ELÍSABETH GARCÍA ROMÁN
-Sueños de exilio. Buenos Aires, 1940
Margarita Xirgu, que conocía a todo el mundo en Buenos Aires, había hablado con el director de Crítica, Natalio Botana, el diario más importante del país, quien aseguró trabajo para el matrimonio y, de momento, les alojó en las habitaciones de invitados que tenía en la redacción del periódico. A Eusebio le encargaron traducciones del latín y del francés para una editorial mientras Encarna publicaba artículos en Crítica, El Sol y en La Prensa.
Los escritos en Crítica se referían a la huella de España en América a través de sus descubridores y conquistadores; los de El Sol se referían a grandes personalidades del mundo entero, especialmente mujeres, y los de La Prensa eran principalmente cuentos.
Además empezó a escribir las andanzas de Celia en Argentina. En Celia institutriz empieza presentando la llegada de casi toda la familia a Buenos Aires. Elena Fortún se basó en gran parte en sus vivencias cerca de Botana. El doctor que aparece en la obra, aunque su aspecto físico no coincida, es un reflejo de aquel: de mediana edad, emprendedor, muy rico, y no demasiado satisfecho de su vida afectiva.
En el año 1945, tras trabajar varios años en el Registro Civil, donde hizo buenas amigas, le proporcionaron otro empleo más de su agrado, encargada del fichero de la Biblioteca Municipal, donde les contaba cuentos a los niños.

Ni Encarna ni Eusebio hacían vida social en Buenos Aires, ni se reunían con otros exiliados españoles, aunque conocían a la mayor parte de ellos.
Ella trabó amistad con Inés Field, hija de un ingeniero inglés, católica practicante, quien sufrió un doloroso choque al comprender la enorme desorientación de Encarna, que acababa de pasar por el duro golpe de una derrota, no política sino cultural. Cuando sus ideales de reforma educativa, emprendidos con tanta ilusión, se vieron aplastados, no le quedó nada. Para Encarna no había consuelo en la religión, como le sugería Inés, porque desde el principio había rechazado la de sus padres, que consideraba superficial y fetichista, oscura, falta de amor y sobrada de castigos y restricciones.
Pero en la amistad de Inés fue descubriendo, maravillada, otra clase de creencias y el resultado de su “conversión” fue un nuevo tomo de la colección de Celia, El cuaderno de Celia, que se centró en la primera comunión de la niña. La monja que aparece como consejera espiritual se llama Sor Inés, y el libro está dedicado a Inés Field, que fue su inspiradora.

En 1949 escribía a su amiga Mercedes una carta en la que compara la iglesia de España con la de su nueva residencia y, mientras confiesa que en su país la ahogaba, la que se encuentra en su nuevo destino es más limpia, sana y filosófica, más sana. Además, entiende que en España la iglesia es beligerante, tal y como una vez la definió Azaña, y llega a comentar que ha aprendido a ser católica fuera de su país.
Manuel Aguilar le escribía una y otra vez diciéndole que tenía que volver, que sólo en España encontraría la cantera para trabajar, pero para ella escribir era ya solo un instrumento que le proporcionaba el dinero necesario para vivir. Por otra parte, sabía que sus libros estaban prohibidos en España: no podía publicarse ninguno original y uno había sido retirado por la censura. Además, en Argentina había encontrado una paz a la que no quería renunciar.
Eusebio veía que su esposa no paraba de trabajar mientras él sólo conseguía unas cuentas traducciones y prácticamente vivían ambos de lo que ganaba Encarna. Ésta se enteró de que en España se estaban concediendo amnistías para los exiliados sobre los que no pesaban delitos de sangre y pensó en lograr una amnistía para Eusebio para que pudiera volver.
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PORTADA: Elena Fortún e Inés Field, su gran amor frustrado, en Argentina.
FOTO 2: Portada de Celia institutriz.
FOTO 3: Portada de El cuaderno de Celia.
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