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EL DEBATE: Fuertes y baluartes

Por AURELIANO SÁINZ

No se puede amar lo que no se conoce bien, ni defender lo que no se ama” (Leonardo da Vinci).

Ahora que de nuevo hay que volver a defender el Castillo de Luna ante el grave deterioro que presenta, me parece oportuno que conozcamos un poco de la historia y la arquitectura de esta magnífica fortaleza comenzando por los Baluartes, dado que sus muros son una auténtica singularidad al estar en el interior amurallado de un castillo medieval, lo que supone un contraste de dos períodos históricos muy diferenciados.

Por mi parte, no conozco ningún otro caso de un recinto amurallado medieval en nuestro país que presente una simbiosis tan singular. Para entenderla, hay que acercarse a la historia y saber las razones por las cuales las fuerzas portuguesas ocuparon la villa, entre 1705 y 1715, durante la Guerra de Sucesión española que enfrentó a las casas europeas de los Austrias y de los Borbones.

Tomado Alburquerque por las fuerzas lusas, leales a la corona de los Austrias, edifican en el interior, y mirando hacia el norte, unos muros defensivos del denominado tipo Vauban. Sobre ellos era posible ubicar cañones que podrían disparar por encima de las murallas, ante la eventualidad de que la villa intentara ser recuperada por las fuerzas de la corona española.

De ahí que los muros, en forma inclinada y angulada, apoyados sobre un terraplén de tierra, tuvieran una misión exclusivamente defensiva y que recibiera la denominación de ‘Recinto de los portugueses’.

Ya sabemos la alteración que sufrió el ‘Recinto de los portugueses’: pasó de muros de contención de tierras y con la forma abaluartada a ser la cara exterior de una hospedería inviable, ahora transformada en Centro de Interpretación del Medievo (cerrado a cal y canto, sin que se haya dado ninguna explicación).

Pero más allá de los cambios y alteraciones recientes, conviene que conozcamos las razones de la aparición de los baluartes dentro de la arquitectura militar. Para ello hay que saber que el surgimiento de la artillería como material bélico supuso un cambio profundo en la razón de ser de los castillos medievales.

Según Ramón Gutiérrez, “el desarrollo de la artillería demostró rápidamente la obsolescencia de los antiguos recintos amurallados con prolongados lienzos de muro de gran altura, que habían sido secularmente eficientes para frenar los ataques con otros armamentos más tradicionales (arietes y catapultas). Esta circunstancia ubicaría en el campo de los ingenieros militares, creadores de ‘ingenios’ ofensivos, una nueva especialidad profesional diferenciada de la tradicional tarea del arquitecto” (Fortificaciones en Iberoamérica, 2005, pág. 14).

Con la artillería nace como nueva profesión la de ingeniero militar, conllevando una amplia gama de propuestas ligadas a las acciones bélicas. Pero no solo sería el avance práctico, sino que también la creatividad teórica conduciría a ensayar los sistemas de taludes en los muros, diferenciados de la verticalidad de las murallas, junto a otras propuestas constructivas como fueron fosos, cordones, hornabeques, ravellines, parapetos, garitas, escarpas y contraescarpas.

Estos nuevos sistemas defensivos envolvían a las ciudades, limitando sus posibilidades de expansión y obligando a controles del propio espacio urbano interno. Es lo que sucedió, por ejemplo, con Badajoz, que llegó a ser la ciudad con el recinto amurallado más largo de España, con una longitud de 6.541 metros, por delante de Pamplona que cuenta con 5.000 metros. Sin embargo, a diferencia de Badajoz que sus fuertes y baluartes ya están fragmentados (¡gran error!), en Pamplona se respetó su ciudadela, por lo que en la actualidad podemos contemplar su buen estado de conservación.

Dentro de la aparición de los baluartes, debemos saber que uno de los personajes más relevantes en el campo de la nueva ingeniería militar sería el francés Sébastien le Preste Vauban (1633-1707), quien desarrollaría propuestas sobre complejos sistemas de trincheras, minas y contraminas que conducirían a buscar una forma de control del territorio de manera distinta a la tradicional. Entonces, la ciudad fortificada se concibe con un diseño cerrado, a partir de formas básicas como son el cuadrado y el pentágono, aunque también hay propuestas de tipo hexagonal.

Los cambios del desarrollo armamentístico, poco a poco, suponen el fin de los castillos medievales, ya que son sustituidos por los baluartes o las fortalezas abaluartadas. Así pues, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII se irán creando baluartes en distintas ciudades y localidades de España, especialmente en las más expuestas a los conflictos fronterizos.

No es de extrañar, pues, que Extremadura cuente con referentes de gran importancia, siendo Badajoz la ciudad abaluartada por excelencia. Hemos de tener en cuenta que la Guerra de Restauración portuguesa, entre 1640 y 1668, fue la que dio lugar a la creación de una extensa muralla (de la que acabamos de ver un fragmento y una garita) que la defendiera eficazmente frente a los ataques rebeldes.

Pero si en la Península se dan casos importantes de ciudades y poblaciones abaluartadas, donde adquiere una especial significación es en Hispanoamérica, ya que allí los fuertes abaluartados se desarrollan a la largo de todo el continente. Desde la Florida (Estados Unidos) en el norte, hasta Chile, en el sur, las grandes poblaciones costeras se defendieron con fuertes abaluartados que siguieron las propuestas constructivas de Vauban.

De este modo, podemos observar cómo el fuerte de Cartagena de Indias de Colombia (que aparece en la fotografía anterior) se integra dentro de la nueva arquitectura de la ciudad. En otros casos, las defensas se adaptan al terreno dando lugar a fuertes abaluartados, tal como se puede apreciar en la segunda fotografía que muestra el de San Felipe de Morro, ubicado en San Juan de Puerto Rico.

Pero lo más importante que podríamos extraer del recorrido que pudiéramos llevar a cabo en los numerosos fuertes y baluartes de Hispanoamérica es constatar la atención que en los distintos países le han prestado a sus Patrimonios arquitectónicos, conservando y protegiendo a esas magníficas fortificaciones, que son un legado de su historia hispana.

Como cierre de este corto recorrido, muestro las imágenes del fuerte de San Diego de Acapulco (Méjico) de tipo pentagonal y un fragmento del morro de los Tres Reyes que se encuentra en La Habana (Cuba). Todo un ejemplo de cuidado y amor hacia los bienes patrimoniales que se han transmitido de generación en generación y de los que deberíamos tomar ejemplo.