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La mujer también existe

Por AURELIANO SÁINZ

La reciente visita que algunos ‘excombatientes’ han hecho al pueblo portugués de Arronches, junto a un grupo de amigos liderados por el director de Azagala, se convirtió en motivo de cierta polémica en la publicación digital, dado que no fueron muy conscientes, a la hora de hacerse la fotografía que recogía ese significativo encuentro, de que el dichoso bichito todavía nos amenaza.

Pero también, en el sustancioso debate se deslizaron ciertos comentarios críticos sobre la ausencia del género femenino en esa especie de tropa o colectivo variopinto dispuesto a disfrutar, recordar y añorar viejas aventuras. Es más, en uno de los escritos se apuntaba que temía que uno de ellos se alistara en la Legión, por lo que no estaba del todo tranquila dejándolo solo, no fuera que en un arrebato de entusiasmo abandonara las aulas por esas marchas marciales en las que solemos ver a los aguerridos legionarios.

Crítica muy justa y oportuna, pues uno se pregunta sobre el caso concreto del que hablamos: ¿no hay, por ventura, ninguna ‘excombatiente’ que pudiera incorporarse al grupo? Y de modo general: ¿todas las batallas, grandes y pequeñas, las han ganado valerosos caballeros que son los que finalmente pasarán a la historia? ¿Dónde están las mujeres que parecen seres invisibles en este mundo protagonizado por los hombres?

Si nos detenemos a pensar en ello, creo que habría que recordar aquella vieja canción de Bob Dylan titulada en castellano Los tiempos están cambiando, balada que se publicó hace nada menos que 56 años.

Ciertamente, los tiempos están cambiando, puesto que varias décadas atrás nació una revolución protagonizada por la propia mujer. Revolución pacífica, tenaz y continua que ha cuestionado el orden patriarcal que establece el dominio masculino en los diferentes ámbitos de la vida: desde la familia, pasando por el trabajo y llegando a los distintos estamentos de poder social.

Las puertas finalmente se han abierto y los caminos que conducen a una existencia plena y de igualdad de derechos con los hombres se han multiplicado desde que las mujeres han podido incorporarse masivamente al trabajo asalariado, cortándose muchos de los lazos que las hacían depender del poder masculino.

Y no se trata solo de denunciar la violencia machista que cada cierto tiempo asoma en los medios de comunicación, mostrándonos el horror que en algunos casos se esconde entre las cuatro paredes. También es necesario ser conscientes de que la mujer queda invisibilizada, de modo que, incluso, apenas aparece en los denominados símbolos sociales en los que se reconozca todo el enorme trabajo que desarrolla esa mitad de la población.

¿Alguien se ha parado a pensar en la casi nula presencia de la mujer en las obras de arte más significativas a lo largo de la historia? ¿Nos hemos fijado, por ejemplo, en que no hay esculturas en los espacios urbanos que estén protagonizadas por personajes femeninos? ¿Cuántas avenidas, calles o plazas recordamos con nombre de mujer?

La verdad es que la presencia masculina en el mundo de las imágenes y los símbolos sociales resulta ser abrumadora, a pesar de que ya encontramos a mujeres en diferentes trabajos que antes eran de exclusividad masculina, caso de las fuerzas armadas y las de seguridad, o en cargos de tipo político, dado que hoy contemplamos la presencia femenina en todo el espectro del arco parlamentario, sin que ahora nos llame la atención el que ellas también ejerzan altos cargos de responsabilidad.

Una de las escasas excepciones de lo indicado es el lienzo La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix, pintado en 1830 como homenaje a las revueltas parisinas que se dieron en esa fecha y que he seleccionado para la portada.

La escena de ese cuadro simboliza algo tan importante como es el de la lucha por la libertad y el deseo de romper las cadenas que atenazan al pueblo; aunque, paradójicamente, detrás de la figura femenina solo aparecen hombres (bien es cierto que a la mujer no se la asocia con la violencia física, ya que esta tiene un carácter eminentemente masculino).

A pesar de la ausencia mayoritaria de la mujer en el campo de las imágenes sociales, paso a paso, va teniéndose en cuenta este hecho, de modo que ya se comienza a pensar también en el género femenino a la hora de poner nombres a las calles, a las plazas o cuando hay que hacer un homenaje en forma de escultura a alguna profesión.

Sobre esto, quisiera traer un par de ejemplos recientes que los tomo de Córdoba, ciudad en la que resido, aunque seguro que podemos encontrarlos en otros sitios.

El primero de ellos se produjo en el año 2016, cuando se iba a celebrar el 75 aniversario del Diario Córdoba, decano de la prensa cordobesa. Entonces se consideró oportuno realizar una escultura que reconociera el valor de este periódico en la ciudad. Se optó por hacerla en el céntrico bulevar Gran Capitán, de modo que apareciera en bronce una mujer con el periódico abierto entre sus manos. Así, una imagen femenina de tamaño real, sentada, leyendo la prensa presidiría un lugar tan concurrido, ayudando a entender a la mujer también como símbolo del conocimiento que se obtiene a través de la lectura.

Otro ejemplo reciente de la presencia femenina es la escultura que se encuentra cercana al Rectorado de la Universidad y que se erigió con el fin de celebrar el treinta aniversario de la Empresa Municipal de Saneamientos de Córdoba. Igualmente, la empresa se decantó por la imagen de una barrendera, también en bronce y en posición erguida.

La obra resulta ser un homenaje a los trabajadores -mujeres y hombres- de esta empresa que bregan cotidianamente para que los ciudadanos podamos disfrutar de una ciudad limpia. Un trabajo de escaso reconocimiento social, pero que por estas fechas se ha revalorizado cuando nos hemos hecho conscientes del valor de vivir en un entorno no solo agradable sino también saludable.

Así pues, amigos ‘excombatientes’, aspirantes a legionarios y amantes de las tertulias y la buena comida en las tierras lusas, tomadlo con sano humor, pero es bueno saber que quizás os falte algo de ‘perspectiva de género’, tal como se apuntaba en uno de los escritos que apareció en Azagala. De este modo, la próxima vez conviene que penséis en la presencia femenina en esas reuniones gastronómicas que tanto os gusta llevar adelante (y que, por cierto, creo que en más de uno, como es mi caso, nos provocáis bastante envidia).