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Castillos de propiedad privada

AURELIANO SÁINZ

Me siento un tanto privilegiado en mi trabajo, ya que, desde el despacho que tengo asignado en la Facultad de Ciencias de la Educación y que se encuentra en el exterior de la ciudad, contemplo el campo a través de sus ventanas acristaladas. Así, en medio de un gran silencio, puedo mirar de vez en cuando hacia la naturaleza y en los días luminosos contemplar en el horizonte la silueta del castillo de Almodóvar del Río.

Este bello pueblo, que dista 24 kilómetros de Córdoba, se encuentra en terreno elevado y coronado por un castillo de propiedad privada, siendo uno de los más visitados de Andalucía, dado que tras ser reconstruido se convirtió en uno de los motores de la  economía local.

Y lo conocen no solo quienes lo visitan, sino también quienes siguieron Juego de Tronos, esa serie exitosa de televisión basada en relatos medievales cargados de enorme fantasía. La razón se debe a que se utilizaron distintos escenarios para llevar adelante la serie, tanto en Inglaterra como en otros lugares de Europa, y, en el caso de España, se rodaron escenas en el castillo de Almodóvar del Río, debido a su belleza y al magnífico estado de conservación.

Lo más sorprendente de esta fortaleza es que hasta principios del siglo pasado se encontraba en un estado semirruinoso, lejos de la imagen que ahora ofrece. Esto nos puede servir de modelo de cómo un recinto de propiedad privada puede reconstruirse y llegar a convertirse en una verdadera atracción para la gente que visita la localidad.

Y lo pongo como ejemplo ahora que el castillo de Azagala comienza a restaurarse, ya que comparte con el de Almodóvar del Rio el hecho de que ambos no son de propiedad pública, como acontece con la mayoría de las numerosas fortificaciones que se reparten por toda la geografía española.

Para que podamos conocer el estado de esta fortaleza de origen musulmán, muestro una fotografía anterior al inicio de su reconstrucción. Como podemos comprobar, el castillo de Azagala, a pesar de su deterioro, se encuentra en un mejor estado de conservación.

Aparte de las dos imágenes (la portada y la fotografía interior), creo conveniente que nos acerquemos brevemente a su historia, por lo que me parece oportuno dar algunas explicaciones acerca de una intervención en el patrimonio de la arquitectura militar.

Desde mi punto de vista, Almodóvar del Río tuvo la suerte de contar con una fortaleza de propiedad privada (en la actualidad pertenece al marqués de Motilla), puesto que con fondos públicos solo se hubieran restaurado algunas partes, pero de ningún modo se hubiera acometido el enorme costo que supuso su reconstrucción.

Para abreviar en la explicación acerca del largo periodo de una fortaleza que iniciaron los musulmanes, alrededor del año 760, extraigo un párrafo de su historia con el fin de que conozcamos quiénes promovieron su recuperación:

“A finales de siglo XIX, el conde de Torralva efectúa las primeras visitas a la fortaleza de Almodóvar junto con su buen amigo el prestigioso arquitecto don Adolfo Fernández Casanova. Impresionados por el deterioro y estado de ruina que presenta esta maravillosa fortaleza, y siendo conscientes de la importancia que representaba el hecho de ser parte de la historia de Andalucía y España, deciden acometer el mayor proyecto de sus vidas, al cual dedicarían todo su tiempo y dinero para volverla a convertir en el impactante monumento que hoy en día corona la atalaya del municipio de Almodóvar del Río”.

Tengo que apuntar que Adolfo Fernández Casanova (1844-1915), arquitecto encargado de la reconstrucción, tenía una contratada experiencia previa en la restauración de monumentos, puesto que a su cargo estuvo la de la catedral de Sevilla, lo que implicaba una sólida formación práctica antes de abordar la enorme tarea que tenía por delante.

Las obras comienzan en 1901 y finalizan tras la Guerra Civil española, lo que nos indica la importancia que tuvieron. Tanto tiempo dio lugar a que ni el conde de Torralva ni el propio arquitecto llegaran a conocer su finalización, ya que fallecieron antes de que se culminara el enorme empeño que pusieron en este proyecto.

