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HISTORIA DEL FEMINISMO: El posfeminismo. La cuarta ola

CHARO  CEBALLOS

Las críticas de las feministas radicales a la cultura patriarcal desembocaron en la escisión del feminismo en dos grandes corrientes teóricas, el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia, ambas perspectivas coinciden en asegurar que lo contrario de la igualdad es la desigualdad y no la diferencia, pero el planteamiento teórico de ambas corrientes discrepa en la forma de alcanzar esa igualdad. El feminismo de la diferencia postula que la diferencia no debe ser ignorada, sino reivindicada y, partiendo de esta diferencia construir la vida política, social, económica y cultural basada en la subjetividad femenina, más allá de las teorías hechas por los hombres. Es decir, no se trata de reivindicar nuestro lugar en la cultura que los hombres han creado, en igualdad de condiciones, sino en construir nuestro propio paradigma cultural sublimando, precisamente, lo que nos diferencia de ellos. Por otra parte, las feministas de la igualdad consideran que ha de ser la igualdad el paradigma político en torno al que se tienen que construir las relaciones sociales entre hombres y mujeres, ya que el problema no es la diferencia “per se”, sino la apropiación del poder por parte de los varones. En definitiva, ambas posturas buscan lo mismo, pero por diferentes vías.

Según Rosa Cobo[1], es a partir de los años 80 cuando el movimiento feminista sufre un proceso de revisión interna que dura hasta los primeros años del siglo XXI. Una parte del feminismo se alía con las ideas posmodernas lo que traerá como consecuencia la aparición de lo que se denomina posfeminismo, que cuestionará todavía más los planteamientos que ya se habían hecho las feministas de la diferencia. Para Silvia L. Gil (citado en Varela, 2019:56) existen dos causas principales para este revisionismo feminista, una de ellas es el neoliberalismo que precariza aún más la situación de la mujer en todo el mundo y la otra son los deseos y expectativas de las mujeres, ya que tres siglos de feminismo no habían caído en saco roto.

Los conceptos fundamentales del discurso feministas, por tanto, serán puestos en cuestión. Las críticas giran en torno a dos conceptos fundamentales del feminismo, el género y el patriarcado, porque consideran que no tienen en cuenta las diferencias entre las mujeres (de clase, raza o sexualidad). Es decir, que a partir de aquí comienza un nuevo debate, no en torno a las diferencias de género, sino a las diferencias entre las propias mujeres. Aparecen nuevas teorías cuya contextualización social y política, dice Nuria Varela, está marcada por la crisis del sida y del movimiento homosexual.

La teoría de los géneros, el feminismo lesbiano, los estudios poscoloniales y la teoría queer son algunas de ellas.  Autoras y textos claves de este periodo fueron: Esta puente, mi espalda. Voces tercermundistas en los Estados Unidos, textos compilados por Cherríe Moragas y Gloria Anzaldúa, que recoge testimonios críticos de mujeres (negras y chicanas, fundamentalmente) que se habían sentido excluidas de los análisis del feminismo blanco dominante; los libros de Monique Wittig y de Adrienne Rich en los cuales se recoge la revisión de la heterosexualidad no como opción sexual sino como institución política que sirve para controlar a las mujeres.

La heterosexualidad, que no fue una cuestión importante para el feminismo anterior,  será y es el bastión del feminismo lesbiano y la teoría queer[2].  Además de todas estas nuevas y controvertidas teorías, que siguen siendo objeto de debate en la actualidad, aparecen en este periodo nuevos conceptos y expresiones, siendo los más significativos los de “interseccionalidad” y “heteronormatividad”. El término heteronormatividad, utilizado por Michael Warner en 1991, hace referencia a que lo que el imaginario colectivo asume como “normal”, es decir, la relación de un hombre y una mujer con relaciones sexuales convencionales. Por otra parte, la idea de interseccionalidad, acuñada por Kimberlé Crenshaw en 1989, es característica de la cuarta ola, según Nuria Varela, y acoge la idea de que el género, la clase social, la discapacidad, la orientación sexual, la edad, la nacionalidad, etc., como sistemas de opresión y discriminación, actúan conjuntamente.

