En su última intervención pública, sin preguntas, y solo para atacar al director de esta revista, Francisco José, debido al nerviosismo de nuestro alcalde dado el éxito de la Azagala digital, Ángel Vadillo no solo defiende las palabras de la concejala Laura Santalla, quien insultó gravemente a Negrete, sino que critica a los partidos de la oposición por pedir la dimisión de esta señora. Además, se permite el lujo de amenazar con leer la cartilla nada menos que al escritor alburquerqueño Luis Landero, premio Nacional de Literatura y cuyo nombre suena incluso para el Premio Cervantes, el alburquerqueño más universal, el que hace gala de su pueblo donde quiere que va, el que viene cada año al instituto para participar en el humilde pero gran premio que lleva su nombre.
Y solo porque en su artículo en el número 100 de la edición impresa de AZAGALA, Luis Landero dedica a Francis Negrete las siguientes palabras: “Yo creo que Francis ha nacido para periodista, y a mí me parece que es un ciudadano ejemplar. O, si alguien lo prefiere, un tocahuevos ejemplar. Yo quiero que en mi país, en mi tribu, haya gente así: beligerante, inconformista y leal” …
Pues bien, nuestro alcalde dice que Landero “no hace gracia (…) y cuando utiliza estas palabras perjudica al pueblo”, y amenaza con la frase: “algún día tendré algunas palabras con este señor”. Vadillo está tratando de advertir al escritor, y a cualquiera que le haya escuchado, «cuidado con lo que dices que me entero». Y, en este caso, solo porque tiene palabras de elogio hacia la labor de Negrete.
Si Ángel Vadillo tiene la osadía de arremeter contra alguien como Landero, cuyo trato con él y con el pueblo en general ha sido siempre exquisito, nos preguntamos qué no será capaz de hacer con cualquiera de nosotros.
Pero, al hilo de esto, por su gran interés, vamos a reproducir el texto íntegro que el escritor alburquerqueño nos remitió para su publicación en el número 100 de AZAGALA.
Brindis gran reserva
“Pocas cosas me gustan más que recibir la Azagala un día cualquiera de no importa qué mes y disfrutar ya por adelantado de los buenos ratos (y alguna que otra tristeza, porque de ese sopicaldo está hecha la vida) que me esperan. Soy suscriptor y lector fiel desde su fundación, hace ya cien números. En la Azagala tengo yo muy buenos y viejos amigos, porque no solo el roce hace el cariño, también la letra, las palabras, la lectura atenta durante mucho tiempo. Al igual que el vino, hay revistas del año, revistas de crianza y revistas de reserva, y hasta de gran reserva. Así, como un gran vino de buena cepa y gran bodega, saboreo yo cada página de la Azagala. Alburquerque, tan querido, y a veces tan lejano para mí como mi propia infancia, me llega con la Azagala puntualmente cada mes, y ya antes de empezar a leerla, percibo los aromas, los sonidos, los sabores, las caras y figuras que componen el alma de mi pueblo, el de ahora pero también el de entonces, el que yo conocí hace mucho tiempo y el que atesoro en mi memoria como el mejor legado que el destino tuvo a bien regalarme.
¿Habéis visto, por cierto, la elegancia de aquellos jóvenes de los años 50 y 60? Visten todos con traje, camisa y corbata, los zapatos lustrados a conciencia, todos son delgados y esbeltos, y saben llevar esa ropa de domingo con la gracia y la naturalidad de los grandes actores de Hollywood. Y lo mismo las mujeres. Y no solo los que vivían en el pueblo, también los que venían del campo a mocear en días feriados, y que competían en elegancia con los urbanitas. Yo era niño, y los veía pasar en grupos por las Laderas, por la Alameda, por la Plaza, por la Carretera, y el pueblo todo era una fiesta. Lugar más bonito e importante que aquel, imposible siquiera imaginarlo. Ellos, los jóvenes de entonces, eran mis héroes. Alguna vez, yo sería como ellos. Entretanto, pues había que conformarse con una perra chica de chochos, otra perra chica de pipas, y acaso un helado de limón tan auténtico que te lo despachaban con sus pebas y todo. (Para quien no conozca la palabra “peba”: que la busque en un diccionario portugués. ¡Ay, aquellos tiempos de la Raya!).
Estas son algunas de las cositas que encuentro en la Azagala. Pero yo estaba hablando de los viejos amigos que tengo en la Azagala, y con los que me gusta reencontrarme cuanto menos una vez al mes. Ahí está Elías Cortés, marqués de Zajarrón, con cuya buena prosa e impagable ingenio uno se ríe con esa risa de la que participa siempre la inteligencia, y ahí está la siempre lúcida mirada de Juan Francisco Campos, y la amena y rigurosa erudición de Eugenio López Cano, y Antonio Rubio, y la memoria prodigiosa de Pepe Toledano, y Juan Díaz Rivero, y Manuel Unión, y Julián Cano, y Vicente Martín Orantos…y tantos otros.
A Vicente, por cierto, en Madrid lo llamábamos Vicente, Vicent o Vicentuco. De cualquier modo que lo llamaras, él siempre estaba ahí, listo para la aventura. Yo con Vicente he compartido correrías inolvidables. Algunas en la realidad, y muchas otras en la imaginación. Ligar, lo que se dice ligar, no ligábamos mucho, pero lo que es hablar y fantasear, y reírnos hasta el dolor de nuestras tontunas e invenciones, eso sería un libro sin fin. Al cabo del tiempo, yo perdono los ligues perdidos por las risas ganadas. Vicente es un narrador oral extraordinario, y lo era ya de niño. También es un romántico incurable. No hay más que leer sus artículos: cuando era joven, tenía nostalgia del futuro; ahora que va para viejo, tiene nostalgia del pasado. En fin, un soñador irreductible.
Y el bodeguero, cómo no. El director de esta orquesta titánica (por el Titanic, sí, pero también por la tarea de fundar y sacar adelante la Azagala durante años y años) que es Francis Negrete. Yo creo que Francis ha nacido para periodista, y a mí me parece que es un ciudadano ejemplar. O, si alguien lo prefiere, un tocahuevos ejemplar. Yo quiero que en mi país, en mi tribu, haya gente así: beligerante, inconformista y leal. Yo quiero que en mi tribu quepamos todos, que lo singular y lo plural no se excluyan, y que no haya trifulca que no pueda resolverse con inteligencia, con elegancia y hasta con un poco de humor. Vive y deja vivir, ese es mi lema.
Brindo por ello, con un gran vino de reserva, y, si eso no fuera posible, con cualquier vino honesto y peleón: que la Azagala viva otros cien números, y muchos más, y nosotros con ellos. Salud, amigos.
FOTOS
1-Landero y Vicente “Pereira”, amigos desde siempre.
2-En una foto actual, como encabezamiento de su artículo en la edición impresa de AZAGALA.
2-Con Tomás Caballero, niño que encarnó al Landero niño en el programa de TVE “Esta es mi tierra”
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