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Mazmorras en lugar de habitaciones
En Alburquerque, en la provincia de Badajoz, se sitúa el espectacular castillo de Luna, original del siglo XIII. La fallida estrategia para convertirlo en una hospedería de cinco estrellas es uno de los casos más rocambolescos del patrimonio español. En el año 2007, el ayuntamiento de la localidad y la Junta de Extremadura presentan el proyecto, “muestran la maqueta, que hasta ese momento estaba un poco escondida, y saltan todas las alarmas”, rememora Pablo Bozas. La reacción fue inmediata: “Un grupo de vecinos constituimos una plataforma para luchar contra el proyecto”.
¿Cuál era la razón principal? El elemento estrella consistía en la construcción de una torre de hormigón de 35 metros de altura junto al castillo, que permitiera acceder al interior a través de ascensores y una pasarela de cristal. “Organizamos mesas redondas en el pueblo para explicar que eso era una barbaridad, que desfiguraría la imagen del castillo”, relata Bozas. Voces autorizadas en la materia se sumaron a la oposición, como el (ya fallecido) historiador británico Edward Cooper.

Ante el descontento, la Junta de Extremadura recula, pero no del todo. La institución encarga un segundo proyecto para aprovechar una inversión elevada: seis millones de euros en un pueblo de poco más de 5.000 habitantes. Para corregir el impacto visual que tanta polémica había suscitado, ahora se trata de “esconder” la intervención. El nuevo arquitecto, José María Sánchez García, proyecta la hospedería en el interior de los baluartes.
Estas estructuras “se hacen en el siglo XVIII y son fortalezas más bien bajas y rellenas de tierra para soportar el impacto de la artillería”, explica Pablo Bozas. La consecuencia es evidente: “No tienen ventanas y no entra la luz, más que una hospedería son mazmorras”, describe. Porque el proyecto se ejecutó entre 2008 y 2012 —con los vecinos de nuevo en pie de guerra—, pero “la obra se queda sin terminar y la hospedería no se lleva a cabo”, añade el vecino de Alburquerque. Tampoco faltó la paradoja de que el proyecto de Sánchez García llegó a ser premiado.

Para maquillar el fiasco, la parte construida se transformó en oficina de turismo y centro de interpretación de la Edad Media. “Las malas decisiones de los políticos han hecho que el turismo se haya resentido muchísimo en Alburquerque”, analiza Pablo Bozas. Errores que han afectado de lleno también al edificio. Durante las obras se gastaron cinco millones de euros en inyectar hormigón. Sin embargo, desde que se pararon trabajos, la inversión se frenó en seco.
“No se ha mantenido el castillo en estos doce años y se ha producido un deterioro; por ejemplo, la torre del homenaje, desde donde se divisa todo el paisaje, no se puede visitar porque tiene goteras que pueden causar serios problemas”, lamenta Pablo Bozas. Una batalla perdida en medio de la guerra que ha traído el siglo XXI a las fortalezas españolas: ¿de verdad están preparadas para convertirse en hoteles?
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PORTADA: Fotomontaje de Adepa/ AURELIANO SÁINZ
FOTOS 2 Y 3: Interior de los baluartes.
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