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EL DEBATE: Magnicidios de película

JUAN ÁNGEL SANTOS

 “Tenemos una concepción equivocada de lo que es una película comercial, intelectual o artística: todas las películas son comerciales.” Luc Besson.

Amigo Aureliano, como te comenté en su día, el magnicidio, resulta un tema interesante para cualquier tertulia o debate que se precie. No solo por la cantidad y variedad de perspectivas que ofrece, también por su permanente actualidad. El último intento de asesinato, por envenenamiento, es todavía hoy noticia, en la figura del líder disidente ruso Alekséi Navalny a manos de todo un experto del crimen político, el presidente ruso Vladímir Putin, en cuyas espaldas se acumulan todo un reguero de muertes que, con cierta heterodoxia, podrían incluirse en esta categoría que hoy tratamos.

El magnicidio es la “muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”. Determinar el nivel de importancia del sujeto, es lo que impide marcar una barrera nítida entre magnicidio y homicidio. Fíjate Aureliano que, hasta en esto de las muertes violentas, las élites son distintas al pueblo llano, magnicidio para unos, los grandes y, homicidio para otros, el resto de mortales. Algo parecido a lo que ocurre con el reparto de las vacunas. Aunque como dice aquella canción del cantautor guatemalteco, Ricardo Arjona, titulada “Quesos, cosas, casas”, “Los ricos tienen dietas, los pobres hambre…y al final la mierda huele igual, sea de príncipe o sirvienta”. Por cierto, también los reyes tienen su particularidad semántica de manera que, el asesinato de reyes es un regicidio, una especie de subcategoría dentro del magnicidio, pero que da un toque de distinción. No obstante, este asunto lo dejamos para otro debate.

Veo que en tu artículo te has inclinado por los magnicidios más famosos o más conocidos de la historia contemporánea que, como no podía ser de otra manera, proceden de los Estados Unidos de América, centro de poder y de mitificación, paradigma del capitalismo donde todo es susceptible de ser comercializado, incluido el crimen.

Conscientes de que su joven nación no proporciona grandes relatos, han sabido como ningún otro país del mundo, explotar, a través del cine, la brevedad de su historia. Es posible que muchos españoles, conozcan mejor la conquista del salvaje oeste americano a través de los westerns de la factoría de Hollywood que, la reconquista española o la colonización de América a través de los libros de historia. De igual forma ocurre con los magnicidios.

Del asesinato del presidente Lincoln y de su vida en general, el cine ha estado muy al tanto. En 1930 se estrena “Abraham Lincoln” dirigida por D.W. Griffith, que ya antes de la llegada del cine sonoro, había hecho aparecer la figura del mandatario en la polémica “El nacimiento de una nación”, de 1915.  En 1939, John Ford dirigía “El joven Lincoln”, probablemente, una de las mejores películas sobre este personaje al que encarnó, de manera magistral, Henry Fonda. Dando un salto al presente siglo, hay dos películas especialmente relevantes: “La Conspiración” de 2010, dirigida por Robert Redford y centrada en la figura de Mary Surratt, condenada, no sin controversia, por su complicidad en el crimen, y “Lincoln” de 2012, dirigida por Steven Spielberg y con una brillante interpretación del actor Daniel Day-Lewis, que le valió, entre otros muchos premios, un globo de oro y un óscar como mejor actor.

En cuanto al asesinato del presidente J.F.Kennedy, sobresalen dos títulos: “Acción ejecutiva” dirigida en 1973 por David Miller,  en la que ya se plantea la conspiración orquestada por sectores ultraconservadores como móvil del crimen, y, especialmente “J.F.K.” película de Oliver Stone estrenada en 1991, envuelta en polémica por su atrevido argumento sobre el caso, y en la que destaca una de las mejores interpretaciones de Kevin Costner en su trayectoria como actor.

De la muerte de Robert F. Kennedy, queda “Bobby” una cinta de 2006 dirigida por el también actor Emilio Estévez, y que contó con un reparto de lujo que, además del director, incluía caras muy conocidas como Helen Hunt, Anthony Hopkins, Demi Moore, Harry Belafonte, Sharon Stone o Martin Sheen.

