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La alegría de vivir

Por AURELIANO SÁINZ

Entre los muchos libros que poseo, hay uno por el que tengo una especial predilección. Se trata de Aflorismos. Pensamientos póstumos de Carlos Castilla del Pino (1922-2009), quien fuera uno de los grandes psiquiatras de nuestro país, al tiempo que brillante escritor y miembro de la Real Academia Española de la Lengua.

Tal como aparece en el comienzo del libro, se aclara que “aflorismo” lo deriva del verbo aflorar y que ese neologismo fue, según indica su autor, “algo que se me ocurrió, surgió o me apareció de manera más o menos inesperada”. De este modo, se aclara que no es un error en el título de la obra.

Lo cierto es que se trata de una colección de 844 aforismos, o breves frases, sobre muy diversos temas que atañen al ser humano y que Castilla del Pino fue anotando en su madurez, por lo que supone un compendio de la sabiduría acumulada en su experiencia profesional y personal.

Si he sacado a colación este libro totalmente recomendable es porque comienza por uno de ellos con el que me identifico plenamente, por lo que lo he memorizado y, en ocasiones, lo cito cuando viene a cuento. Dice así: “La felicidad -ya me entienden- no se la encuentra; se construye”.

Quisiera apuntar que ese “ya me entienden” es una especie de complicidad con el lector para dar a entender que se habla de algo tan deseado por todos como difícil de definir y de lograr. Aunque, ciertamente, eso tan anhelado como es la felicidad no nos llega desde fuera, sino que hay que trabajar arduamente para lograr momentos felices, porque de manera permanente es imposible encontrarse en un estado de dicha perpetua.

Por otro lado, hay que entender que el autor se dirige a un público adulto. Sin embargo, ese aforismo habría que matizarlo en caso de referirse a los pequeños, dado que, en la infancia, niños y niñas son receptores de la felicidad que les proporcionan sus padres, sus familias, sus profesores, etc. Ellos se encuentran en la etapa en la que la felicidad se alarga en el tiempo y permanece hasta que la inocencia que poseen se ve quebrada por algún acontecimiento o por la propia evolución al ir creciendo y al enfrentarse a cuestiones en las que tienen que tomar decisiones difíciles.

De este modo, la alegría, como emoción básica que sostiene la felicidad, es un sentimiento muy extendido en los años del comienzo del ser humano. En su gran mayoría, niños y niñas se ven cuidados por unos padres que los quieren, les cuidan, les atienden, están pendientes de sus necesidades, por lo que fácilmente podemos hablar de la alegría de vivir en el comienzo de nuestra existencia.

Por ello, una constante que aparece en los dibujos de los escolares acerca de la familia es la expresión de alegría y felicidad que muestran en las escenas cuando se les plantea que representen “una familia” y que, lógicamente, ellos trasladan la propuesta a la suya.

Para que veamos cómo manifiestan los más pequeños la felicidad, o lo que es lo mismo la alegría de vivir, he seleccionado ocho dibujos de escolares de cinco años, es decir, de niños y niñas que se encuentran en tercero de Educación Infantil, el curso previo a entrar en Primaria, en el que aprenden nuevas normas de disciplina.

Tengo que apuntar que en este caso pondré sus nombres, puesto que estoy seguro de que si ellos o sus padres vieran publicados sus dibujos les daría una gran alegría.

Y comienzo por el de Adriana, que es el nombre de la autora del dibujo de la portada. Nada más verse, se entiende que la alegría preside la escena con la que ha trazado a los cuatro miembros de la familia: abiertas sonrisas, brazos en alto, el dibujo de un corazón en la camiseta de su hermano pequeño y el arco iris que acoge a todos los miembros. El conjunto parece estar disfrutando de un día soleado en el que flota en el aire un corazón amarillo como expresión del amor que la niña vive en su propia familia.

Los dibujos de los escolares están llenos de sorpresas, especialmente cuando se les da libertad creativa. Es el caso de Elena, que nos muestra a los tres miembros de su familia -su padre, ella misma y su madre- muy felices bajo la lluvia. Lo sorprendente es que todos los dibujos que tengo de esta niña siempre los hace en un día lluvioso, aunque, paradójicamente, aparezca el sol sorprendido de lo que ve. En cierta ocasión le pregunté por esto y la pequeña me respondió que le gustaba mucho su paraguas en el que aparecía el rostro de ‘Hello Kitty’. Ni que decir tiene, que la ingenuidad y la espontaneidad de los pequeños es enorme.

