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El motivo real de nuestro mote futbolístico de los “pelinos”

Tal vez no haya una persona en Alburquerque que conserve en su memoria tantos datos sobre la historia del fútbol en nuestro pueblo como Antonio Muñoz. Apasionado de este deporte, fue directivo y presidente del club, donde dejó parte de su salud. Hace años, cuando Luis Antonio Paniagua se hizo con las riendas del club, nos habló del padre de éste, que fuera el primer presidente de un equipo federado en Alburquerque. También hace unos años hicimos un reportaje sobre la historia del fútbol, para lo cual hablamos largo y tendido con Muñoz, quien nos explicó todo lo que exponemos a continuación.

A finales de los años 40 se creó un C.D. Alburquerque que nunca estuvo federado, y en el que jugaron Vázquez, Antonio Roa, Paco “Viruta”, Tomás Moro, Paco Jalcón, Chico López, José Mª Barrantes, Aniceto Samino, Ben Barek, Paco Piñero, Jerónimo, Quintana y Aguirre (estos dos últimos no eran del pueblo, pero vivían aquí porque eran contratistas de la carretera de Herreruela, que se estaba construyendo). Les entrenaba un maestro de escuela llamado Salas y el presidente era Lino López Apretal (Lino “la pava”).

De esa época recuerda Muñoz una anécdota muy curiosa que ocurrió en un partido con Ben Barek, quien se llamaba así porque era del Atlético de Madrid, equipo que tenía un jugador con ese nombre. Era un partido contra el Sanvicenteño. El balón había salido fuera por la línea de fondo y Ben Barek, tras ponerlo en el vértice del área chica, esperaba el silbato del árbitro para sacar. Cuando el colegiado hizo sonar el silbato, el jugador cogió un poco de carrerilla para impulsar el balón con más fuerza, pero en esto que llegó rápido un jugador sanvicenteño y disparó a gol antes que el de Alburquerque hubiera ni siquiera empezado la carrera para dirigirse al esférico. Ante la mirada atónita de jugadores y público, el árbitro dio el gol por legal.

Aquel equipo jugaba sus encuentros en la Dehesa, donde están hoy las bombonas de butano, y sólo duró un par de años. Antonio Muñoz relata el motivo que provocó el final de aquel equipo y del fútbol en el pueblo durante un largo tiempo. Resulta que los balones que existían entonces estaban cosidos con correas y en un encuentro celebrado en la feria de Septiembre contra el Valencia de Alcántara, el balón golpeó en la cara de Piñero, con la mala suerte de que una de las correas, que estaba un poco suelta, le dio en el ojo y el jugador estuvo a punto de perder la vista. Ahí se acabó la historia. Era el año 1.951.

En 1.957 ó 1.958 resurgió un segundo Club Deportivo Alburquerque, cuyos jugadores eran Chabola, Uribe, Lázaro, Manolo el turronero, José María, Javier, Paquín y Luis Naranjo (estos 4 últimos, hermanos), Barrantes, Ángel Gómez, hermanos Zugasti, Ángel Santos, Polín, Carrillo, Juan Díaz… Aún no estaban federados y seguían jugando en la dehesa.

Por entonces había una gran afición al fútbol e iban a los encuentros más personas que ahora, incluso mujeres mayores. Además, todo el mundo quería jugar y en el Bar Macareno surgió la peña los Pelinos, que hicieron un equipo. Antonio Muñoz desmiente algo que todos hemos dado por cierto desde siempre: que a los alburquerqueños nos pusieron los pelinos los de San Vicente de Alcántara porque cada vez que los nuestros disparaban a puerta y el balón salía fuera, decíamos “¡por un pelino! ¡por un pelino!”. Eso no es así, lo de Pelinos viene precisamente por la peña citada, que eligió este nombre porque uno de sus miembros, Pedro Villarroel, estaba un día colocando un cristal y se le rompió y dijo que se había quebrado porque el cristal tenía un “pelino”, así de simple.  Otros miembros de aquella peña eran Alejandro “Minuto”, Pajares, Aniceto Samino y Gerardo Villarroel entre otros.

Pero volviendo al CD Alburquerque, el club resurgió en el seno de la Falange, donde se constituyó una comisión organizadora aprovechando que había un grupo de jóvenes que jugaban en la dehesa y ponían dinero todas las semanas para los gastos. La citada comisión se puso en contacto con estos chavales y fue Juan Díaz, el ahora columnista de AZAGALA, quien se encargó de entregar el dinero que llevaban recaudado, a Pablo Cerro, que fue nombrado tesorero de aquella gestora. Ese acto de produjo en el Bar Deportivo, regentado por José Ruiz, donde también se aprobaron los colores del club (azul y blanco, en honor a la Virgen de Carrión) y el escudo.

El CD Alburquerque aún no estaba federado y esta comisión se encargaba de traer equipos de otros pueblos. El entrenador era Ángel Correa Lázaro. Por entonces, la rivalidad entre nuestro equipo y el Sanvicenteño era mayúscula, de manera que cuando venía el club vecino a jugar, muchos aficionados alburquerqueños esperaban el camión que les traía en la Cruz de San Blas, desde donde lo apedreaban. Lo mismo hacían los sanvicenteños cuando les devolvíamos la visita; sus hinchas apedreaban el camión con los futbolistas blanquiazules desde la “pared nueva”, en la entrada a San Vicente.

En el año 1.959, se decide crear una junta directiva, para lo que se celebró una reunión en el Ayuntamiento. Resultó elegido presidente Manuel Paniagua, y le acompañaron entre otros Jesús Jiménez, Joselino Mayo y Zacarías del Pozo. Entonces ya se federó el equipo y se inauguró el campo de fútbol actual en la feria de mayo del año 1.959, disputándose un encuentro frente al Badajoz.

El CD Alburquerque entró en Primera Regional, una categoría mucho más fuerte que la actual Tercera División. No existía Preferente por lo que de Primera Regional se pasaba directamente a Tercera.

Comenzaron jugando mayoritariamente jugadores locales, pero en la Directiva existían ya ambiciones mayores y empezaron a fichar forasteros. Los entrenadores eran foráneos, primero un tal Paniagua y después Benito (propiedad del pacense Bar el Farol, donde se gestaba el fichaje de jugadores).

En el año 1.960 casi todo el equipo estaba ya formados por jugadores de fuera, especialmente de Badajoz, por lo que se fue prescindiendo de los de casa. Los locales cobraban 100 pesetas por partido y los forasteros 500. A todos se les daban bocadillos gratis en el bar de Toledano.

Después de Paniagua hubo otros presidentes, pero, a pesar de que había muchos socios, que pagaban 35 pesetas al mes, mantener el equipo con tantos fichajes de fuera acabó por hacer desaparecer el club a causa de las deudas en el año 1.963. Precisamente a causa de la gran cantidad de dinero que se debía, cuando en 1.973 se decidió refundar el club, no se pudo llamar Deportivo para que no se les exigiera el pago de las mismas, y se le denominó Club Polideportivo Alburquerque. Pero esa ya es otra historia.

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TEXTO: Entrevista a Antonio Muñoz Sancho.

FOTOS: Equipos de fútbol locales y lance del juego recién estrenado el campo de las escuelas.