FRANCIS NEGRETE/ AZAGALA
El verano de 2024, en Oporto, cenamos un par de noches en un restaurante sencillo, pequeñito y humilde, pero donde tenían un pescado fresco extraordinario. Una de las veces, Eli y yo nos sentamos junto a un matrimonio, con las mesas de ambos casi juntas. Al poco surgió una conversación sobre nuestras vidas que se prolongó durante horas. La vida de José Martíns era especial, aventurera, llena de riesgos y un ejemplo de valentía para conquistar la libertad y escapar de la miseria en que vivía Portugal durante la dictadura. Es por ello que, antes de despedirnos, tuve la idea de contar esa azarosa vida en la revista. Se lo comenté y tanto a ella como a su esposa, Mari, les pareció bien. Se puede decir que aquella cena fue el principio de una amistad, porque desde entonces hemos hablado por videollamada e intercambiado opiniones a través de WhatsApp. José me ha enviado varias fotografías y, mediante una entrevista telefónica, hemos podido reconstruir su apasionante experiencia vital.

Antonio José Dias Martins nació en Oporto en 1953. Hijo de Manuel Pinto Martins y Maria Dias de Abreu, quienes tenían cinco hijos contando a José.
Su madre apenas descansaba porque para mantener a la familia necesitaba trabajar mucho. Así, a las 4 de la madrugada iba a repartir pan que llevaba en una cesta encima de la cabeza de puerta en puerta a las casas de gente rica. Después, por la mañana, vendía pescado fresco en la calle y por la tarde frutas. Finalmente, ya en horario nocturno envasaba lejías en recipientes de plástico para su venta, tarea en la que ayudaba José y su hermana Silvana colando la lejía.

Su padre, que trabajaba en una tienda de lámparas marchó a Francia, en concreto a Paris, en 1966, huyendo de la dictadura de Salazar y buscando una vida mejor para su familia. Algo más de un año después regresó para llevarse a su mujer y al pequeño de los hijos. José se quedó viviendo con una señora llamada Diolinda y los otros tres permanecieron con otra mujer en la misma calle, en concreto en el conocido como Cerco de Oporto.
José trabajó desde niño al principio en una cristalería y posteriormente como fontanero, oficio que había aprendido y del que, con los años, se haría un gran profesional.

De aquellos años recuerda que, cuando terminaba la faena, iba con otros niños a lanzarse al río Duero desde el conocido puente Don Luis. Se lanzaban al agua a recoger monedas del fondo, costumbre que sigue haciéndose en el popular y hermoso puente que separa Oporto de Vila Nova do Gaia.
A fuerza de tanto zambullirse en el agua al caer de una gran altura, comenzó a salirle un líquido amarillo de los oídos, síntoma de ruptura del tímpano, por lo que tendría graves problemas años después, como ya veremos.

Al haber nacido en 1953, José Martíns iría destinado en breve espacio de tiempo a Angola, una de las colonias portuguesas en las que estaban muriendo muchos jóvenes lusos, así como angoleños, mozambiqueños, guineanos… De hecho, acabar con estas guerras sin sentido y conquistar la libertad y la miseria fueron los tres motivos principales de la Revolución de los Claveles.
Diolinda, la mujer que tenía a José a su cargo y a la que le enviaba dinero, como a la familia que acogió a los otros tres hermanos, desde Paris, falleció y José recuerda que le avisaron estando en el trabajo y dejó la faena para asistir al entierro. Él tenía entonces 13 años.

Era el momento de marcharse de Portugal, pero el dictador, Salazar, y su sucesor Marcelo Caetano, tenían prohibida la salida del país, a diferencia de España, donde Franco, sí lo permitía. Por tanto, el padre de José tenía muy complicado sacar a sus hijos de aquella férrea dictadura y librarlos de las guerras coloniales, pero eso no fue un obstáculo para intentarlo.
En principio, su padre, Manuel Martíns, que ya tenía un trabajo bien remunerado en París como encofrador y disponía de pasaporte, viajó a Oporto para preparar el plan de huida y contratar y pagar a los “pasadores” que se encargarían de sacar de Portugal a José, que tenía 15 años, y otros cuatro amigos del barrio. Los otros hermanos, más pequeños, permanecieron en Oporto.

En primer lugar, los pasadores, que cobraban una buena cantidad de dinero, llevaron a los cuatro adolescentes a un pueblo llamado San Juan de Madera, cercano a Oporto, y desde allí, siempre por la noche, cruzaron la frontera luso-gallega y llegaron por caminos a un campo en Orense, donde se refugiaron en una cabaña.
En aquel tiempo la zona estaba muy vigilada por los carabineros españoles porque intentaban cruzar a Francia miles de portugueses.
José recuerda que pasó la noche en un hueco de la cabaña lleno de ortigas, por lo que el picor era insoportable.
Cuando los pasadores vieron que no había peligro atravesaron el río Bidasoa en una barca y otro río menor y de poca profundidad a nado, todo ello en horario nocturno.

Finalmente les montaron en una furgoneta pequeña y llegaron a Irún, donde les dijeron que caminaran junto a una vía de tren que les llevó hasta Hendaya, ya en Francia, donde les esperaban sus padres.
José nos cuenta que llevaba un hambre horrible y le pusieron un pollo y él se comía casi hasta los huesos.
Ya en la escuela, en Paris, notaron que José tenía muchos problemas con el oído, que le supuraba un líquido amarillento, y le ingresaron de urgencia para operarle de los dos oídos y de la nariz. Estuvo un año entero en el hospital de Santo Antonio.

Cuando empezó a trabajar de fontanero, le extendieron un certificado que entregó en su empresa para no faenar con aparatos muy ruidosos, pero nunca más ha vuelto a tener problemas con los oídos.
En una discoteca de París, llamada Globo, en Clichy, el barrio del Moulin Rouge, conoció a Mari, cuyo nombre completo es María Cleofé Tamames González, nacida en el pueblo salmantino de Valdelosa. Su familia había emigrado a Francia en 1967 en busca de un futuro mejor que, efectivamente, encontraron en la capital parisina.
Se conocieron porque Mari tenía una amiga portuguesa y fue esta quien le presentó a José. Se casaron en 1974 y tienen dos hijos, Anabella, de 44 años, y Antonio, de 38, que es cirujano.

Ella era peluquera pero dejó el trabajo para dedicarse a la familia y porque José ganó mucho dinero con su profesión de fontanero, de hecho, ayudaron a sus hijos a comprar sus pisos.
José Martíns nunca quiso obtener la nacionalidad francesa y tardó siete años en regresar a Portugal. Lo hizo cuando se casó, en 1976, cuando la dictadura salazarista había caído por la Revolución de los Claveles, en 1974.
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PORTADA: José y Mari, de novios, en la sala Bataclán, donde tres terroristas armados con fusiles de asalto asesinaron a 130 personas en noviembre de 2015.
FOTOS:
1-José, Mari, Eli y Francis, en Oporto.
2-Carta sindical de José Martins.
3-Los padres de Martins querían que tuviera una fotografía bien vestido y alquilaron un traje para hacérsela. Aún recuerda el sitio donde se la hicieron, la rúa Santa Catarina.
4-Niños arrojándose al Duero desde el puente Don Luis I, de Porto.
5-Porto, en los años 60.
6-Porto, años 60.
7-Nota sobre huída de portugueses a París.
8-Imagen del día feliz de la boda.
9-Imagen de la Revolución de los Claveles, que se hizo para recuperar la libertad, terminar con las guerras coloniales y con la miseria en que vivía entonces Portugal y de ambas cosas escapó José Martíns.
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