Lo que siempre ha sido tema de debate es que la reconstrucción se hiciera bajo los criterios estéticos que planteó el arquitecto, arqueólogo y escritor francés Eugène Viollet-le-Duc (1814-1879). Viollet-le-Duc (que aparece en la fotografía anterior) fue defensor de un renacer gótico y de ciertas orientaciones ligadas al romanticismo del siglo XIX para ser aplicadas a las restauraciones. Este planteamiento fue objeto de numerosas críticas al entenderse que las soluciones y los añadidos que él defendía no respondían a criterios históricos, dado que estaban alejados de la autenticidad de los monumentos.

Quizás puede argumentarse a favor de las propuestas arquitectónicas planteadas por el arquitecto Fernández Casanova el hecho de que se encontraba ante una fortaleza que había sufrido numerosos cambios, puesto que, iniciada alrededor del año 760, y una vez que la villa pasa a manos cristianas por medio de Fernando III, no era posible saber a qué etapa de su historia debería responder esa reconstrucción.

Por otro lado, quisiera apuntar que los criterios ‘romanticistas’ de Viollet-le-Duc fueron abandonados hace mucho tiempo, por lo que en la actualidad en las restauraciones se evitan tanto las invenciones como los mimetismos. Y entendemos por mimetismos el deseo de no querer diferenciar los elementos originales de las nuevas aportaciones.

Sin embargo, lo que sí puedo afirmar es que una de las fuentes de riqueza de Almodóvar del Río se basa en las numerosas visitas que recibe para conocer su castillo. Lógicamente, hay que pagar una entrada, pero las salas están preparadas para recibirlas con decoraciones y elementos que recuerdan la vida en una fortaleza medieval, así como con paneles que explican a los visitantes la historia y los cambios sufridos por este monumento.

 

Una vez que hemos realizado un breve recorrido por un castillo que se muestra como modelo de intervención, creo que lo expuesto puede servir como reflexión sobre la reforma que se ha comenzado a llevar en el castillo de Azagala.

Como ya he apuntado, ambos son de propiedad privada, es decir, presentan una situación minoritaria dentro del conjunto de las fortalezas. En nuestra tierra, gran parte son de propiedad pública: municipal (la mayoría) o de la Junta de Extremadura (caso, por ejemplo, del Castillo de Luna). También los hay de tipo privado, como son los de Piedrabuena y Azagala, o los de Villanueva de la Serena, Barcarrota, Almendral, Valencia del Ventoso, etc.

Un aspecto a tener en cuenta acerca de las restauraciones de los castillos privados es que, junto a la aprobación por parte de la Comisión de Patrimonio, deben ser visadas por el Colegio de Arquitectos, dado que es un organismo profesional independiente de los intereses de partidos.

Esto no sucede con los de propiedad pública, tal como aconteció con el Castillo de Luna. Creo que de haberse registrado en el Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura el proyecto de la hospedería no se le hubiera dado el visto bueno a tamaña barbaridad, lo que hizo perder tiempo y dinero, para acabar, tras años de litigio por Adepa, en el cierre definitivo de un proyecto en manos de unos políticos desaprensivos.

Como miembro de Adepa me gustaría consultar y valorar el proyecto de restauración del castillo de Azagala, pero la situación de confinamiento perimetral aprobada en Andalucía no me permite actualmente desplazarme a Badajoz para acercarme al Colegio de Arquitectos.  Mientras tanto, seguiré abordando cuestiones referidas a las fortalezas y al patrimonio de nuestro pueblo, ya que con este proyecto se abre la esperanza a una tierra con una gran riqueza patrimonial, dado que se puede encauzar su futuro si somos verdaderamente conscientes del significado arquitectónico, histórico y cultural que posee y que debe ser puesto en valor.

Para cerrar, quisiera apuntar que los artículos referidos a nuestro patrimonio inicialmente aparecerán en el Facebook de Adepa, por lo que allí se podrán leer como parte de nuestro compromiso colectivo. Días después lo harán en la revista Azagala para que sean accesibles al amplio número de miembros que posee este medio digital.