ANTONIO L. RUBIO BERNAL
Decía la letra de la canción que acabo de escuchar en Radio Olé -la música la tenemos al gusto del abuelo, la tele al de mi esposa y la comida al mío-: «Escucha, hermano, la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día». Personalmente la música en estos momentos me levanta el ánimo. ¿A ti no? Me ayuda a controlar la ansiedad que sufro cada amanecer cuando a mi mente vienen todos los interrogantes: ¿tendremos síntomas?, ¿nos faltarán víveres?, etc.
En exclusiva para quienes no me conozcan, de psicólogo nada de nada. Lo que humildemente expongo no es sino fruto de mis vivencias, aprovechando el espacio que generosamente me ofrece Azagala digital para que relate lo que en ganas me venga.
Sería Rousseau quien dijese que «la paciencia es amarga, pero su fruto es dulce», y en estas circunstancias, con las crueles secuelas del COVID a flor de piel, el fruto de la virtud puede ayudarme a mantener lo mejor que poseo en estos momentos: la esperanza puesta en que este gran drama, entre todos, lo superaremos, aunque suponga pasar sin más remedio por la amargura de la reclusión -veinte días ya-, siempre reconociendo que en el campo, a quienes nos guste la naturaleza y no padezcamos alergias, es más llevadero.
Me refería un amigo por teléfono -a la postre, muy nervioso él, pero mira por dónde pareciese muy crecido ante el problema por la calma que me transmite. ¡Quién lo diría!-, que una situación así requiere una gran dosis de paciencia, llamémosle de la amarga, de la que forma parte mi capacidad de sufrimiento, de encajar desgracias sin quejarme -esto debió ser herencia de mi querida madre-, y también de la dulce, de la que me otorga calma ante la adversidad, de la que pacientemente espera aquello que tenga que llegar, de la que me dispensa capacidad para soportar contratiempos en pro de nuestra meta que no es otra sino erradicar a este malvado bicho. Y curiosamente vivo momentos en que con sólo un ejercicio mental me aplico la paciencia en sus dos versiones: por un lado, paciencia para perseverar en la lucha estando recluido en mi campo, cumpliendo rutinas diarias necesarias para sobrevivir; y por otro, la paciencia necesaria para persistir en la visión de la llama de la ESPERANZA que a buen seguro se impondrá.
Soy uno más de los que se aplican a su propia vida que cualquier objetivo se puede conseguir con constancia y paciencia; es decir, dotándonos de una voluntad inquebrantable para alcanzar el propósito. ¿Por qué te digo esto? La vida se ha encargado de mostrarme que lo mejor que podamos esperar no llegará de repente, se hará esperar, dando cumplimiento al dicho: «Roma no se conquistó en un día», añadiendo así un nuevo ingrediente del que no sólo yo estoy necesitado: mi ansiada esperanza en un nuevo amanecer, no sólo para mí, también para ti, para los tuyos y los míos. Una esperanza que se traduzca en optimismo en estos días grises y oscuros, que permita sobrellevar la situación con fe de superación; una esperanza que me dispense tranquilidad en esta espera cierta y confiada; y, sobre todo, una esperanza que muestre ante mis ojos aquello que aún anhelo: el exterminio de este cruel mal que tantos estragos y sufrimientos inútiles está causando en toda la faz de la tierra.
Hagamos crecer nuestra esperanza en este tiempo de Pasión para que nuestras fuerzas se acrecienten; para que se incrementen nuestras ganas de luchar hasta la victoria. No creas a cantamañanas que sólo ofrecen datos, no siempre ciertos, ni a correveidiles o tarambanas que hablan con más desconocimiento que sapiencia. Aparte de que son tóxicos, razón por la que no te los recomiendo, intentan dártela con queso. Seamos sinceros por una vez: lo que todos necesitamos es un corazón fuerte para pelear, una inteligencia para llevar la pelea a buen término y valor para afrontarla. Y todo ello depositando nuestra confianza en nuestros héroes: nuestros sanitarios, a los que jamás estaremos lo suficientemente agradecidos; nuestros agentes de los distintos cuerpos; nuestro ejército; y todo ese batallón de profesionales de los más variopintos oficios que ahí están dando la cara trabajando en las condiciones más hostiles para que no nos falte de nada; todos ellos dejándose la piel para que tú y yo podamos mantener esperanza en que esto lo superaremos entre todos, con nosotros por ahora QUEDANDONOSENCASA. A todos ellos, agradecido de por siempre.
Y a ti, estimado lector y amigo, sólo decirte que nada sería mejor que tú te identificases con lo aquí torpemente expuesto, pasando a ser uno más en esta cruzada contra el infortunio. Me fundo contigo en un abrazo virtual soñando con que un nuevo amanecer llegará.
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