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Feminismo negro norteamericano

CHARO CEBALLOS

El movimiento feminista negro tiene su origen en EE. UU. y está imbricado fuertemente con el abolicionismo y el sufragismo norteamericano, de hecho, se desarrolla entre estos dos movimientos y aunque tiene una presencia relevante en ambos movimientos, para la antropóloga Mercedes Jabardo, la combinación de racismo y sexismo terminó excluyendo a las mujeres negras de los dos. Para entender el desarrollo del feminismo negro hay que contextualizarlo bajo el ámbito de la interseccionalidad[1], concepto acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989, pero que se apreciaba ya en 1852 en el discurso de Sojourner Truth (1797-1883) durante la “Convención de los derechos de la mujer” en Akron (Ohio).

Este discurso, ¿No soy yo una mujer?, es considerado el texto fundacional del feminismo negro y su autora, una pionera dentro del activismo en pro de los derechos de las mujeres. Esta exesclava negra comenzó luchando por la abolición de la esclavitud y siguió reivindicando la visibilidad de las mujeres negras como mujeres, poniendo de manifiesto que las mujeres negras también exigían igualdad de trato y, no solo en el ámbito público, sino también en el privado. Finalizando el siglo XIX, la distancia entre las activistas blancas y negras, que ya se había hecho patente durante el movimiento sufragista se acrecentó aún más. La esclavitud había sido sustituida por la discriminación racial como criterio de desigualdad, estableciéndose un sistema jurídico segregacionista que llegaría hasta 1964, año en el que se aprobó la ley de los Derechos Civiles.

Fue en 1884 cuando Ida Wells (1862-1931), otra figura importante dentro de la historia del feminismo negro se negó a ceder su asiento a un hombre blanco, a instancias del conductor de tren, que la obligó a sentarse en el vagón de fumadores, ella permaneció en su sitio y al final fue expulsada del vehículo. Se adelantó 71 años al episodio similar que protagonizó Rosa Parks en un autobús y que fue el detonante de los movimientos en pro de los derechos civiles que culminarían con la aprobación de la ley antes mencionada. Ida Wells, intelectual, periodista y activista negra focalizó su lucha en la denuncia de los linchamientos recurrentes a los que estaba sometida la población negra, manifestando que esta práctica atroz se utilizaba con frecuencia para frenar el ascenso social de la comunidad negra en el sur del país. Introdujo una cuestión muy importante dentro del feminismo negro y es que, la interseccionalidad entre género y raza construye de forma desigual la sexualidad de la población negra y de la población blanca. Se estigmatizaban las relaciones entre hombres negros y mujeres blancas, llegando a conceptualizar como violación un simple contacto verbal[2] y, al mismo tiempo, las agresiones de hombres blancos a mujeres negras estaban totalmente naturalizadas. En 1892 publicó el panfleto Horrores del Sur: Las leyes de linchamiento en todas sus fases.

El racismo que sufría la población negra fue el nexo que unió a las feministas negras y desarrolló en ellas la conciencia de hermandad, una hermandad interclasista, ya que el racismo afectaba a todas, a las más acomodadas y a las más pobres, diferenciándose del feminismo blanco de origen burgués.

Los primeros escritos de teoría feminista negra se publican en Norteamérica durante los años 80. Feministas negras destacadas son Audre Lorde, Angela Davis, bell hooks, Patricia Hill Collins y la ya mencionada Kimberlé Crenshaw.

Audre Lorde (1934-1992) fue una feminista negra y lesbiana cuya conocida y emblemática frase “Las herramientas del amo no destruyen la casa del amo”[3] da título a una de sus conferencias. Lo que esta activista negra quería decir es que el feminismo negro tenía que generar su propio discurso, sus propias herramientas, ya que las experiencias de opresión que relataban las feministas blancas no eran sus experiencias y eso las invisibilizaba como mujeres. Para Lorde, si las mujeres negras no se definían ellas mismas, serian definidas por otros y eso las perjudicaría.

