiorizan como las formas de construcción de las identidades de género, de los comportamientos y de las relaciones que deben mantenerse con el otro.

A través de estas investigaciones he comprobado que los valores de igualdad se van abriendo paso en las nuevas parejas que, por ejemplo, consideran que las tareas de la casa deben ser compartidas o repartidas, al tiempo que el cuidado de los hijos compete a ambos.

No quiero extenderme más en este tema de tanta relevancia; solo quisiera insistir en que, aunque parezca paradójico, el machismo no es algo que esté relacionado exclusivamente con los hombres, puesto que al ser una ideología social, asumida individual o colectivamente, afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque sea en distintos grados. Es por ello que el trabajo por la igualdad nos compete a todos. Solo de este modo es posible construir desde abajo unas nuevas relaciones en las que las ideas y actitudes de superioridad o dominio queden relegadas a tiempos pretéritos.

AURELIANO SÁINZ

FOTOGRAFÍA: AURELIANO SÁINZ

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