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José Valle (El cielo no pudo esperar)

FRANCISCO JOSÉ NEGRETE

De pronto, todas las frustraciones futbolísticas acumuladas durante años quedaron resueltas. Con el pitido final, el campo se inundó de delirantes aficionados del Alburquerque. “Hemos tenido que poner césped al campo para lograr el ascenso”, decía un exultante Juan “Cachiporra”. Abrazos y besos, también lágrimas de emoción y de nostalgia por los hinchas desaparecidos. En el ambiente flotaba especialmente un nombre: José Valle; mi querido amigo.

Sentía la hierba fresca bajo mis pies y pensé en las palabras que me repetía insistentemente hace ahora un año: “No voy a vivir para ver el césped”. Se sentía mal de salud y le obsesionaba no llegar a conocer el esplendor de la hierba sobre el viejo campo municipal. Yo le animaba: “Tiene buena cara, señó José, ya verá como sí”.

Por la megafonía sonaba el nuevo himno del Alburquerque, pero la afición coreaba “campeones, campeones, oeoeoe…”.

No sé por qué, desde hace años, cada instante feliz lo contagio con gérmenes de pesadumbre; así, mi cara aparecía con una sonrisa sincera pero acompañada de un leve rictus de amargura. Continué pensando en Valle. Los recuerdos más lejanos que conservo de él están ligadas a sus conversaciones con mi padre sobre el negocio de ambos. Con los años fui conociéndole porque llevaba la cerveza El Águila a mi casa para refrescar los tórridos almuerzos del verano y después, cuando durante años conviví con su hijo Juan en un piso en Badajoz, nos veíamos con frecuencia.

Enseguida estuve en el terreno de juego con Manolo Gutiérrez, presidente entonces, Juan “Duvidú”, Felipe “Parao”, Mata, Lele y muchos otros. Otros permanecían sentados en el graderío, contemplando felices el jolgorio de la afición alburquerqueña. Entre ellos divisé a Fermín “Caharro” y a Juan González, dos de los acompañantes de José Valle en los partidos. Como sospeché, estaban recordando cosas de su amigo. Juan hablaba de su obsesión por los charcos que siempre aparecían en la banda de la tribuna y Fermín del cariño con el que se encargó de los banderines del nuevo campo y de la bandera que confeccionó su esposa, Andrea, con motivo del 25 aniversario de la fundación del CP Alburquerque.

Yo miré el marcador y rememoré una anécdota que pone en evidencia la “fiebre” que tenía este gran hombre por los equipos de nuestro pueblo. Habíamos ganado 10 a 0, pero el marcador solo reflejaba 9. Los jugadores se estaban retirando al vestuario y el público abandonaba el estadio, todos menos José Valle que, puesto en pie, gritaba: “el marcadoooooor”, indignado porque faltaba un gol por poner en el tablero.

¡Lo que hubiera disfrutado esta tarde! El sueño de su vida era ver el ascenso del equipo. Me senté un rato en el graderío, cuando apenas quedaba ya gente en el campo, y volví a centrar mi memoria en Valle. Le recordé con su estilo peculiar de balancearse: levantaba los talones y se ponía de puntillas, hacía tres o cuatro amagos de volver a afirmar todo el pie en el suelo, y finalmente apoyaba los talones de nuevo. También le hallé enredando en su cartera, donde llevaba el recorte del periódico donde aparecía la crónica del célebre 5 a 0 al Sanvi.

“Nos vamos a la plaza para hablar desde el kiosko de la música”, me dijo Luis Ventura, justo en el momento en que tenía en la mente la imagen de Valle abrigado con una bufanda pese a no hacer frío, luchando contra los achaques de su único pulmón funcional, que amenazaban con no dejarle ver culminado el mayor de sus afanes: la gloria del ascenso. “No voy a ver al equipo en Tercera”, me repetía cada vez que hablábamos en su acera. “Lo mismo me decía el año pasado del césped y al final lo vio”, le respondía yo y él sonreía, cada vez con menos amplitud. ¡Dios mío, tiene que llegar, tiene que disfrutar de esos momentos mágicos”, pensaba yo. Y estaba tan cerca su muerte… Y estaba tan cerca el ascenso…

En el kiosko de la música, Castañino, como le decía el señó José, intervino en nombre de los jugadores y tuvo palabras de homenaje para “nuestro más fiel seguidor, José Valle Rollano”.

Los festejos se prolongaron toda la noche del domingo y al día siguiente fui al cementerio y me acerqué a la tumba de mi padre, el único de los muertos con el que tengo hilo directo- “Dile a tu amigo José Valle que el equipo ha ascendido”…

-¡Él ya lo sabe! ¡Menuda noche nos ha dado con el fútbol!, me pareció escuchar de mi padre.

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Portada: Festejos de jugadores del Alburquerque en el Campo Municipal la noche del ascenso, en 2001.

Foto 2: José Valle

Foto 3: Antonio Castaño se dirige a la afición desde el kiosko de la música.