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Diez años sin Ánibal, aquel alburquerqueño emprendedor, conversador y gran amigo

JULIÁN CANO IZQUIERDO (Revista número 34 de Azagala. Marzo de 2011)

El pasado 11 de marzo perdimos para la vida a ANIBAL; amigo desde siempre, con el que tuve la fortuna de compartir momentos inolvidables  formando parte de esa peculiar pandilla que integrábamos Juan Toledano, Fernando Navas, Paquín Naranjo, Ciriaco Rubio, Joaquín de Uña, Pepe Lima, Juan Rasero, Julián Gil, José Antonio Izquierdo , Cipriano Méndez , y, bien temporalmente o incorporados en fecha posterior, Ángel Orantos (ATS), Cipriano Sánchez y Pepe Blanco.

Suelo comentar en nuestros encuentros estivales con mi singular amigo Juan Toledano (el más antiguo en mi memorial, hombre sensible y preocupado par ese acelerado incremento de amigos íntimos, que, sobre todo en las ultimas años, nos van dejando a solas con nuestros recuerdos de aquellos años en los que las actividades las teníamos que inventar nosotros o tomarlas de la tradición; actividades en las que se prodigaban disciplinas de un ocio diferentes al de hoy, como las famosas “Guaridas”(cuartel general), el “arte de la guerra”(las pedreas entre pandillas),o los juegos en las que había que demostrar una buena condición física o de habilidad como “A luz “,”A la una la mula”, “Media y Entera”, “Tinta jarreras arriba”, “La Meca” o “La Repiona”. Al margen, las buenas tardes en casa de Ciriaco, regadas, al final de los juegos, con refrescos que, generosamente, nos hacia su madre y que tomaba del bar. Pero el tiempo pasa deprisa y la edad de la cuenta atrás llega a nuestras vidas casi sin darnos cuenta. Primero con los achaques y, cuando los años se pierden en la memoria, una mano negra nos señala de manera inmisericorde haciendo baldía la lucha por la supervivencia.

Nunca repican a tiempo las campanas que anuncian la muerte de un amigo de siempre. Con Aníbal, los que mandan en nuestro destino tenían que haber sido un poco más pacientes y esperar algunos años, porque él lo merecía con creces. Fue generoso con la vida, entregándole su esfuerzo reiterado, su trabajo sin tasa de tiempo, su entusiasmo, su buen humor, el trato especial con los amigos y el favor que nunca nos regateaba, sin olvidar el amor incondicional a una familia que adoraba, con su esposa Juli a la cabeza,

A Aníbal hay que reconocerle el gran mérito de haber sabido encauzar su vida, consiguiendo de la    nada, a base de perseverancia, valentía, conocimiento de su oficio e inteligencia, una gran empresa dedicada al transporte. Fue un hombre trabajador, emprendedor y pionero en muchos aspectos. Montó una de las primeras autoescuelas, de la que formó parte la primera mujer profesora. Adquirió una línea regular de viajeros y fue de los primeros que realizo transporte escolar en la provincia. Crea una Agencia de Viajes y es el primero que manta una línea internacional Lisboa-Madrid-Paris y otra intercontinental Casablanca (Marruecos)-Ámsterdam (Holanda) y muchos otros proyectos que no tendrían espacio en estas páginas.

De su vida podemos recordar su gran afición a los coches antiguos, con los que participaba, con su esposa Julia y algunos amigos, vestidos de época,  en certámenes nacionales e internacionales. Esta afición lo tenía enredado en sus últimos días de vida en la restauración de un Balilla que no pudo concluir, como tantos otros proyectos coma la residencia de mayores en el Risco de San Blas. Otras muchas anécdotas podíamos recordar de él, pero no es precisamente el motivo principal de esta crónica necrol6gica, sino solo el de reconocer algunos de sus méritos y dar testimonio de nuestro recuerdo.

Aníbal fue un extraordinario empresario, que, junto a otros que lo merecieran, debería figurar en un Cuadro de Honor colocado en lugar preferente del Palacio Municipal, como referencia y estimulo de nuevos emprendedores. Animo a la Corporación Municipal para que tome la iniciativa de reconocer públicamente y para toda la vida los méritos de sus hijos ilustres, como puede ser Aníbal y tantos otros que prestigian a nuestro pueblo con su esfuerzo y un trabajo bien hecho.

El Casino de Alburquerque tiene que agradecerle su inestimable ayuda, pues no había que pedirle, sino que lo ofrecía generosamente. Me consta que también hizo favor a otras instituciones locales y provinciales. Era un gran conversador y tenía una memoria prodigiosa. Con él siempre se pasaba un buen rato. Alguna vez hablamos de reunirnos para que me contara tantas historias como conocía para publicarlas, al igual que su vida, pero ni uno ni otro pudimos concretar la fecha, que hemos dejado pasar definitivamente sin opción de recuperarla. En mis tiempos de director de la Banda Municipal de Alburquerque solía recordar a voz en grito la costumbre de decir en los toros: “Música maestro que la pide el pueblo”. Le divertía lanzarme amistosamente el recordatorio que comentábamos para reírnos por la broma.

Querido Aníbal: Descansa en paz y, si existe una vida mejor, reúnete con tan buenos amigos como compartimos y a las que no olvidamos: Paquín, Ciriaco, Cipriano Méndez , Cipriano Sánchez, Joaquín de Uña y Pepe Lima. Sabes que quedan en buenas manos tus empresas, para las que luchaste hasta tu último aliento. Tu mujer y tus hijos, estoy seguro, que recurrirán a ti cuando lo precisen, y que tú serás su mejor guía para que todo continúe funcionando. En nosotros, tus amigos, quedas muchos y buenos recuerdos, como testimonio de tu comportamiento como amigo y como hombre.

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Portada: Aníbal, con la pandilla de amigos.

Foto 2: Con su esposa Juli, en una concentración de coches antiguos.

Foto 3: Con uno de sus vehículos.