miércoles, marzo 19, 2025
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Grandes portadas (2)

Por AURELIANO SÁINZ

En la primera entrega de Grandes portadas veíamos en la ilustración del artículo a los cuatro Beatles caminando sobre el paso de peatones de Abbey Road, por lo que me parece razonable que en esta ocasión aparezcan sus grandes ‘rivales’: los Rolling Stones. De todos modos regresa el cuarteto de Liverpool a esta segunda selección, puesto que su disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band está considerado por muchos como el mejor de la historia del rock (esto, lógicamente, es siempre motivo de polémica).

Todavía nos encontramos en las décadas de los sesenta y los setenta, ya que fueron periodos de enorme creatividad dentro de la música popular.

En esta ocasión me voy a centrar en el análisis de cuatro álbumes, aunque serán cinco portadas las que veremos, pues uno de ellos, Sticky Fingers, de los Rolling Stones, ya que por la estricta censura del franquismo salió al mercado con una carátula diferente en nuestro país. Curiosamente, la edición española generó tanta o mayor sensación que la original, debido a la tensión surrealista de la portada, por lo que hoy ese álbum está muy cotizado en el mercado de los coleccionistas de vinilos.

Puesto que abordamos las portadas con un orden cronológico, comenzamos con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band que los Beatles sacaron al mercado en 1967. Este disco fue elegido en primer lugar por los críticos de la prestigiosa revista Rolling Stone en su número dedicado a los 500 mejores álbumes de todos los tiempos.

El Sgt. Pepper’s fue un auténtico revulsivo, no solo musicalmente, sino por la portada de Peter Blake que se convirtió en un auténtico icono dentro del mundo del diseño gráfico.

De ella se hablaba, se discutía y se buscaban distintas interpretaciones atribuyendo significados ocultos en la abigarrada imagen de la carátula. Lo cierto es que Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr aparecían dos veces: como miembros de la banda del ‘Sargento Pimienta’ y como esculturas del Museo de Cera.

Tras ellos, multitud de variopintos personajes: Marilyn Monroe, Johnny Weissmuller, Fred Astaire, Bob Dylan, Dylan Thomas, Mae West, Karl Marx, Albert Einstein, Stan Laurel y Oliver Hardy… Fue un trabajo de difícil ejecución, pues había que solicitar permiso por cada uno de los personajes que aparecían en la misma; pero mereció la pena, puesto que se convirtió en una de las portadas más conocidas del mundo musical.

La primera portada que diseñó el artista estadounidense Andy Warhol por encargo de los Rolling Stones llegó a ser un auténtico bombazo. Se trataba de Sticky Fingers y, tal como he apuntado, para la censura de nuestro país se convirtió en una imagen inadmisible.

En el disco, de 1971, se encontraban algunas canciones tan emblemáticas como Wild Horses, Brown Sugar o Sister Morphine. Por los títulos podemos comprobar que por entonces las drogas tenían mucho predicamento en las estrellas del rock; admiración que inevitablemente acabó pasando factura a algunos de los músicos y cantantes de entonces (recuérdese a Janis Joplin, Jimi Hendrix, Gram Parsons, etc.).

En la portada de Sticky Fingers se veía en plano detalle la bragueta de un pantalón vaquero masculino con una cremallera real que se podía deslizar. Junto a ello, aparecía un abultamiento que evocaba una erección. Como puede suponerse esto era mucho más de lo que en nuestro país de entonces se podía permitir.

También hubiera sido un escándalo dentro del mundo musical que en España no apareciera este álbum, por lo que la compañía Atlantic encargó el diseño de una portada alternativa.

La que finalmente apareció en nuestro país en nada quedaba atrás en cuanto a imaginación con respecto a la original. Así, unos dedos ‘pegajosos’ femeninos salían de una lata cilíndrica que había sido abierta con un abrelatas de aquella época, al tiempo que la sangre espesa y negruzca se esparcía por el suelo en el que estaba apoyaba. Por otro lado, en la esquina superior derecha asomaba el famoso logotipo que realizó Warhol basándose en los labios y la lengua de Mick Jagger y que se vio por primera vez en este disco.

Hace algo más de cuatro años, el 10 de enero de 2016, fallecía una de las grandes figuras del rock: David Robert Jones, conocido por su nombre artístico como David Bowie.

David Bowie no solamente era gran músico, sino un personaje poliédrico que, entre otras cosas, mantenía un especial cuidado por la propia imagen con la que se esmeraba al máximo. De ello se deriva que también sus portadas fueran tratadas con especial atención.

¿Y cuál sería el disco que representaría mejor al genio londinense? Para mí no cabe la menor duda: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, aparecido en 1972, que para abreviar se lo conocería como Ziggy Stardust. Disco conceptual, en el que aparecen canciones de historias relacionadas entre sí, entre las que se encuentran las inolvidables Five Years, Soul Love o Starman.

Puesto que Bowie por entonces inauguraba el que habría de llamarse glam rock, para el diseño de la portada acudió al fotógrafo londinense Brian Ward, que tiene su estudio en la calle Heddon. Allí en un día lluvioso, Ward toma 17 fotografías en blanco y negro. Dos de ellas son elegidas para la portada y contraportada, y que, posteriormente, serían coloreadas a mano. En ellas, aparece David Bowie, embutido en una especie de mono azul, portando en su mano derecha una guitarra eléctrica, al tiempo que su pie izquierdo se apoya en un cubo de basura, reforzando el carácter de calle de barrio marginal.

Dentro de la larga historia de la música popular, ha existido un disco que fue un auténtico filón, tanto para su joven creador como para el sello Virgin que lo editó. Me estoy refiriendo a Tubular Bells de Mike Oldfield, álbum que inició toda una trayectoria como hito musical e icono visual, pues su portada, en la que aparece un tubo metálico doblado y flotando en el aire sobre las olas del mar, se convirtió en auténtico un símbolo.

Fue en el año 1973 cuando vio la luz un álbum que inmediatamente llama la atención, puesto que es todo música sin que en ninguna de las dos partes de las que se compone haya canciones, si excluimos los gruñidos que suenan en la segunda cara del elepé.

En aquel momento sorprendía que un chico de 17 años hubiera compuesto esta ‘sinfonía’ y que fuera el intérprete de los numerosos instrumentos que se habían utilizado para la misma. Por otro lado, Richard Branson, propietario del sello discográfico, apostó por este joven prodigio, logrando levantar el emporio que más tarde sería Virgin.

Pero el éxito no solo fue por la música, dado que la portada ayudó al convertirse en una imagen de gran potencia visual. La misma se debe a Trevor Key, diseñador gráfico que también había realizado trabajos para Peter Gabriel o Phil Collins. El diseño se basa en la fotografía de un mar con una pequeña ola, de modo que flotando en el aire aparece una de esas campanas tubulares que Mike Oldfield toca el final de la primera cara del elepé. Pero la aportación de Key es que la dibuja retorcida y con una fuerte visión en perspectiva.

 

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