A lo largo de los últimos meses, hemos ido adelantando que nuestro alcalde iba a anunciar en las elecciones auténticas barbaridades para volver a “engatusar” a los alburquerqueños de cara a las elecciones municipales del día 26. Como si no nos hubiera engañado tantas veces ya con compromisos electorales, valgan como ejemplo, el aparcamiento subterráneo bajo la Alameda, la restauración del castillo de Azagala para convertirlo en un centro de interpretación de la Sierra de San Pedro, la rehabilitación del puente de Guadarranque, el aeródromo en la carretera de Herreruela, el estanque para la pesca de la tenca en el “Prao”, el centro experimental de cerdo-bio, el centro del agua, el museo Aurelio Cabrera, el hogar para víctimas de violencia de género, un polígono industrial medioambiental en una finca de los Baldíos, y un largo etcétera. Todo ello por no hablar del matadero, eternamente cerrado, la piscina climatizada, eternamente cerrada, la ONG con la que sacarían 10 millones de euros anuales y crearía cientos de empleos, no solo en Alburquerque, sino también en África.
Ahora, a una semana de las elecciones, no se cumplido ninguno de sus grandes proyectos, ni uno solo, y el ayuntamiento debe cerca de 11 millones de euros, y los trabajadores llevan tres meses sin cobrar sus nóminas. Y a partir de enero, el consistorio empezará a pagar los 3 millones de euros del último préstamo.
Bueno, pues así y todo, todas esas falsedades prometidas para conseguir votos son una minucia para lo que prometió anoche, que incluso hizo sonrojar a algunos de los presentes pese a ser vadillistas acérrimos.
Pero aparte de tantas mentiras a las que ya estamos acostumbrados, tal vez lo peor de todo fue la falta total de respeto a los alcaldes y concejales, muchos de ellos socialistas, que gobernaron Alburquerque antes de llegar Ángel Vadillo a la alcaldía. Como veremos, se les trata con absoluto desprecio, diciendo poco menos que nuestro pueblo era un “estercolero”, en el que no se hizo nada, no había nada, no se trabajaba por la cultura, ni por el deporte, ni por la educación, ni siquiera por los muertos, ni se atendía a los niños, ni a los ancianos. Se llega a decir prácticamente que Alburquerque no existiría hoy si no hubiera llegado, hace la friolera de casi un cuarto de siglo, Ángel Vadillo.
Más tarde lo contaremos todo.
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