En cuanto al doctor Luther King, Hollywood ha dedicado muy poco a su vida y, menos aún, a su muerte. Por varias razones, por una parte, la oposición de la propia familia, por otra, el hecho de que los discursos originales de Martin Luther King están protegidos bajo licencia y no pueden ser utilizados y, finalmente, por ese poso racista que sigue dominando a la sociedad y la pantalla americana. Sobre su vida, destaca, por encima de todas, “Selma”, un film de 2014 centrado en la marcha liderada por King en 1965, en el estado de Alabama, para reclamar el voto negro en las elecciones. Hasta que se ruede una cinta a la altura del pastor, nos conformamos con “Malcolm X”, la película de Spike Lee sobre el activista afroamericano que vino a ser la antítesis y el complemento de Luther King y que murió asesinado en 1965

No es necesaria la Segunda Enmienda en nuestra Constitución, como ocurre en los Estados Unidos, para cometer un magnicidio. Los españoles no hemos necesitado el derecho constitucional de poseer y portar armas para cometer crímenes contra nuestros gobernantes o contra cualquiera que se precie. De cualquier instrumento hacemos un arma, como de cualquier relato hacemos un drama o una mentira.

Así a bote pronto, me viene a la memoria el asesinato de León Trotsky a manos del barcelonés Ramón Mercader, quién usó un piolet para cometer el homicidio. Una escena recreada en la película inglesa “El asesinato de Trotsky” dirigida en 1972 por Joseph Losey, con Richard Burton, Alain Delon y Romy Schneider en el reparto. También respecto del general Prim, se especula la posibilidad de que fuera estrangulado a mano desnuda mientras se desangraba después de haber sido tiroteado por varios pistoleros.

Y es que, aunque no tan universales, España cuenta con una nutrida experiencia en esto de asesinar a personas relevantes. Como en el caso americano, la mayor parte de estos magnicidios se concentran en un período de poco más de 100 años, entre 1870 y 1973, dentro de nuestra historia contemporánea, y con una proximidad temporal que no se había dado nunca en nuestra crónica anterior.

Para conocer estos episodios es recomendable el libro “El vicio español del magnicidio” de periodista Francisco Pérez Abellán, uno de los grandes conocedores de este tema en nuestro país, y en el que, desde un punto de vista criminalístico, analiza los asesinatos de cinco presidentes de gobierno: Prim, Canalejas, Cánovas, Dato y Carrero Blanco, así como el intento de regicidio sobre Alfonso XIII. También el ensayo, algo anterior, de Eduardo Comín Colomer, titulado “Seis magnicidios políticos” en el que, además de los citados, incluye el crimen de José Calvo Sotelo.

No da para más este artículo, y contar uno a uno los asesinatos de estas figuras de la política española, conllevaría una extensión añadida que pudiera resultar tediosa.

Siguiendo el hilo conductor del cine como telón de fondo y, para terminar, hay que recordar que, si bien no tuvieron, como suele ser habitual, el éxito, ni la difusión, ni la calidad de las producciones norteamericanas, también el cine español tuvo su espacio para llevar a la gran pantalla algunos de estos magnicidios. Destaca “Prim, el asesinato de la calle del turco”, una película de 2014 dirigida por Miguel Bardem que recrea el ambiente político posterior a la revolución de 1868 (“La Gloriosa”), que puso fin al reinado de Isabel II. En relación con el asesinato de Carrero Blanco, hay dos cintas de la misma década del crimen, “Comando Txikia” (1977) de José Luis Madrid y, dos años después, “Operación Ogro” de Gillo Pontecorvo.

El perfil de los asesinos, las motivaciones y las consecuencias de los crímenes, el trasfondo social y político, el impacto en la prensa de la época…todo ello daría para varios debates, pero en política, no solo importan los políticos que sufren la cólera o el descontento del pueblo, importa también el pueblo que padece las arbitrariedades y el desbarajuste de sus dirigentes. Ahora, en este momento y en este lugar llamado Alburquerque, lo verdaderamente relevante, es esto último.

 

ILUSTRACIONES

Portada: La muerte de Viriato (José Madrazo, 1807).

1: Asesinato de Juan Prim, 1870.

2: Asesinato de Canovas del Castillo, 1897.

3: Asesinato de José Canalejas, 1912.

4: Asesinato de Alejandro Dato, 1921.

5: Asesinato de Carrero Blanco, 1973