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Luciano Mozo, el alburquerqueño que quiso descansar para siempre en el Chorlito

FRANCISCO JOSÉ NEGRETE

Conocí a Luciano Mozo cuando ya la muerte le acechaba. Era un forofo de La Glorieta que más de una vez se desplazó desde Madrid, donde residía, para recoger las revistas que yo le guardaba en la Redacción. A mi encantaba verle aparecer por la puerta porque me llenaba de satisfacción comprobar como aquel hombre deseaba tener entre sus manos la revista, que es tanto como decir que amaba locamente a su pueblo. Una de las veces que vino, yo estaba fuera de Alburquerque, por lo que esperó hasta por la noche para regresar a Madrid y pudo encontrarme tarde en mi casa. Cerca de las 12 de la noche me montó en su coche y vinimos a la Redacción de La Glorieta donde tenía acumuladas 5 ó 6 revistas que empezaría  a leer sin descanso a su llegada a Madrid.

La última vez que le vi, junto a su encantadora esposa, luchaba valientemente contra el cáncer al que se mostraba dispuesto a derrotar. Se llevó unas cuantas de Glorietas y nos despedimos hasta la próxima vez. Pero esa “vez” ya no vino él, sino sólo su mujer y su buen hijo Gonzalo. Fue ella, Juani, quien me dijo que Fausto Pintiado, uno de los grandes amigos de Luciano, podría explicarme cómo fue su vida en Alburquerque.

Y así fue, sentado en la camilla de su lonja, Fausto me habló de su amigo:

La inseparable pandilla la formaban, además de Luciano y Fausto, Marcial Vicho, Emiliano Rebollo, Juan Aguado, el “chivero”, y Martín Mozo. Se conocieron en el “gallinero” del cine cuando Luciano tenía unos 10 años. “Era un amigo cojonudo, muy servicial. Nos arreglaba a todos las bicicletas para irnos los domingos a los Tres Arroyos o el Chorlito. Además, preparaba los pinchos para coger lagartos y cosía las redes para los pájaros”. Con ellos también solía ir Visera. “Nosotros mismos asábamos los lagartos y nos los comíamos con un poco de sal y unos tomatitos”.

También solían ir a los resbaladeros de Las Laderas donde leían el Capitán Trueno, Jaimito y Roberto Alcázar y Pedrín, que compraban con el dinero de un fondo que ponían entre todos. También entre todos compraron una cámara de fotos con la que Marcial tomó la instantánea de los amigos que acompaña este obituario.

A pesar de lo mucho que amaba Alburquerque, el destino de Luciano estaba fuera del pueblo. Él y su hermano Martín trabajaban en la herrería de Felipe Gamero en el Reducto, pero una vez que regresó de la mili, ya no pudo seguir en el trabajo y su hermano, Paco el cartero, que estaba en Madrid, se lo llevó allí, donde trabajó siempre como fresador y mecánico.

En Leganés conoció a Juani, una mujer de Fregenal de la Sierra que se convertiría en la esposa fiel con quien ha compartido su vida y con la que tuvo dos hijos. Mª Ángeles y Gonzalo.

Luciano Mozo siguió viniendo mucho al pueblo y tuvo el detalle de comprarle a su madre la casa donde ella siempre había vivido de alquiler en Aurelio Cabrera.

Tras luchar contra el cáncer hasta el último momento, murió el pasado día 23 de abril, siendo incinerado un día después. Su deseo era que sus cenizas se esparcieran en los Tres Arroyos o en el Chorlito, donde pasó los días más felices de su infancia. Además, quería que fueran sus amigos quienes las arrojaran al río.

Y así se hizo. Con la asistencia de su esposa e hijos y parte de sus familiares, entre ellos sus hermanos Paco y Tomás y su cuñada Cruz, Marcial, Emiliano Rebollo y Fausto Pintiado, en un día radiante de primavera como aquellos en los que pescaban en el riachuelo, arrojaron al Chorlito a su querido amigo Luciano.

Fue un acto muy emotivo, me dice Fausto. En aquellos momentos, los lejanos recuerdos de los días en que disfrutaban en el paraíso de la niñez y la adolescencia se hicieron presentes mientras el agua cristalina, ya sin peces, arrastraba el alma de Luciano al infinito mar de sus memorias.

Finalmente, su esposa Juani depositó un ramo de rosas en el lecho del regato y Fausto desde lo alto de una piedra leyó una poesía en honor de Luciano Mozo Berrocal. Después, una oración y el silencio.

Descansa en paz amigo. Me hubiera gustado conocerte cuando te comías el mundo en cada instante, en tu pueblo.

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Portada: Fausto Pintiado lee unas palabras dedicadas a Luciano antes de arrojar sus cenizas al Chorlito. en 2006.

Fotos 2 y 3: Luciano Mozo.

Foto 4. Luciano, con sus amigos Fausto, Juan Aguado y Emiliano Rebollo.