domingo, noviembre 10, 2024
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Sentido homenaje a Pedro José en el Centinela

Al final del vídeo que mostramos se oye el ladrido de un perro mientras es abrazado por una mujer. Fueron ambos los dos seres vivos encargados de descubrir la placa homenaje a Pedro José Meléndez que la Asociación de Caminantes de Alburquerque le ha dedicado en el Centinela, el punto más alto de nuestra comarca, donde trabajaba aquel gran hombre de espíritu libre, naturalista, porque la defensa de la naturaleza fue su filosofía, ecologista de práctica y no de despachos, una persona con un corazón tan grande como la vida misma.

El ladrido era de Blas, un perro vagabundo al que Pedro José salvó de un destino fatal, y Corina, su compañera, a la que amó profundamente durante los años que disfrutaron juntos, una mujer de ojos bellísimos y de apariencia frágil a quien tuvo la suerte de encontrar por el camino, la misma suerte que tuvo ella de descubrirle a él y amarle.

Fue Eduardo Vinagre, miembro de ACAL y amigo de Pedro José, quien primero se acercó al risco elegido para inmortalizar la presencia eterna y etérea del homenajeado en la naturaleza y en los corazones de todos los que le conocimos, admiramos y querremos siempre. Eduardo dijo que a Pedro no le habría gustado ese acto tan multitudinario, que en todo caso habría preferido algo sencillo e íntimo, pero cuando se desbordan los deseos de la gente de rendir su reconocimiento a alguien tan grande, sería también injusto privarles de ese afán. También expresó la idea de que debían ser Corina, la persona más cercana a Pedro José, y Blas, al que acogió como uno más de la familia, quienes descubrieran la leyenda escrita en pizarra: “Centinela de la naturaleza, tu espíritu libre acompañará siempre nuestro caminar. In memoriam. Pedro José Meléndez Carrón, Mayo 2018”. Y ojalá su espíritu y su ejemplo de respeto a todo y a todos, incluyendo los animales que han de protegerse como seres vivos que son, nos guiaran de verdad a todos siempre.

Junto a la piedra donde colocaron la pizarra en la que grabaron esas palabras, también han sembrado tres robles en nombre del homenajeado.

En la marcha hasta el Centinela, en la sierra de Santa Lucía, habían participado unas 200 personas, guiadas por Eustaquio Morgado, uno de los más activos caminantes de nuestra villa, y con la propia Corina en los primeros puestos, así como los tres perros de ella y de Pedro, el citado Blas, Lobito y Bimba… Detrás la multitud que en algunos tramos del recorrido iba en fila india. La ida, por lo alto de la sierra, 4 kilómetros de recorrido; y la vuelta, por la ladera sur de la misma, 6,6 kilómetros.

Al coronar el pico donde está el Centinela, llamado así porque desde allí se divisa toda la comarca y se controlan los focos de incendios para la intervención rápida de los retenes forestales, muchos de los presentes exclamaron su admiración porque jamás habían subido allí y contemplado el inmenso y hermoso paisaje que circunda toda la sierra. Y yo recordé a mi hermano Fernan, gran amigo y maestro de Pedro José en las artes de la naturaleza, aunque éste después le enseñara tantas y tantas cosas a él. Ambos dieron la cara activamente por causas justas y nobles, como su oposición al rally organizado por la dehesa de Alburquerque en época de nidificación de aves protegidas y que destrozó los caminos, o las alegaciones que ambos firmaron contra los gigantescos molinos de viento que se proyectaron en toda la sierra de Santa Lucía.

Fernan se fue con 42 años y Pedro se nos marchó con 40. La naturaleza, la vida, no les devolvió la misma protección que ellos le prestaron en cuerpo y alma.

Cuando Corina y Blas por fin dejaron ver la leyenda en homenaje a Pedro José, con la encina acompañada por dos de los animales que más apreció, el lobo y el águila, sentí una vez más que mi hermano estaba cerca de alguna manera. Y fijé mi mirada en los ojos cristalinos de Corina, y pude sentir que ella tenía a Pedro José en la mirada perdida. Y se tragó las lágrimas, con la misma dignidad que lo habría hecho él. Y no hizo falta que pronunciara palabra alguna…

Sus amigos, sus hermanos, su prima Alicia, que en todo momento tuvo el corazón a flor de piel, y con ellos todos los presentes que quisimos estar allí para mostrar nuestro profundo respeto y cariño por Pedro José, dejamos el Centinela atrás con la sensación de haber estado cerca de él.

Hace justo un año, la última vez que estuve en aquella cima de la sierra, fue con Jose (como le llamábamos en nuestro barrio de San Francisco), y recordamos a Fernan, y me habló de Corina, y de sus planes, de sus ilusiones y afanes… Ahora ya no está. Queda su ejemplo, su alargada sombra, y algunos sentiremos su presencia en cada paso de nuestro camino.

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TEXTO: Francisco José Negrete

FOTO 1: Corina y Blas junto a la placa de pizarra con la leyenda dedicada a Pedro José.

VIDEO 1: Corina descubre la plaza en una piedra del Centinela.

VIDEO 2: Subida al Centinela preparada por ACAL.

 

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