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UNA HISTORIA DE ALBURQUERQUE EN SUS ESCRITURAS: 1815. La guerra de la independencia y sus estragos en la Villa. Una reclamación de daños al seguro

JOSÉ NARCISO ROBLES ORANTOS

INTRODUCCIÓN

Algunos apuntes sobre la guerra de la independencia en Extremadura

Por tratarse de un cruce de caminos entre Madrid y Lisboa, por un lado, y Castilla la Vieja y Andalucía por otro, Extremadura se convirtió desde el principio del enfrentamiento en uno de sus principales escenarios. La presencia constante de ejércitos, tanto enemigos como aliados, supuso una persistente necesidad de recursos de todo tipo para mantener el esfuerzo bélico, lo que conllevó una enorme presión sobre las poblaciones, tanto a nivel humano como económico.

Juntas de defensa, Junta Suprema de Extremadura

La inexistencia de una autoridad reconocida para hacer frente al invasor, hizo que en las ciudades y villas más importantes surgieran instituciones improvisadas, en las que se mezclan antiguas élites gobernantes con elementos populares que intentan encauzar la oposición a los franceses; son las Juntas de Gobierno que en nuestra región surgen en mayo de 1808 en las ciudades de Badajoz, Cáceres y Plasencia y de estas deriva la Junta Suprema de Extremadura. Constituida a principios de junio de 1808, se convierte en el principal órgano de gobierno de la provincia, con la tarea de formar y financiar un ejército que hiciera frente al invasor. Carente de medios, la Junta tuvo que recurrir para su propósito a los ayuntamientos de la provincia, con lo que la responsabilidad última será asumida por el pueblo extremeño, no siempre de buen grado. La realización de ese enorme esfuerzo de guerra tuvo profundas repercusiones en prácticamente todos los ámbitos. Así, los constantes y crecientes gastos quebraron la economía regional de una forma desconocida desde la Guerra de Secesión de Portugal a mediados del siglo XVII.

Primer contacto con el invasor y evolución del conflicto en tierras extremeñas

La Junta no tuvo que hacer frente a la amenaza enemiga hasta que, tras la batalla de Bailén, Napoleón decidió acabar con la resistencia española invadiendo el país con el grueso de sus tropas. El ejército francés llegó a Extremadura en diciembre de 1808 penetrando en la provincia por el noreste. El primer enfrentamiento directo tuvo lugar en el puente de Almaraz y la primera gran batalla en Extremadura se libró en Medellín el 28 de marzo de 1809 con desastrosas consecuencias para las tropas españolas. Desde esa fecha hasta finales de 1810, no se produjeron encuentros armados de gran relevancia en territorio extremeño, a pesar de lo cual el paso de tropas tanto enemigas como propias fue constante, teniendo en cuenta además que un ejército inglés, bajo el mando de Wellington, había entrado por Zarza la Mayor en junio de 1809. La invasión francesa de Portugal, a mediados de 1810, cambió radicalmente esta situación al convertir a Extremadura en la retaguardia de la ofensiva enemiga y, por lo tanto, en un objetivo militar de primer orden. El cambio en la coyuntura bélica a partir de 1812, motivado en parte por la retirada de tropas francesas destinadas por Napoleón a la campaña de Rusia, favoreció la ofensiva aliada lo que permitió, tras la liberación de Ciudad Rodrigo, la recuperación de Badajoz el 6 de abril de dicho año. Tras esta victoria y el repliegue de los franceses, Extremadura se convierte en un escenario menor, quedando libre de enemigos en agosto de 1812.

Financiación y consecuencias

Al principio de la Guerra, la Junta de la Provincia de Extremadura intentó hacerse cargo de todos los gastos generados por el conflicto, recurriendo a impuestos ordinarios y extraordinarios y a la requisición de víveres y dinero mediante comisionados. El transcurso del conflicto y el aumento de las necesidades financieras, la presencia del ejército francés desde principios de 1809 y, por tanto, la ocupación permanente de amplias zonas del territorio de las que no se podían obtener ingresos, obligó a la Junta Suprema a tomar dos decisiones de importantes consecuencias para el futuro: en primer lugar y como indicábamos  al principio, las autoridades provinciales dejaron en manos de los pueblos la tarea de mantener a los ejércitos aliados por medio de alojamientos, donativos y contribuciones, lo que supuso para las localidades y sus habitantes unos gastos extraordinarios, en muchos casos imposibles de asumir. Por otro lado, estableció una serie de medidas que comenzaron a alterar el marco político, social y económico del Antiguo Régimen. Entre esas medidas, la de mayor trascendencia fue el decreto promulgado a finales de marzo de 1810 por el que se autorizaba a los municipios a vender la tercera parte de los bienes de propios y la mitad de los terrenos baldíos, permitiendo asimismo el cerramiento de las propiedades vendidas, lo que supuso la enajenación de una buena parte de la tierra de cultivo, ansiada desde antiguo por los terratenientes, permitiéndoles, así,  aumentar sus propiedades y reforzar su poder económico, social y político en los pueblos.  A largo plazo esta decisión, tomada con el propósito de que los ayuntamientos pudieran  pagar los suministros realizados por sus vecinos a las tropas aliadas, suponía algo mucho más importante, como era la práctica desamortización de esos bienes que se suponía que eran inalienables; sería, por tanto, la segunda de las cuatro desamortizaciones que desmantelaron las bases económicas del Antiguo Régimen, junto con la de las propiedades de capellanías, hospitales y obras pías de Godoy (1799) y las más conocidas de bienes eclesiásticos o desamortización de Mendizábal (1834) y de bienes civiles y municipales o desamortización de Madoz (1855). 