La fantasía es una componente esencial del mundo de los niños. Como bien sabemos, cuando se les realiza una pregunta y no saben del todo la respuesta acuden a lo que su imaginación les dicta sin preocuparles la coherencia de lo que han dicho. Y si hablamos de fantasía, nos sirve de ejemplo el dibujo de Marco, quien, tras dibujar a una mamá grandísima, y al lado su padre, él se representa coloreándose de rojo. Pero su mundo familiar no acaba en ellos tres, sino que también aparecen coches, bicicletas, un robot, entre él y su mamá, un cohete, un dron, y todo ello bajo las miradas de un sol, una luna y una nube animistas, es decir, con ojos y bocas, como si tuvieran sentimientos y pensamientos como las personas.

Desde muy pronto, en niños y niñas comienza a aparecer la identidad de género, en el sentido de que ellos toman al padre como modelo a imitar y ellas a la madre. Es lo que acontece con Carla que ha trazado a los tres miembros de su familia comenzando por ella misma, como expresión de la autoestima de la pequeña. Se representa con toda clase de detalles, tomando a su madre como el modelo de referencia, tal como puede apreciarse. La alegría de los personajes que componen la escena es evidente nada más contemplar la lámina, al tiempo que se transforma en verdadera euforia en el padre.

La alegría es una emoción que también aparece cuando un problema importante se resuelve. El alivio que supone dejar atrás la tristeza que embargaba a la familia suele ser motivo de gran dicha colectiva. Es lo que expresa Marco en su dibujo, ya que tanto sus padres como su hermana, a la que ha representado sobre un montículo, y él mismo, coloreado de rojo, se encuentran bailando. ¿La razón? Pues que su madre padecía cáncer y después de ser intervenida y permanecer dos semanas en el hospital le han dado de alta, por lo que para el pequeño autor es motivo de una enorme felicidad, y la mejor forma de expresarlo es trazando a los cuatro miembros bailando.

Las salidas al campo y el contacto con la naturaleza son motivos de alegría para los pequeños, especialmente para los que viven en las ciudades, puesto que allí encuentran la libertad de movimientos que habitualmente no poseen en sus casas. Esto lo manifiestan de modo regular en sus dibujos, tal como lo hace Alba, que se ha representado con sus padres en una de esas visitas al campo en el que hay zonas de juegos y que tanto le gustan, porque allí se topa con los pájaros, los caracoles, incluso, con los columpios, toboganes y otros juegos para los niños.

En este dibujo de Iván aparece un hecho sorprendente desde el punto de vista gráfico. Se trata de que, en los dos personajes de la derecha de la lámina, y que representan a sus padres, hay una superposición del brazo del padre en el cuerpo de la madre. Y digo sorprendente, porque en estas edades no acuden a este recurso gráfico, ya que piensan que las figuras deben dibujarse de manera completa y sin taparse. La razón de haberlo hecho se debe, según el pequeño autor, a que ellos se quieren mucho y eso le gusta, tanto que él mismo se ha dibujado el más grande, como signo de confianza y seguridad, al lado de su abuela y de su hermano pequeño.

Uno de los rasgos del pensamiento infantil es el sincretismo, es decir, el ser capaces de integrar en la misma escena elementos contrapuestos. Por ejemplo, pueden dibujar el sol y la luna juntos y sin problemas, puesto que para ellos basta saber que están en el cielo, aunque el sol se corresponda con el día y la luna con la noche. Es lo que acontece en el dibujo de Álvaro, que ha trazado a los miembros de su familia muy felices, dado que los cuatro aparecen cogidos de la mano. Así, en la izquierda se encuentra su madre, con un arcoíris por encima de ella; a su lado, él mismo; le sigue su hermano; finaliza con su padre, pareciendo que tiene una pluma encima, debido a que Álvaro ha trazado la luna muy cerca de su cabeza.