JOSÉ NARCISO ROBLES ORANTOS
Así, en la noche del 12 al 13 de julio de 1881, cuando su féretro era trasladado del Vaticano al cementerio de San Lorenzo Extramuros donde deseaba reposar, los masones organizaron una manifestación irreverente, con lanzamiento de piedras, imprecaciones, blasfemias, y canciones vulgares y obscenas contra el cortejo fúnebre, que a su vez respondía con la recitación del rosario, los salmos, el oficio de difuntos y pías jaculatorias. El culmen de la agresión tuvo lugar cuando la comitiva pasó por el puente de Sant Ángelo. Al grito de ¡muerte al Papa, muerte a los curas!, un grupo de exaltados trató de arrojar el ataúd, con el cadáver de Pío IX, al Tíber. Pero los católicos, apretando filas en torno a los restos mortales del pontífice, rechazaron el ataque…
Motivación y antecedentes
En primer lugar, es necesario definir el concepto de masonería, lo que haremos con unas breves pinceladas; se trata de una institución multifacética con caras que van desde lo esotérico, con ritos de iniciación y jerarquías escalonadas, hasta impulsos filantrópicos, filosóficos y de fraternidad. Su pilar fundamental es búsqueda de la verdad y de los principios metafísicos que se esconden tras la conducta humana, así como el desarrollo cultural, moral y social de las personas. Se especula que el momento de su aparición en el escenario mundial fue a fines del siglo XVII en Europa, hundiendo sus orígenes en el Arte Real de la Construcción, o sea, de la aplicación de los principios de la albañilería y la construcción en el ámbito específico de las catedrales medievales.

Etimológicamente, la palabra masón procede del término francés maçon, que se emplea para hacer alusión a un sujeto hábil para hacer algo, y esto es esencial, pues aquí subyace la idea del dios masón: el Supremo Hacedor o Arquitecto del Universo. En cuanto a los medios de los que se vale para transmitir el conocimiento, hay un empleo constante de alegorías ytextos simbólicos en los que la verdad auténtica nunca parece ser aquella que se está viendo, y un cuidado extremo en este carácter de lo secreto.
Abordemos ahora las diferencias irreconciliables entre iglesia y masonería. Para la iglesia la masonería es una herejía que se alinea fundamentalmente con la herejía arriana. Fue precisamente Arrio –teólogo del siglo III nacido en la Cirenaica, actual Libia– quien proclamó a Jesús como el Gran Arquitecto del Universo, negando su divinidad y reduciéndolo a una idea dictada por la razón humana, preceptos que forman parte del ideario masón como se ha dicho. El Concilio de Nicea, surgido para combatir al arrianismo, afirma con fuerza que la verdad sobre Jesús nos ha llegado a través de la Revelación; que es engendrado y no creado, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero.
También difieren sobre el significado profundo de la fraternidad y la caridad. La fraternidad de la iglesia se establece sobre el sacramento del amor de Dios en Jesús y la Eucaristía, no sólo sobre la idea genérica de ser hermanos defendida por esta institución. En cuanto a la caridad cristiana nada tiene que ver con la filantropía masónica. La caridad cristiana corresponde al acontecimiento histórico de un Dios que murió y resucitó por nosotros y pide a sus hijos que no sean meramente filantrópicos, sino que sean, finalmente, crucificados por amor.
Otro punto de distancia importante es el esoterismo, compuesto por doctrinas espirituales a menudo secretas y reservadas a los iniciados, que impregna las enseñanzas masónicas. En el catolicismo también se habla de Misterio, pero los Evangelios dicen que el Misterio, escondido a lo largo de los siglos, no deja de ser Misterio, sino que deja de estar escondido. Porque el Misterio escondido a lo largo de los siglos ha sido revelado.