Angela Davis (1944) es otra importante activista que destaca por su lucha comprometida contra el racismo, el sexismo y el capitalismo, autora de uno de los libros de referencia del feminismo negro, Mujeres, raza y clase. En este libro, Davis recorre la historia de la esclavitud de las mujeres negras consideradas como no-mujeres, pero al mismo tiempo sometidas a la apropiación sexual de su cuerpo mediante las violaciones. También denuncia el racismo del feminismo sufragista blanco que invisibiliza la realidad de la mujer negra y sus experiencias de opresión al pensar que todas las mujeres sufren el mismo tipo de discriminación. En sus obras destaca el papel revolucionario de las mujeres negras y sus estrategias de resistencia durante la época esclavista, así como su significativo papel en los movimientos sociales y la militancia política.

La definición que, desde mi punto de vista, mejor explica lo que significa feminismo la dio bell Hooks (1952) en su libro El feminismo es para todo el mundo, en el que lo define como “un movimiento para acabar con el sexismo, la explotación sexista y la opresión”. Todos podemos ser feminista, los hombres también, reivindica Hooks, ya que el problema no son los hombres, sino el sistema patriarcal que les confiere los privilegios. Aboga por una educación feminista en la que se erradiquen los estereotipos y los prejuicios sexistas desde la infancia, de esta forma serán desterrados; la educación, por tanto, será la herramienta transformadora.

Como no podía ser de otra forma, bell Hooks, como las feministas anteriores, también critica el feminismo blanco, al que acusa de invisibilizar factores como la clase, la raza, la orientación sexual o la religión, que determinan realidades de opresión muy distintas a las vividas por las representantes del feminismo hegemónico blanco. Estos factores nos llevan de nuevo al concepto de interseccionalidad que abría este artículo y cuya autora, Kimberlé Crenshaw[4] (1959), acuñó después de estudiar la demanda colectiva que contra la General Motors interpusieron un grupo de mujeres negras que se sentían laboralmente discriminadas por su doble condición de mujeres y negras. Para construir su propio discurso feminista, tal como propugnaba Audre Lorde, la obra de Patricia Hill Collins (1948) cobra un especial protagonismo, ya que crea un sistema de referencia específico en el que se da valor a las experiencias de las mujeres negras y crea un marco analítico propio del feminismo negro. Un feminismo que debe buscar su propia epistemología en las experiencias de vida de las mujeres negras para poder construir su discurso y, desde él luchar contra una opresión que trasciende la condición de “ser mujer” y que interseca con otras dimensiones como la raza, la clase, la religión o la orientación sexual, que magnifican aún más la marginación de estas mujeres.

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Bibliografía consultada.

Hooks, bell. 2017 “El feminismo es para todo el mundo”. Traficante de sueños

Jabardo, Mercedes. 2012 “Feminismos negros. Una antología”. Traficante de sueños

Moreno Balaguer, Rebeca (coord.). 2019 “Feminismos. La historia”. Akal

NOTAS

[1] La interseccionalidad hace referencia a que el género, la raza y la clase social, como sistemas de opresión y discriminación, actúan conjuntamente. Es decir, las mujeres negras además de sufrir discriminación por ser mujeres también estaban oprimidas por ser negras, racismo y sexismo actuaban al unísono.

[2] En el libro de Harper Lee “Matar un ruiseñor” se describe perfectamente esta atmosfera opresiva y racista en el tratamiento de las relaciones entre la población blanca y negra.

[3] https://sentipensaresfem.wordpress.com/2016/12/03/haal/

[4] https://www.ted.com/talks/kimberle_crenshaw_the_urgency_of_intersectionality?language=es

FOTOS

Portada: Angela Davis.

Foto 2. “Los horrores del sur”. Aida Wells.

Foto 3: Placa dedicada a Ida Wells en Tennesse.

Foto 4: Linchamiento en Estados Unidos.

Foto 5: Frase de Aure Lorde.

Foto 6: Hombre y mujer reivindicando el feminismo, esto es, la igualdad entre ambos.