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Leandro Viseda, “el Chepina”

Este artículo lo publicamos en el número 19 de la revista AZAGALA para dedicarlo a Leandro Viseda, conocido popularmente como “El Chepina”. Firmado por Francis Negrete, reproducimos íntegramente su contenido:

“Leandro Viseda Aguado era el menor de cuatro hermanos, de los que solo vive ya mi querida amiga Antonia (Antoñita Piñuela, como la llamo siempre). Ella me ha ayudado a elaborar este artículo sobre uno de los personajes más carismáticos que ha dado Alburquerque, el pueblo donde nació y murió el día de Reyes del año 1990.

Creo que nunca se ha escrito sobre él y ya era hora de hacer justicia a aquel hombre, al que conocíamos como Leandro “el Chepina”.

Su padre era jornalero, por lo que su primer trabajo consistió en ayudarle en el campo. Su condición física le impedía dedicarse a oficios duros. Sin embargo, no era obstáculo para que ganase bastantes premios subiendo a la cucaña en las ferias. Antonia le reñía porque temía que se cayese, pero no había manera de detenerle, porque él se sacaba un dinerillo o algún obsequio subiendo como una bala el poste untando de una sustancia resbaladiza.

Fue a la escuela de don Pedro Márquez y quienes le conocemos sabemos bien que era muy listo y espabilada.

En cuanto a sus trabajos, estuvo repartiendo pan con los Mariscales por las panaderías de los “pueblos nuevos”, especialmente en Gévora. Iba con un carrito e hizo muchos amigos en aquellos lugares. También trabajo de heladero, con el inolvidable Evaristo Pastor, vendiendo helados en las tórridas tardes de verano por las calles de Alburquerque.

Yo le recuerdo vagamente, porque uno debía entonces de ser un niño de pocos años, ganándose unas perrinas con unos muñecos de trapo que colocaba en la plaza y había que abatir con una pelota. Algo así como el juego de los bolos, pero muy rudimentario.

Pero, sin duda, sus años dorados los pasó en la taberna de la calle Pata, que antes había regentado Casildo “el Pinche”. Allí bebí mis primeros cubalibres, en aquellos vasos anchos que ya no existen.

A pesar de ser entonces prácticamente un adolescente, compartí copas y tertulias con algunos de los grandes amigos del Chepina: Amador, Joaquín “Caneco”, Julián López, Leandro Román “Carburato”, todos ellos desgraciadamente fallecidos. A este último, cariñosamente, le decían “el de las siete erres”, letras que aparecían en la rima que le tenían compuesta y que decía: “Leandro Román Rodríguez, radiotécnico, relojero, ratos malos, ratos buenos”.

Cuando llegaba el día de los Santos, nos obsequiaba a todos los clientes con nueces, almendras, higos, castañas y formaba un jolgorio en su bar. Y en Navidad se mostraba muy generoso, adornaba el establecimiento y nos invitaba a alguna copa.

Bernardo López, Antoñino “Chaqueta” y Diego Blanco, inseparables, tomaban un cuarto de vino tras otro, sentados en aquella mesita del rincón, justo al lado de donde se dormía cada noche el inefable y cariñoso Victorio, padre de Kiko Bueno.

Todos queríamos a Leandro Viseda y en su acogedora taberna nos encontrábamos como en casa. Allí, entre cubata y cubata, se forjó mi amistad con Manolo Gutiérrez, una amistad férrea que ha perdurado siempre.

Recuerdo que cuando se estaba rodando en el pueblo “Los santos inocentes”, en 1984, se celebró un partido de fútbol entre los actores y personal técnico de la película y otro equipo de amigos alburquerqueños. El Chepina fue el árbitro y se hizo una foto con dos de las actrices. Y después mostraba con orgullo la fotografía en el bar: “Esta es Maribel Martín y esta Anagata Lis”, decía. Yo, maliciosamente, le hacía repetir el nombre para escucharle decir “Anagata” y me reía con él, pero no se la pegaba. Leandro sabía que pronunciaba mal el nombre de Ágata Lys, pero respondía para seguir el cachondeo.

Pero lo bueno no suele durar mucho y nuestro gran amigo Leandro nos dejó hace casi 28 años. Emilio Sánchez, el cura y presidente del club de fútbol, ofició el funeral y habló mucho del Chepina, quien tuvo uno de esos entierros multitudinarios que se recuerdan siempre.

Después cogió el bar otro gran hombre, honrado y bueno como Leandro, Miguel Escudero, pero, aunque tuvo su clientela, ya nunca fue como el Chepina”.

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FOTO 1: Chepina, en primer término, en un mostrador de bebidas en la romería de Carrión.

FOTO 2: Chepina, con unas latas que había que abatir con una pelota de trapo. En una feria.