EUGENIO LÓPEZ CANO
Hay personas más luneras que otras, es decir, más «adictas» o «cotidianas» al influjo lunar, pero pocos se aventuran a dar razones de ello, y los que lo hacen expresan sus sospechas de que tienen que ver con la «naturaleza» de la persona, pues a «quien tiene la naturaleza más recia le coge menos«.
Por otro lado, las personas pueden, en parte, regular o controlar su receptividad al pernicioso influjo a través de un régimen alimenticio, pues existe una tradicional convicción -ya en desuso- que mantiene que hay que comer de acuerdo con la fase lunar, sobre todo en la luna llena. Así lo comparte el siguiente informante: «Cuando hay luna llena se come poquito de noche, porque sino pues te coge de lleno, como llena que viene y te da un rebatón… yo voy en mi vejez en mi trato con la luna«.
En una ocasión y desde un sentido totalmente distinto al vertido hasta aquí, se me dijo que una persona era «lunera», refiriéndose a sus desequilibrios mentales y psicológicos.
También he oído referirse al estado de buen humor de una persona como estar de «buena luna«, ya que en el contexto alburquerqueño «incluso el carácter de las personas está íntimamente ligado» a la luna «llegándose a decir que alguien está de buena o mala luna, cuando goza de buenos o malos humos«.

Acerca del destino
Volviendo sobre el refrán con el que empecé este recorrido por Alburquerque «la luna nos trae y la luna nos lleva» voy a comentar, aunque sea de forma somera, las convicciones populares que subyacen al mismo, y que versan sobre la presencia de la luna en el destino del mundo, y, más concretamente, en el de los hombres. La primera afirmación -«la luna nos trae»- redunda en la responsabilidad de la luna en todo acto creador de vida. Veamos en qué términos se entienden: «¿Cuántas lunas estás en el vientre de tu madre?… pues son nueve lunas… entonces tu vienes al mundo con las lunas… viene el crío a nacer, viene con la luna«.
«Una persona no nace sin ser movimiento de luna… las nueve lunas es cuando nace la criatura… y la mujer que le coja el mes ese, de las dos lunas, pues ya tiene el crío antes«.
«¿Por qué viniste tú al mundo?… ¿quién te trujo al mundo? -mi madre- ¿quién te gestó?… pues fue la luna… por la luna sino tu madre no te trae al mundo… por la luna estamos en el mundo, esa es la más verdadera que hay en el mundo, no hay más sol ni más na que la luna«.
La donadora de vida se convierte, a su vez, en donadora de muerte sentencia el refrán: «la luna nos lleva», y ello no se me antoja tan paradójico como algunos observan. ¿Es acaso extraño a nuestro pensamiento que pueda quitar la vida quien la da, si la vida en si no es sino una manifestación de su poder? Por otro lado, la aceptación del hecho de que la luna pueda «coger» a las personas y privarlas de salud se explican siguiendo la misma lógica. Pero ¿cómo nos lleva? pregunto una y otra vez:
«Yo lo tengo visto… solo he visto dos muertos… y si ahora una persona se pone muy grave, muy grave, a la salida de la luna o a la recogida, vamos a suponer en el calendario Zaragozano, sale a las dos y cuarto, te pones pa morirte, o te pones cuando sale la luna o te mueres al ponerse la luna«.

Teniendo en cuenta estas citas en las que todos parecen advertir que la luna solo «te lleva» cuando tu estado de salud es muy deficiente, así como otras en las que se nos decía que la luna ataca más a las personas que son más «flojinas», o «porque has comío mucho, o porque has comío poco», no hemos de ver a la luna como el único factor desencadenante de la enfermedad o de la muerte sino como la última causa eficiente.
Si las últimas citas dejan la impresión de que tan solo la luna maneja los hilos del destino no puede ser menos cierto. Me explico. En otra cuestión donde el objetivo principal de mi análisis era la relación entre religión, salud y enfermedad en el discurso nosológico popular, todo parecía indicar que la causa última existente detrás de toda enfermedad o muerte apuntaba, en general, a la voluntad divina. Por las conversaciones que he tenido sobre el tema en Alburquerque no creo que el análisis revelara una situación muy diferente, la posible contradicción por ello sugiere no es entendida ni vivida como tal por los informantes, quienes tan pronto hacen a la luna responsable de la fenomenología de la vida, la enfermedad y la muerte como, en otras ocasiones, a la voluntad divina. Aunque el discurso, entonces, no siempre resuelve el problema sin ambigüedad. Observemos algunos ejemplos:

«La luna te trae y la luna te lleva, y el sol te cría y la tierra te come… eso fue el mandamiento de Dios… y esas con las cosas que hay en el mundo… no creas que tu madre te trujo al mundo, no, que fue Dios, la Virgen Santísima María y Dios que está ahí arriba, el cielo y la tierra… (la luna) te gestó… la luna te trujo y la luna te lleva… Por la luna estamos en el mundo… estás buena y al poco rato estás mala, y es de ella… a la luna se le reza (a los niños alunados) y Dios quita to aquella cosa«.
A continuación, además, veremos como las figuras Dios-Padre, Hijo, Espíritu Santo y Virgen se insertan en las oraciones que se recitan en los rituales de curación.
La curación
Para curar estas afecciones lunares hay diferentes rituales. El de «la luna» y el del quebranto son básicamente el mismo, pues solo los diferencia la oración principal, ambos se empiezan con una bendición inicial del agua contenida en un plato, a la que siguen la oración correspondiente -de la luna o del quebranto o las dos- que se dice tres veces también, un Padrenuestro (o más según otros), un Ave María (o tres) y otra bendición del agua. Tras ello se echan en el plato tres gotas de aceite de oliva que si se esparcen sin dejar apenas rastro, se confirma que la persona en cuestión estaba cogida de la luna, y, por lo tanto, se ha de repetir el ritual para lograr la curación.
Las personas sabedoras de estas oraciones son siempre mujeres -o al menos, no han sabido decirme de ningún hombre que las conozca-, y se considera que deben ser transmitidas siempre de mayor a menor -siempre que la menor no sea una niña- si no se quiere perder la «virtud«:
Es esa la razón por la que no voy a citar aquí las oraciones que me dijeron las personas que así lo creen, y a las que respeto.
«Luna, por aquí pasahte
y la salú de… te llevahte;
Luna por aquí volvihte’j’a pasá
y la salú de… dejahte«

La oración de la «luna entripá» es conocida por muy pocas personas, que en general no mencionan nada sobre la convivencia de su secreto. Reproduciré la siguiente que al menos tiempo nos da información sobre el contexto en que se produce:
«…La Virgen alivie su dolor y quebranto, Gloria al Padre, Gloria al Hijo, y Gloria al Espíritu Santo, eso na más que pa sobarle la barriga a los niños, eso no es rezarle a la luna… tres veces… y entonces se está haciendo con el aceite y con el espliego… eso lo coges, lo fríes, entonces ese aceitino lo tienes frío y cuando… la niña la estás vistiendo, pues la dices esa oracioncina… pero eso no la bendecía, eso yo no me ponía en el plato nada para bendecirla«.
La condición indispensable para que la curación es tener fe, aunque huelgue decirlo no está de más apuntarlo si es algo en que los informantes hacen hincapié: «Ahora que le digo yo que lo mismo los versos (de San Antonio) que la luna no se tenga fe no valen pa na…, réceme usted la luna y no tiene fe, como si no se le rezaba. Lo que tienes que tener es fe.
PORTADA: Si no somos capaces de captar la belleza que trasciende de esta sencilla fachada, humilde en apariencia, ¿cómo vamos a valorar la tradición que emana de los pequeños detalles como el juego de luces a lo largo de la pared desconchada, el postigo centenario, la canal con toques artesanos, la teja árabe que nos cubrió a lo largo de los siglos…, e incluso la insignificante argolla dispuesta a sujetar el ronzal? (E.López, 1990)
FOTO 3: Victoria Castro, rezando la luna. Prohibida su reproducción.
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