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¡Que viene el lobo!

MARIANO ARMIJO

Caperucita decía ser roja, y el lobo feroz por su parte decía ser el leñador que había salvado al Pueblo de los fascistas del PP y de IPAL, y de los bolcheviques de IU, ahora vemos que los dos forman una collera de lobos con piel de corderos que han devorado toda la riqueza económica, patrimonial, cultural y social de Alburquerque.

Los buitres, transformados ahora en sindicatos y partidos políticos, sobrevuelan ya el cadáver hediondo de un pueblo que no quiso escuchar las advertencias, cegado por años y años de intereses creados, que legislatura tras legislatura fue tejiendo la tela de araña clientelar de la que hoy ya nadie puede escapar sin sufrir algún daño, ni siquiera quienes la tejieron.

La sombra del fin se ciñe sobre el equipo de desgobierno, que no de gobierno, pero aún queda la última bala en la recamara, y en vez de utilizarla para suicidar su propia vergüenza, la utilizarán a buen seguro para rematar a un pueblo herido de muerte.

Muchos fueron los que durante años avisaron gritando ¡Que viene el lobo!, y todos pensaban que era mentira, nadie escuchaba aquellas voces que alertaban de todo lo que hoy esta pasando; ¡Que viene el lobo!, y hasta incluso ahora, pese a tener sus vidas y su futuro dentro de las fauces de la bestia, aún no ven al lobo.

El lobo ha venido, y con él se ha esfumado el empleo, la riqueza, el turismo, la cultura, la tranquilidad y el hermanamiento de todos los vecinos, dejando tras de si despojos de un legado vergonzoso que recordarán las generaciones venideras, tal vez, con más vergüenza que la generación actual.

Hay quien está hundido en el fango, o en su propia mierda, pero aún resisten  egoístamente pensando que resistir es vencer, es ser responsables, aún creen mover divisiones acorazadas y de infantería para hacer un movimiento de pinza en Stalingrado, aún creen que es posible que la temida Luftwaffe haga resonar las trompetas de Jericó sobre Londres, sin darse cuenta que las tropas aliadas han ocupado Berlín, y que todo el poder que creen tener se reduce a un despacho en el que se guarecen a modo de bunker, a modo de ratonera sin salida.

Por favor, utilicen esa última bala que aún tienen en la recamara, y por decencia, por dignidad, por vergüenza, dimitan, no rematen al moribundo Alburquerque;  por favor que su locura de poder no les transforme en ese Hitler que ordenó quemar Paris, o en ese Nerón que quemó Roma para su divertimento; por favor, si ya han caído, váyanse a su casa, pero no arrastren a Alburquerque al borde del abismo; por favor no se les ocurra pensar como venganza final contra todo y contra todos: “nos hundiremos, pero nos habremos llevado un mundo con nosotros”.