Visto lo anterior, nada tiene de extraño la constante condena de la Iglesia contra la masonería a lo largo de los siglos, refrendada recientemente por el Papa Francisco, en la que se reitera que la pertenencia activa sigue estando prohibida: los fieles que se adhieren a logias se encuentran en estado de pecado grave y no pueden, en ningún caso, acceder a la Comunión.
Pio Nono o Pio IX
Finalmente acerquémonos a la figura de Pio Nono o Pio IX: Giovanni María Battista Pellegrino Isidoro Mastai Ferretti, nacido el 13 de mayo de 1792 en Senigallia, Italia, fue elegido papa el 16 de junio de 1846 con el nombre de Pio IX. Las circunstancias políticas provocadas por la unificación de Italia –el Risorgimento-, las corrientes modernistas y su anticlericalismo y la pérdida de los Estados Pontificios, hicieron que su pontificado fuese un difícil ejercicio de equilibrio. Así, Juan XXIII, colega de ministerio y beatificación, lo calificó como «el papa más amado y el más odiado por sus contemporáneos».
Unos años más tarde de su elección, cuando la masonería internacional fomentaba atentados, revoluciones y desórdenes contra el papado y las naciones tradicionalmente católicas, puso en marcha una política de intransigencia –Non possumus– hacia las exigencias del poder laico, convirtiéndose en el adversario acérrimo del ala anticlerical de la masonería. En 1854, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción y, en el primer Concilio Vaticano (1869-70), el dogma de la infalibilidad papal. En 1864, la encíclica Quanta cura, con una lista de enseñanzas prohibidas con la que la iglesia condenaba los errores del momento y los conceptos liberales e iluministas. Con la llegada de la unidad de Italia, el último papa rey se vio desposeído de los Estados Pontificios, incluida la propia Roma, el 20 de septiembre, lo que marcó el fin del poder temporal de los papas. Desde entonces, la masonería italiana celebra su propia fiesta anual, justamente el 20 de septiembre, en recuerdo de la victoria contra la Iglesia.

Los documentos antimasónicos del Pontificado de Pío IX son unos 124 y se subdividen en 11 encíclicas, 61 cartas breves y 33 discursos y alocuciones. Según Pío IX, todos los males que se abatieron en aquel tiempo sobre la Iglesia y sobre la sociedad provenían del ateísmo y del cientismo, postulado por la masonería y exaltado por la Revolución Francesa. Frente a estas acusaciones, la masonería reaccionó convocando un Anticoncilio masónico y una Asamblea de librepensadores con la idea de liderar un movimiento internacional dedicado a combatir sin tregua al Vaticano, sosteniendo que la infalibilidad papal era una herejía, la religión católica romana una mentira y su reino un delito.
Ante esta situación de beligerancia continua, Pío IX siguió su trabajo para compactar la Iglesia en torno a un principio de unidad. Atribuyó gran importancia a la espiritualidad popular, a la relación con los santos, especialmente a María a través del reconocimiento de las apariciones de Lourdes. Dio impulso a procesiones, peregrinaciones y todas las formas de fervor del pueblo. Tras su muerte, el 7 de febrero de 1878, la masonería siguió persiguiéndolo encarnizadamente:
Así, en la noche del 12 al 13 de julio de 1881, cuando su féretro era trasladado del Vaticano al cementerio de San Lorenzo Extramuros donde deseaba reposar, los masones organizaron una manifestación irreverente, con lanzamiento de piedras, imprecaciones, blasfemias, y canciones vulgares y obscenas contra el cortejo fúnebre, que a su vez respondía con la recitación del rosario, los salmos, el oficio de difuntos y pías jaculatorias. El culmen de la agresión tuvo lugar cuando la comitiva pasó por el puente Sant Ángelo. Al grito de ¡muerte al Papa, muerte a los curas!, un grupo de exaltados trató de arrojar el ataúd, con el cadáver de Pío IX, al Tíber. Pero los católicos, apretando filas en torno a los restos mortales del pontífice, rechazaron el ataque.
Fue beatificado en 2000 y su cuerpo permanece incorrupto en el citado cementerio a unos escasos metros del famoso diácono mártir en la parrilla (San Lorenzo).

La respuesta de Alburquerque
Este secular enfrentamiento ha dado lugar a lo largo de la historia a continuas ofertas de perdón, de una iglesia siempre vigilante, para aquellos miembros de las logias que abandonasen su errónea conducta, pero también a actos de audacia rayana a lo sacrílego por parte de estos últimos. Toca preguntarnos ahora, hechos tan lejanos ¿tuvieron eco o repercusión en Alburquerque? Por supuesto, convocados los fieles por todas las diócesis, arzobispados y cabildos catedralicios de los países católicos, fueron llamados a sumarse a la protesta contra el inesperado ultraje y sacrílego atropello y ofrecer sus votos de filial adhesión al Santísimo Padre, implorando, rendidos, su Apostólica Bendición. En los siguientes documentos se muestra el listado de los que concurrieron, entre otros, por Alburquerque.
PORTADA: Protesta del clero y la diócesis de Badajoz y edicto ofreciendo el perdón a los masones que muestren arrepentimiento y cesen su militancia.
IMAGEN 2: Simbología de la masonería.
IMAGEN 3: Pio IX.
IMAGEN 4: Pio IX.
IMAGEN 5: Listado de documentos de los fieles concurrentes de Alburquerque y otros./ Archivo Diocesano Mérida – Badajoz. Año 1881. Caja 76, Santa María del Mercado, caja 84, San Mateo.
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