Pueblos más castigados

El propio desarrollo del conflicto y la presencia de los franceses en la provincia determinaron que el esfuerzo bélico no se pudiese repartir entre todos los pueblos de manera equitativa, sino que en cada momento tenían que ser las localidades libres de enemigos quienes recibiesen sobre sus hombros la mayor parte de los gastos. A ello debemos unir el hecho de que la Junta fue evacuada de Badajoz en septiembre de 1810, iniciando un largo periplo que la llevó primero a Valencia de Alcántara, luego a San Vicente, Garrovillas, Santa Marta de los Barros, Arroyo de San Serván y Olivenza para establecerse finalmente de nuevo en Valencia, donde permaneció hasta la reconquista de Badajoz por los ingleses en abril de 1812. Por tanto serían los territorios adyacentes a la sede del máximo órgano de gobierno provincial, y sobre todo la zona en torno a Valencia de Alcántara, Alburquerque y Alcántara, los que sufrieron con mayor rigor los suministros a las tropas. Así, mientras que al resto de partidos se le solicitaron entre 200.000 y 400.000 reales, el de Alcántara tuvo que pagar la astronómica suma de 1.174.000 reales.

Bibliografía: En beneficio y defensa de la Patria: las consecuencias de la Guerra de la Independencia en Extremadura. Felicísimo García Barriga y Rocío Periáñez Gómez.

IMAGEN PORTADA: Grabado de una batalla de la Guerra de Independencia en Alburquerque.

TRANSCRIPCIÓN DOCUMENTOS: Poder que otorga Pedro Orantos y consortes (1) a favor de los Señores Capmany y Brinay de Lisboa

En la villa de Alburquerque, a ocho de julio de mil ochocientos quince antemí, el escribano y testigos, Pedro Orantos, vecino, labrador y sembrador de ella,  quien doy fe conozco dijo: que en los majadales de Chamizo, Barco y Barquillo, de  la inmediata dehesa de Azagala  propiedad del otorgante y unos labradores de esta villa, causaron considerables daños las tropas de S. M. B. (2) en fines de diciembre de mil ochocientos once al paso por dicho sitio, cuyos perjuicios están identificados y  valorados  por justificación de testigos y tasadores de penas,  hecha ante esta Real Junta  a  iniciativa del otorgante y compañeros, siendo el otorgante el más perjudicado en razón del mayor número de fanegas que tenía  sembradas como cabecera en la concesión y repartimiento de dichos terrenos, y para que se certifique el pago de todo por la Comisaria   Británica General (3) establecida en Lisboa, otorga por sí y a nombre de los demás labradores, sus compañeros, y como mayor perjudicado, que confiere su poder cumplido y general a los Señores Capmany  y Brinay, del comercio de dicha Corte, para que en nombre y representación del otorgante se presente en la expresada Comisaría y en virtud  de la mencionada justificación y valoración solicite se reintegre y pague el resultado de esta, a cuyo fin practique cuantas diligencias considere oportunas hasta conseguirlo, y de lo que perciba y cobre pueda dar y  dé los correspondientes recursos y cartas de pago, las cuales quiere tengan la misma validación y fuerza que si por el propio otorgante fueren dados, a cuyo fin le conmina en la forma más solemne y legal, y aprueva y ratifica cuanto,  en virtud de este poder, hicieren los indicados Señores Capmany y Brinay, y quiere tenga toda la fuerza y vigor al efecto necesaria, pues a este fin se le confiere amplísimo y sin la más leve restricción ni reserva, en cuyo testimonio y con la debida obligación, sumisión y renuncia de leyes, así lo dijo, otorgó y firmó, siendo testigos Don Juan y Don Carlos de Salas y Don José Landero de esta vecindad  =  […………] = novecientas sesenta fanegas de trigo y quinientas sesenta ce cebada = vale=

Pedro Orantos.                                                                            Antemí:

                                                                                                                      Higinio Duarte

Nota

               En un pliego papel sello segundo di copia de este poder día de su otorgamiento.

A.H.P.B., P.N. Año 1815. Escribano Higinio Duarte. Caja 4786.  Paginas 95 y 95 vuelta.

Notas:

(1) Aquí, persona o personas que comparten con otro una misma suerte. (2) Su Majestad Británica, a la sazón Jorge III. (3) Los comisarios británicos fueron los encargados de gestionar el pago de los prestamos económicos que Inglaterra concedió a las Juntas de Defensa, creadas en España tras la invasión napoleónica, para su sostenimiento, así como la entrega de armas y material bélico a los ejércitos españoles. Para una mayor seguridad y proximidad al escenario de la contienda, la Comisaria General Británica se trasladó e instaló a la ciudad de Lisboa, capital de su histórico aliado Portugal.   

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