Aureliano Sáinz
Se cierra el segundo año de vida de Azagala. De este modo, para el número de diciembre de 2009 elegimos la estampa de un grupo escultórico de Pablo Lapeña, genial escultor que ha ido llenando Alburquerque de magníficas esculturas. En este caso, se trata de la figura de un pastor al que sigue un grupo de corderos. Creo que a estas alturas convendría hacer un artículo con todas las obras suyas esparcidas por el pueblo. En cierto modo, aludimos significado de este trabajo en bronce la “Carta a los lectores”:
“Con este número 20 se cierra un ciclo anual: el que nos anuncian los fríos que nos confirman que estamos en el mes de diciembre… Y lo cerramos con la imagen, esculpida en bronce, de un pastor que con caminar lento conduce a su rebaño. Es de alguna manera una metáfora de la vida: el camino se va construyendo en ese deambular incierto hacia un horizonte que es necesario ir renovando… Algo así es lo que nos acontece en Azagala. Sabemos que vamos dejando huella, que el camino marcado por la revista ya forma parte de la historia y de la vida de Alburquerque”.
A estas alturas, ya contábamos con un consejo de redacción de la revista con seis miembros: Julián Cano, Eduardo Maya, Juan Ramón Duque, Santiago Gamero, Antonio Rubio y Eugenio López. En la actualidad, lo conforman once miembros, de modo que del inicial permanecen Juan Ramón y Eugenio.
Como no podía ser de otro modo, la portada del número correspondiente al mes de enero de 2010 tenía que ser de la gran nevada que había caído en gran parte de la Península y, claro está, la de Alburquerque fue antológica. Así pues, ahí está la magnífica fotografía de Francis que tempranamente sale con la cámara para registrar imágenes inolvidables, como es la de la Alameda, todo el suelo blanco, y con sus palmeras mostrándonos sus ramas blanqueadas.
Pero no fue la única intensa nevada que llegó a Alburquerque. Elías Cortés, en su artículo El calor de la nieve, tras los inicios donde nos dice: “Se me ha puesto en el alma un llanto de carámbanos ardientes al ver las fotos y vídeos de Alburquerque nevado. ¡Cuánta belleza repentina! ¡Qué explosión de sensaciones inesperadas! ¡Qué ventisca de sentimientos resucitados que abandonan de súbito el ruinoso desván de la memoria…!”
Y es que, a estas líneas con fuerte carta poética, Elías las acompaña de una fotografía en la que se encuentra él, siendo un niño de 4 años, acompañado de su madre, en Las Laderas y en medio de la nevada que había caído en 1945.

Fue el filósofo alemán Friedrich Nietzsche quien nos habló del “eterno retorno” como visión cíclica de la historia, es decir, que los acontecimientos sucedidos, transcurrido el tiempo, vuelven a repetirse de nuevo. Esto sí que es aplicable a algunas portadas de Azagala, tal como apuntábamos, en el sentido de que hay acontecimientos que se manifiestan en Alburquerque y que son recogidos en sus primeras páginas.
Inevitablemente, el Carnaval es motivo para ello. Así, en este número 22, encontramos a un grupo de chicas, con la sorprendente mezcla de estética punk y colores variopintos que bien podrían nacer del pop-art que preconizaba Andy Warhol.
Pero, Alburquerque también son sus campos. Tierras que se alargan hasta el infinito de la mirada y que conviene ser mostradas para que quienes residen fuera recuerden su belleza inagotable.

Una de las más bellas tradiciones españolas es la de la ornamentación de las calles cuando se engalanan para la procesión del Corpus. Y esta de la calle Miguel Alcantú es de una incontestable belleza: al blanco impoluto de las paredes encaladas, que contrasta con la levedad del negro de las rejas, se une el propio suelo adornado con ramas y flores, cuyo recorrido está flanqueado por macetas, por lo que el verde de las plantas muestra el esplendor de la primavera que comienza a alejarse.
En el número 27 de la revista, de agosto de 2010, contabilizo nada menos que ¡277 fotografías! en las páginas de Azagala. No sé si quedaba alguien de Alburquerque por salir, puesto que muchas de las fotografías son de grupos. Bien es cierto que se recogían dos grandes eventos: Contempopránea y el Festival Medieval… Pero para las portadas nada mejor que la alegría que desprenden las chicas que participan en el Medieval.

Bueno, no todas las portadas de Azagala eran de Francis. En esta ocasión, la imagen de este número corresponde a Carmen Pocostales, quien podría explicar quiénes son esas tres niñas que, en plano tres cuartos, miran hacia la cámara con leves sonrisas.
Azagala seguía saliendo con 72 páginas; todo un esfuerzo para quienes la impulsaban. Y, como bien sabemos, en ellas tenían cabida todos aquellos que quisieran publicar sus escritos, no se hacía ningún tipo de distinción. Pero no está mal recordar a algunos que ya no están con nosotros y que firman en este número: Julián Cano, Luis González Soto, Juan Díaz, Victorio Román, Manuel Leo, Manuel Bozas… Han sido muchos los que han dejado sus recuerdos en sus páginas.
Uno de los edificios emblemáticos de Alburquerque es su iglesia de San Mateo. Grande y majestuosa, recientemente se había enlucido, puesto que el paso del tiempo había dado lugar que su exterior perdiera el esplendor que siempre había tenido.
Pero, si a la arquitectura nos referimos en el pueblo, no deja de ser paradójica una información titulada “El albergue juvenil estará listo en los próximos meses…” ¿Qué fue del albergue juvenil? ¿Qué fue de la hospedería que se iba a construir -sí o sí- según el señor alcalde? ¿Qué fue de las Laderas, unos años después? En fin, una ristra de desastres que son tristes recuerdos, aunque sus huellas están ahí presentes.
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