Aureliano Sáinz
Ya estamos inmersos en la campaña que se ha iniciado en favor de la restauración del Castillo de Luna. Es una batalla que tenemos que dar en defensa de nuestra fortaleza, pues, como vemos, la conservación del Patrimonio parece que no es un tema relevante o, al menos, no está en la agenda prioritaria de las instituciones autonómicas.
Intentando ser breve, quisiera exponer una restauración que, a mi modo de ver, ha sido en cierto modo ejemplar. Fue la que se llevó a cabo en el castillo de Belalcázar, localidad en el norte de la provincia de Córdoba, con algo más de tres mil habitantes y colindante con la de Badajoz.
La singularidad de esta fortaleza radica en su torre del homenaje que es la más alta de todas las que se encuentran dentro de nuestro país. Esta restauración ha dado lugar a que haya salido de la lista roja que habitualmente elabora Hispania Nostra después de que la Junta de Andalucía abordara las obras de consolidación y restauración.
Hay que apuntar que el castillo, también llamado de Gahete o de los Sotomayor, fue adquirido por la Junta de Andalucía en 2008, administración pública que ha llevado adelante el proyecto de consolidación de las murallas y, especialmente, la restauración del interior y del exterior de su espléndida torre del homenaje, lo que posibilita que ahora se pueda acceder a los adarves y a la terraza de la cubierta de la propia torre.
Tal como indico, si algo de singular tiene este castillo, construido sobre restos romanos y especialmente árabes, es su torre del homenaje, de tipo cuadrado, con cinco plantas y una altura de 45 metros, lo que, a partir de la vista aérea que se muestra en la fotografía anterior, nos da una idea de la singularidad de esta torre dentro de los, aproximadamente, diez mil castillos que hay en nuestro país (cifra tomada de la Asociación Española de los Amigos de los Castillos, en la que se incluye también a los que se encuentran en estado ruinoso).
Pero no es solamente su altura, sino también la belleza que expone dentro de un estilo arquitectónico renacentista, con el que, en 1546, Francisco de Zúñiga, quinto duque de Béjar y sexto de Sotomayor, aborda la construcción de esta torre. De modo este modo, en algo más de la mitad de su altura muestra una gran solidez y sobriedad, ya que son muros macizos sin apenas huecos. Será a partir de, aproximadamente, el tercio superior cuando se muestre su aspecto palaciego, ya que aparecen diversos adornamientos de piedra junto a fajas jaqueladas cubriendo las escaraguaitas, es decir, las pequeñas torres que se realizan con motivo ornamental y que coronan la torre.
No me extiendo más, dado que lo que deseo plantear es que las fortalezas y castillos que están en propiedad de las Comunidades Autónomas deben de ser cuidadas para frenar su deterioro, de forma que vuelvan a tener el esplendor de tiempos pasados. Así pues, la campaña de S.O.S. Salvemos el Castillo de Luna que llevamos de manera abierta en Alburquerque tiene un claro sentido para que la Junta de Extremadura escuche una llamada cargada de razones de todo un pueblo que pide simplemente lo que se indica en las Normas de Protección del Patrimonio.
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