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Azagala, un medio mentiroso y deshonesto

Por AURELIANO SÁINZ

Cuando el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, accedió al cargo, lo primero que hizo en su inicial comparecencia pública fue la de advertir a la población que “los periodistas están entre los seres humanos más deshonestos de la Tierra”. Y si tenemos en cuenta que hay gente como los narcotraficantes, los que comercian ilegalmente con armas, los que lo hacen con seres humanos en distintos modos (prostitución, inmigración, comercio de órganos), etc., que carecen de los más mínimos escrúpulos, nos podemos dar cuenta de qué tipo de material están hechos los que publican sus mentiras en los medios de comunicación sin que les tiemble el pulso.

Hemos de tener en cuenta que Donald Trump, aunque no lo parezca, es un tipo listo, verdaderamente inteligente y con capacidad para saber manejarse en el centro de los conflictos más complicados. Si no fuera así, ¿por qué una parte significativa de la población lo eligió para encauzar el destino de un país tan poderoso?

Es tan inteligente que todavía no ha dado el visto bueno a iniciar una guerra (nuclear, claro está) contra un país como Irán, que, como él bien sabe, trabaja con uranio enriquecido para lograr tener armamento atómico. Aunque en el fondo, si no lo sujetan, no le importaría mucho comenzarla.

Además de inteligente, es un tío simpático, campechano y guasón, lo que da lugar a que no le importe tuitear a cualquier hora del día o de la noche, soltando lo primero que se le viene a la cabeza, porque en él confían ciegamente sus incondicionales, que los hay en cantidades ingentes en el país de las barras y estrellas.

Me imagino que algunos de los que me están leyendo se preguntarán: “¿A cuento de qué hablo de Donald Trump cuando lo que nos interesa es saber por qué Azagala se ha convertido en una revista tan mentirosa y deshonesta?”.

La verdad es que he comenzado por Donald Trump dado que, antes de que él hablara sin pelos en la lengua de que los medios que no son de su cuerda mienten y engañan a los ciudadanos, ya había alguien en un recóndito lugar de Extremadura llamado Alburquerque que se dio cuenta de todo esto. Así, hace algo más de una década, supo que iba a salir una revista que se creaba para difamarle y destruirle, ya que utilizaría todos los recursos más bajos y mendaces con el fin de echar por tierra su fama de persona transparente, limpia y veraz que se había ganado a pulso.

Lógicamente, como hace ese presidente tan lúcido y brillante, era necesario que pusiera todas las trabas a su alcance para que Azagala desapareciera. En consecuencia, y entre otras medidas oportunas, no se le invitaba al director a las informaciones institucionales, puesto que era un medio que había que marginar para evitar que sus falsedades llegaran a la buena gente que a él le seguía incondicionalmente.

“¿Y cómo pudo saber que Azagala, incluso antes de salir a la calle, era un instrumento deshonesto al que había que relegar por todos los medios al alcance de las manos?”, continuarán preguntándose los lectores.

Pues muy sencillo: “¿No se acuerdan ustedes de aquello de los ‘sepulcros blanqueados’, que según los Evangelios les soltó Jesús a los fariseos?”. Exactamente como el monumento mortuorio que aparece en la portada de este artículo, con la máscara blanquecina que oculta la verdadera faz de quien dirige la revista y las aves negras que flotan a su alrededor, que a fin de cuenta son las mentiras que desde este siniestro medio salen volando. Así es la revista Azagala: toda ella apariencia y falsedad, como los sepulcros blanqueados.

Por ello, a la revista y a su director ‘ni agua’, de modo que se ordena que no se los invite, ni se les proporcione información; de forma muy distinta a como se hace a los otros medios de información locales. Esta es la razón por la que no se les informa de acontecimientos como el previsto para José María Pámpano, persona muy querida y admirada por todo el pueblo.

Sigue, pues, vigente esa línea de marginar a aquellos medios ‘deshonestos’ como Azagala y, de paso, a todos los que la siguen, sea en su edición impresa o digital. Es lo que se merecen, hasta que Azagala se vuelva una revista decente; es decir, sigan las instrucciones que nacen del consistorio y dejen de incordiar con preguntas incómodas o escriban de modo libre y sin tapujos, pensando (¡pobres ilusos!) que estamos en un país con plena democracia.