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¿A dónde se fue la alegría de Alburquerque?

“Uno volvía al pueblo con amigos de otros lugares, muy orgulloso de mostrarlo. Fuera durante el Festival Medieval o la Feria de Septiembre  o en cualquier otro momento del año. Pero ya no. Ya no me atrevo a invitarlos para que conozcan la tragedia que ahora vive el pueblo”.

AURELIANO SÁINZ

Hay una canción del ya fallecido cantante tradicional estadounidense Pete Seeger titulada ¿A dónde han ido todas las flores? (Where Have All the Flowers Gone?) que siempre me ha gustado; más aún, cuando siendo estudiante de Arquitectura en Sevilla se la escuché en los años setenta y en el único recital que dio en España.

El título de esta bella canción me vuelve a venir a la mente cuando entro en Azagala para informarme de lo que acontece en el pueblo. No es necesario que diga que las noticias, cada vez más sombrías y tristes, se superponen unas a otras, como una especie de rosario interminable al que se le van añadiendo cuentas en forma de bolitas negras y al que no se le encuentra fin.

Sé que quienes vivimos fuera de Alburquerque lo que acontece en el día a día, es decir, las vivencias cotidianas, se transforman en noticias, por lo que la dura realidad la viven y la sufren quienes residen en el pueblo, especialmente, aquellos que se ven afectados en sus trabajos y en sus salarios. ¡Esto sí que es padecer en primera persona todo el despropósito, la bajeza y la maldad acumulada en muy pocas manos!

Uno echa una mirada hacia atrás para que revivan los gratos recuerdos: los juegos de la infancia, la escuela en la que aprendimos a escribir y a hacer cuentas, los paseos por Las Laderas y las trepadas al Castillo, las caminatas por el verano a bañarnos en la rivera de Carrión, las risas compartidas con los amigos, el regreso al pueblo desde Badajoz emocionándonos cuando asomaba la silueta del Castillo al llegar al Puerto de Conejeros… Muchas y hermosas evocaciones archivadas en mi memoria.

Y uno se hizo mayor. Y uno volvía al pueblo con amigos de otros lugares, muy orgulloso de mostrarlo. Fuera durante el Festival Medieval o la Feria de Septiembre  o en cualquier otro momento del año. Pero ya no. Ya no me atrevo a invitarlos para que conozcan la tragedia que ahora vive el pueblo.

Yo, sin embargo, volveré siempre. Es mi pueblo, al que, a pesar de los pesares, lo quiero.  Pero me surgen un par de preguntas que deseo lanzar al aire por si alguien tiene a bien responderlas: “¿A dónde se fueron las flores del pueblo?” Y también: “¿A dónde se fue la alegría de Alburquerque, ya que necesito volverla a sentir?”