viernes, abril 18, 2025
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LA EDUCACIÓN EN EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO: Conclusión y reflexión personal

ELÍSABETH GARCÍA ROMÁN

Un estudio sobre el patrimonio histórico-educativo de Alburquerque recogería evidentemente la trayectoria del convento de la Madre de Dios y es que, si nos atenemos a los acuerdos adoptados en la Convención sobre protección del patrimonio mundial, cultural y natural, aprobada en la decimoséptima Conferencia General de la Unesco celebrada en París en el año 1972, este monumento histórico tiene un valor excepcional tanto desde el punto de vista de la historia, en cuanto acogió a religiosos de la orden franciscana durante más de dos siglos, como bajo el prisma del valor artístico y didáctico de aquel centro público de enseñanza. No en vano tiene peculiaridades como el hecho de que, a pesar de ser un colegio público, sus alumnos tenían que pagar una cuota mensual para ayudar a su mantenimiento, o la curiosa circunstancia pedagógica de que impartían clases personas que carecían de la titulación exigida para ello. Sin embargo, en las aulas del viejo convento estudiaron jóvenes que hoy son médicos, abogados, psicólogos, maestros y, además, son personas concienciadas con el patrimonio y algunos de ellos forman parte activa de una asociación que promueve la conservación del mismo.

   Me parece interesante los comentarios de dos de las personas relacionadas con la faceta educativa del denominado hasta nuestros días Colegio de Segunda Enseñanza, en el sentido de que los alumnos que se formaron entre los gruesos muros de este cenobio sean ahora aquellos más defensores del patrimonio, como si les hubiera influido el lugar donde cursaron sus estudios. En este sentido sería interesante realizar una investigación científica en la que se establecieran tres grupos, uno formado por estudiantes del antiguo convento; otro por  aquellos que ya les tocó la enseñanza secundaria en el nuevo instituto, y un tercero con personas que no estudiaron en ninguno de estos dos centros sino fuera de la localidad. Tomaríamos como variable dependiente su concienciación hacia el patrimonio, algo que podría evaluarse con autoinformes, pertenencia a asociaciones relacionadas con la conservación del mismo o participación activa en iniciativas tendentes a la protección de los elementos culturales y patrimoniales.

   Entiendo que es relevante el hecho de que se conozcan en la actualidad a antiguos estudiantes de uno y otro centro que viven en un pueblo como Alburquerque, que actualmente tiene 5.600 habitantes, y que pueden diferenciarse por su pertenencia o no a una asociación que ha conseguido el apoyo de Icomos y de otras entidades regionales y nacionales en su lucha para conservar el patrimonio local, y que  ha apostado públicamente porque la parte privada del convento sea conservada y recuperada instalando en sus dependencias una hospedería. 

  En este sentido creo que sería correcta la hipótesis de que los alburquerqueños que estudiaron en el convento de la Madre de Dios están más concienciados con la conservación del patrimonio que aquellos que estudiaron en otros centros educativos. Lógicamente habría que controlar otras variables ajenas a la investigación y que podrían influir en el nivel de concienciación de unos y otros alumnos.

  Por otra parte, me parece interesante la idea que aporta la dueña de la parte privada del convento, familia directa del antiguo propietario de la parte pública del mismo, de utilizar las instalaciones del conocido como Colegio de Segunda Enseñanza como museo etnográfico, y en este sentido, entiendo que es lamentable que las autoridades hayan dejado perderse, cuando no han destruido, aquellas reliquias relacionadas con el pasado educativo del cenobio.  

  En este trabajo he procurado indagar en la memoria de personas que fueron protagonistas del devenir del convento, como la familia propietaria del mismo, así como en la de otros que fueron protagonistas de alguna forma del devenir educativo de la localidad, centrándome en los proyectos desarrollados en ese edificio singular del barrio de San Francisco. He querido también reflejar lo que supuso para esta zona de Alburquerque la existencia del colegio de Segunda Enseñanza.

  Al hilo de esta investigación, a partir de las imágenes y de este texto, siguiendo a Antonio Novoa, creo haber puesto humildemente mi gota de arena “hacia la meta de pensar históricamente la educación que eluda el riesgo de una cultura y una realidad sin memoria” (Novoa, A. 2005).

  Quiero terminar tratando de concienciar a las autoridades locales, a quienes me gustaría presentar este trabajo, en que se esfuercen por buscar, registrar y custodiar las piezas y restos  que puedan recuperarse del patrimonio educativo del antiguo convento de San Francisco, porque, insisto en Novoa, en el “contacto  con estos restos y en la lectura y reflexividad que hacemos de las huellas que reclaman nuestra atención están precisamente las bases sobre las que se sustenta la educación patrimonial”.

  Hemos de tener en cuenta que “esta dimensión de la formación no es otra cosa que una parte de la educación histórica, la que se sustenta en la cultura empírica del mundo de la escuela en el que hemos vivido ciclos decisivos de nuestra vida”.  

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