El feminismo, por tanto, llega al siglo XXI acompañado de nuevas teorías, revisiones del cuerpo teórico anterior, conceptos, referencias, debates acalorados…,  y se encuentra de bruces con una crisis social y económica que encenderá la mecha de la cuarta ola feminista.  En 2010 las plazas y las calles comenzaron a llenarse de gente en señal de protesta y “las mujeres estaban allí, las feministas estaban allí” (Varela, 2019:133). Los movimientos se suceden en todas partes: Grecia, Turquía, Egipto, Argelia, Chile, México, Colombia, España, EE. UU., etc. Para Rosa Cobo, estas movilizaciones sociales en casi todas las partes del mundo son el síntoma inequívoco de la presencia de la cuarta ola feminista. El feminismo fue un movimiento de masas solamente en dos ocasiones, dice Cobo, con el sufragismo y con el feminismo radical de los 70. Pero la magnitud de estas movilizaciones y el hecho de que se produzcan en distintos continentes casi al mismo tiempo, lo vuelven a convertir, por tercera vez, en un movimiento masivo.

El feminismo de la cuarta ola focaliza sus reivindicaciones en la violencia sexual contra las mujeres (la prostitución y los vientres de alquiler centralizan el debate) y en el trabajo gratuito y mal pagado que brindan estas, tanto en el ámbito doméstico como en el público. La consecuencia fundamental de lo anterior es la precarización del trabajo femenino y, por tanto, la feminización de la pobreza. La cuarta ola es un movimiento de masas, está caracterizado por la interseccionalidad, ha crecido y está creciendo en un contexto tecnológico en el que las redes sociales son su instrumento, desconfían de los partidos políticos, en general, y es intergeneracional: madres e hijas se lanzan a la calle para reivindicar lo mismo.

Y esto es el feminismo, una constante reivindicación, una lucha pacífica, al menos hasta ahora. A toda ola reivindicativa le ha seguido siempre una reacción patriarcal que trataba de parar los avances conseguidos. Al feminismo ilustrado se le responde con la guillotina y el código Napoleónico, contra el sufragismo aparece la mística de la feminidad que devolvió a sus casas a miles de mujeres provocando en ellas “el mal que no tiene nombre”, el feminismo radical sufrió la reacción conservadora de los años ochenta que lideraron Reagan y Thatcher, lo explica muy bien Susan Faludi en Reacción (La guerra no declarada contra la mujer moderna). Esta última reacción es la que nos ha traído hasta aquí. Ahora toca enfrentarse a los que intentan frenar esta nueva ola, que no son otros que los postulados ultraconservadores que esgrimen algunos partidos políticos para volver a meternos en casa. No podemos bajar la guardia.

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NOTAS

[1] https://www.youtube.com/watch?v=yrug7GcNj2I

[2] Conjunto de ideas que sostienen que sexo y género no están inscritos en la naturaleza humana, sino que son una construcción social, que varía en cada sociedad y que también varía a lo largo de la vida de cada persona. Esta teoría es muy controvertida y para muchas feministas no tiene cabida dentro del feminismo,p orque entre otras cuestiones, afirmar que “el patriarcado no existe” no lo permite.  Su mayor referente es Judith Butler. En Feminismo 4.0. La cuarta ola, de Nuria Varela.

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Bibliografía consultada

Cobo Bedia, Rosa (2019), La cuarta ola: la globalización del feminismo.

Servicios Sociales y Política Social (abril 2019).XXXVI (119), 11-20

Varela, Nuria (2008). Feminismo para principiantes. Ediciones B.

Varela, Nuria (2019), Feminismo 4.0. La cuarta ola. Penguin Random House

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] https://www.youtube.com/watch?v=yrug7GcNj2I

 

[2] Conjunto de ideas que sostienen que sexo y género no están inscritos en la naturaleza humana, sino que son una construcción social, que varía en cada sociedad y que también varía a lo largo de la vida de cada persona. Esta teoría es muy controvertida y para muchas feministas no tiene cabida dentro del feminismo, porque entre otras cuestiones, afirmar que “el patriarcado no existe” no lo permite.  Su mayor referente es Judith Butler. En Feminismo 4.0. La cuarta ola, de Nuria Varela.